Pinceladas de Berlín

too rich for Monaco
too famous for L.A.
too hard for Moscow,
right for Berlin!

Es el lema de algunas de las camisetas souvenir que se venden en Berlín. No sé si será exagerado. Más bien diría que Berlín no es tan majestuosa como París, ni tan monumental como Roma, ni tan económica como Praga, ni tan fría como Moscú, ni tan multicultural como Londres. Berlín probablemente no se preocupase por esos adjetivos porque pasa de todo. No hay más que subir al metro (U-Bahn) para darse cuenta de lo ocupados que están los berlineses como para preocuparse de calificativos. Puedes encontrar a abuelas en zapatillas de deporte y gafas de sol naranjas con pinta de ir a alguna parte -con prisas a su edad-, a jóvenes que abren su MacBook mientras comen y suben su bici al metro, a ángeles rubias de piel de porcelana que leen libros en japonés, y mil etcéteras más. En Berlín parece que cada persona es sí misma, impermeable y despreocupada del qué dirán. La capital de Alemania es enérgica y dinámica.

Decadente

Quizá no se trate de una ciudad excesivamente atractiva para visitar como lo pueden ser las ciudades italianas del estilo de Roma, Venecia o Florencia, recargadas de belleza clásica y con montones de lugares señalados en rojo en las guías de viajes. Mientras paseaba por Berlín más bien me parecía que era la ciudad que proyectaba Alemania al mundo y que servía tanto de radiografía de la Historia del siglo XX como de espejo de la propia cultura alemana. El Reichstag con su anacrónica cúpula acristalada como contrapunto al poder del pueblo, la Puerta de Brandenburgo como espectadora de la historia alemana y símbolo de supervivencia, el Muro y el Checkpoint Charlie como emblemas de la Guerra Fría, el barrio de Kreuzberg como ejemplo de inmigración, Postdamer Platz como alegoría de futuro y prosperidad, la iglesia de Kaiser-Wilhel-Gedächtniskirche como recuerdo del apocalipsis de la Segunda Guerra Mundial… No son monumentos que te hagan sufrir el Síndrome de Stendhal pero sí te hacen consciente del paso del tiempo.

Y más allá del turismo diurno, el ambiente nocturno de la ciudad. Pasear por Berlín en noviembre cuando anochece y los termómetros frisan los cero grados no es demasiado agradable, de ahí que no se vea mucha gente por las calles y dé la sensación de no tratarse de una ciudad de tres millones y medio de habitantes. Sin embargo, el ambiente está ahí, en los locales de moda, en los garitos, en los pubs de mesas bajas con, casi siempre, música electrónica. Y si se habla de música electrónica, ha de hacerse desde el Tresor, cuna del techno. Ir al Tresor es vivir una experiencia única, una extreme party en palabras de la recepcionista del Hostel. El local -ha cambiado de ubicación- no puede ser más lúgubre. Se encuentra en un barrio sin demasiado movimiento y tiene apariencia de antigua fábrica abandonada. Pero es que es peor: se levanta sobre una vieja y desvencijada cárcel de angostos pasillos. Salir una vez dentro es casi una odisea. La música se divide en dos salas de la que una de ellas debería estar prohibida por ser el infierno: música que se podría definir como ruido de fábrica, luz inexistente más allá de los flashes intermitentes cada cieeerto tiempo y gente al borde del abismo. Como muestra, el DJ pincha desde detrás de los barrotes de una celda. Una experiencia única.

La oferta cultural de Berlín, para nosotros, acostumbrