Cooperación al Desarrollo en tiempos de crisis

Ingeniería Sin Fronteras organiza los días 3 y 4 de marzo un Curso de Cooperación al Desarrollo desde la Ingeniería en Ciudad Real en el que se realizará un breve repaso a conceptos clave de la Cooperación al Desarrollo y la Tecnología para el Desarrollo Humano. El programa del curso se puede descargar aquí y el cartel del curso se puede ver aquí:

Surcos

No vives de lo que está almacenado en ti, sino de lo que transformas.
[Antoine Saint-Exupery, Ciudadela]

Gracias por darme a conocer esta pintura (L’homme à la houe, Jean François Millet). No sé qué tiene pero consigue absorberme, siento una gran empatía por ese hombre. No pienso cuando lo observo, sino lo siento, ese surco sinuoso tan sudado, esa boca abierta exhausta, el peso del cuerpo sobre el azadón. Me duelen los riñones viendo este cuadro pero no puedo dejar de mirarlo.

P.S.Por lo visto, el poeta Edwin Markham escribió un poema basado en esta pintura que he encontrado por aquí.

Sinceridad fallida

Sabía que a la salida lo iban a matar, igual que a Santiago Nassar, salvo que él no había desflorado a ninguna de sus hermanas. Quizá por eso, por saberlo, no tenía demasiada prisa por salir. La muerte es paciente por naturaleza. Imaginaba su final y no le parecía nada romántico, los sustos tienen que pillarte por sorpresa. Sólo le angustiaba la situación. Allí, jugando al mus, con la copa aguada y el cigarro expirando, más atento a los cerdos y los pitos que a su destino. ¿De qué serviría asustarse? Hay veces que hay que aceptar la derrota y agachar la cabeza. Para él había sido una consigna durante los últimos años: lo importante no es esquivar los golpes, sino afrontarlos con entereza e intentar amoriguar sus efectos. Él admitía su error del mismo modo que se repetía constantemente que, si se volviese a dar la situación, volvería a comportarse igual. Ser sincero no debería ser tan caro, intentaba autoconvencerse, pero se daba de bruces con la realidad, ese bloque de granito impasible contra el que más sufre la cabeza que la pared. Reconocía que había sido demasiado intransigente con su ética durante toda su vida, incluso en los momentos más delicados. Y eso, que debería suponer un orgullo, se tornaba en un sentimiento de escepticismo en aquel instante, en un pensamiento de desconfianza: no debería haber sido tan condescendiente con su moral. No sabría medir los beneficios de ese comportamiento honroso, y ahora que llegaba el final apremiaba encontrar una respuesta a esos sacrificios, mayores o menores, que habían jalonado su existencia. Y sin embargo, en vez de cerrar el círculo a su vida, mediocre en términos generales, se afanaba en ganar un último juego.

Cuando la partida terminó, pacientemente se puso el abrigo con la milimétrica exactitud de la mortaja, como si quisiese mantener la frialdad y tratarse a sí mismo de forma indiferente para sufrir menos. Como intentando aislar los sentimientos de la acción, que es la única manera digna de amortajar a un difunto. Se despidió del camarero, cómplice mudo, sin ningún atisbo de rencor, no eran horas de acarrear odios innecesarios, porque cuando ya no queda nada, incluso el odio desaparece, permanece tan sólo uno mismo, desnudo, y su conciencia. Muy negra tiene que estar el alma para expirar con odio; apostaría a que el kamikaze olvida su rencor cuando activa el cinturón de explosivos que lo abraza.

Salió a la puerta del café con la cabeza gacha. Esperó unos segundos, mirando al suelo, sin moverse, como si estuviese frente a un invisible pelotón de fusilamiento. El guión marcaba que las ráfagas de metralla acabarían con él. Esperó algunos segundos más, inmóvil y con la mirada fija en los recovecos del borde de la acera, pensando un ahogado grito «¡estoy aquí! ¡ya podéis acabar conmigo! ¡no voy a huir!». Pero nadie acababa con él. Él había «empezado» consigo mismo hacía muchísimos años, desde que le despertó la conciencia, y ahora sentía que era alguien ajeno quien debía «acabar» con él, terminarlo, definir el cierre de su círculo de forma violenta, con un punto y final.

El improbable fracaso del mal

Qué pocas voces críticas con El Sistema se oían hace dos o tres años. Todo iba de puta madre, viento en popa a toda vela, montañas de dinero por doquier. Un orgásmico carpe diem con lluvia dorada -de oro- para todo aquel que emprendía un negocio, especialmente en sectores como el inmobiliario o la hostelería. A nadie le importaba que se destapasen casos de corrupción en ayuntamientos, ni que las mafias moviesen más dinero que ellos jugando a vender droga, mujeres e inmigrantes. Qué pocos ahondaban en cuestiones metafísicas cuando estaba el bolsillo lleno: de la capa, un sayo.

Y ahora, cuando llega la desgracia, abundan las manifestaciones culturales que se preocupan por El Estado De La Cuestión, por analizar los engranajes de la sociedad actual y buscar los tres pies a un gato que tiene cinco. Tienen éxito documentales como Zeitgeist Addendum, que insiste en lo insignificantes que somos cada uno de nosotros para el devenir del mundo y lo poco que importamos a todos Aquellos Que Dirigen El Timón. También triunfan películas como The International, de la que el crítico de cine Carlos Boyero dice que:

Una película que habla con aceptable lucidez de los auténticos malos, de los que siempre disponen de escandalosos privilegios a costa de lo que sea, de los reyes de un sistema hecho a su medida y en el que los poderosos lacayos se encargan de hacerlo invulnerable. O sea, habla de los banqueros, de los que tendrán permanentemente a la gente endeudada con ellos y que fabrican un código regido exclusivamente por un término denominado ganancias […]. Hasta el más tonto sabe que las administran los villanos, pero las ficciones siguen empeñadas en hacer grandes taquillas tranquilizando al público con el improbable fracaso del mal.

Lógica poco aplastante

Premisa 1: Hay crisis económica porque ha coincidido una época de recesión global con el pinchazo de la burbuja inmobiliaria. Nos hemos acostumbrado en poco tiempo a escuchar a todas horas términos económicos: falta de liquidez (¿antes el dinero era de humo?), tipos de interés (el famoso Euríbor), deflación (bajada de precios, ¿en serio?), hipotecas «basura» (más riesgo, luego más intereses, luego más beneficios para el banco), Madoff (un espabilao), inversiones ciegas (ea, que sobraba dinero), ambición descontrolada (borrachera de dinero), falta de confianza en el mercado (ahora la economía es un estado de ánimo), y un sinfín de cosejas por el estilo.

Premisa 2: Un gobierno democrático tiene el deber, no el deber, sino la obligación, de velar por los intereses de los ciudadanos a los que gobierna. A simple vista, en el tema de la crisis, el objetivo concreto debe ser combatir el paro, asunto que nuestro Presidente comenta de forma íntima con su consorte antes de dormir.

Corolario 1: De las Premisas 1 y 2 se deduce que el gobierno español elabora un conjunto de medidas para combatir la crisis. Entre ellas, el fomento de la inversión en obras públicas y la inyección de liquidez masiva a la banca para animar el mercado favoreciendo la facilidad de crédito. Se habla de 50.000 millones de euros, que es una cantidad que no se puede contar, que irá destinada a los bancos para que éstos acepten tus propuestas de crédito.

Corolario 2: De la Premisa 1 se deduce que se reduce de manera notable el ritmo de préstamos en los bancos: ahora no le dan un crédito a nadie. Si te han dado un préstamo, hipotecario por ejemplo, o eres muy muy solvente o tendrás que pagar unos intereses muy muy elevados.

Corolario 3: Del Corolario 2 se deduce que el beneficio de los bancos se reduce porque si conceden menos créditos, ganarán menos dinero. Al fin y al cabo, simplificando, el modelo de negocio de los bancos se basa en ganar dinero a través de los intereses que cobran.

Premisa 3: Los grandes bancos presentan sus resultados del 2008 y son asombrosamente buenos. El Santader gana 8.876 millones de euros, que es una cantidad que tampoco se puede medir, y el BBVA otros cuantos millones.

Pregunta 1: ¿Cómo puede ligarse la Premisa 3 con el Corolario 3?

Pregunta 2: ¿Para qué se van a utilizar los 50.000 millones de euros que el Gobierno va a inyectar a los bancos?

Void

He estado cinco minutos pensando en escribir un post. Se me han pasado varias ideas por la cabeza: hablar de esa gran joya del cine que es ¡Qué verde era mi valle!, comentar algo del curioso documental Zeitgeist (y de su continuación, más interesante y menos demagago, Zeitgeist Addendum) o escribir un relato acerca de unas dulcísimas cerezas difíciles de conseguir. Incluso he coqueteado con el centenario de Poe y esa leyenda que cuenta que cada 19 de enero alguien deposita sobre su tumba tres rosas y una botella de cognac, semivacía, claro. Sin embargo, creo que poco puedo añadir a lo que ya han dicho tantos escritores, filósofos, periodistas, historiadores o poetas a lo largo de la historia, máxime repasando la ingente cantidad de blogs y opiniones que se vierten hoy en día en internet. Me abruma la cantidad de información y me aturde pensar que en algún rincón del ciberespacio escribe alguien con capacidad de estimular sensaciones profundas. Porque es probable que lo haya. Entonces, ¿no sería un acto de extrema egolatría escribir opiniones raquíticas, relatos planos, críticas ligeras o noticias repetidas motivados exclusivamente por la libertad de expresión que nos proporcina Internet?

Hope, Hope, Hope

¿Alguien no sabe que Barack Obama entra mañana a vivir en su nueva casa? Una casa un tanto peculiar porque no hay que pagar alquiler ni hipoteca y tiene un despacho conocido como Despacho Oval desde el cual uno puede dirigir el mundo cual Charlie Chaplin en aquella famosa escena de El gran dictador. Y conste, por descontado, que no pretendo llamar dictador a Obama. Dada la popularidad que se ha granjeado y las expectativas que ha levantado, nadie en su sano juicio sería capaz de alzar alguna crítica al flamante nuevo presidente de EEUU. Durante un largo año ha abarrotado portadas constantemente. Más diría: su supuesto «carisma» ha sido capaz de hacernos olvidar en poco tiempo a Hillary Clinton y a John McCain a pesar de la insistencia de los medios de comunicación. ¡Ya nadie recuerda la feroz batalla que libró Obama con Hillary!

Y todo eso, ¿tiene alguna explicación? Supongo que reducir a una ecuación esta cuestión conlleva simplificar el debate y despreciar muchos factores que intervienen en el asunto, sin embargo, diría que hay un motivo fundamental: si los medios de comunicación han conseguido que lleguemos a hartarnos de Obama a base de titulares y promesas es porque creen que la gente necesita un nuevo Mesías. La gran esperanza negra, lo llaman. Un presidente «diferente» encargado de afrontar un mundo «diferente» del hasta ahora vivido, por muchas y evidentes razones. Quizá las esperanzas vertidas en Obama sean desproporcionadas dada la situación actual del mundo, pero precisamente ahí radica el quid de la cuestión. La gran mayoría de la gente que vive en países megadesarrollados, y por ende en crisis, necesita esperanza: esperanza en que se resuelva la situación económica, en que se limpie la imagen de un país los de dentro y en mejorar la visión de dicho país los de fuera, en controlar el terrorismo. Y el resto del mundo contempla a Obama como a alguien cercano que les inspira una gran ilusión en un nuevo mundo.

Quiera el destino que me equivoque, pero creo que esa ilusión es infundada, que está más bien soportada por la necesidad actual de un icono que sirva de ejemplo de esperanza, la desesperada búsqueda de un motivo político en el que creer. Espero que Obama sea capaz a partir de mañana de tomar las decisiones adecuadas que no defrauden las expectativas. Yes, you can?

Madrid, marea bicolor

Atasco o elogio del Beatus Ille.

A mí una pobrecilla
mesa de amable paz bien abastada
me basta, y la vajilla
de fino oro labrada,
sea de quien la mar no teme airada.

Y mientras miserable-
mente se están los otros abrasando
con sed insaciable
del peligroso mando,
tendido yo a la sombra esté cantando.

A la sombra tendido,
de hiedra y lauro eterno coronado,
puesto el atento oído
al son dulce acordado
del plectro sabiamente meneado.

[Fray Luis de León, Vida retirada]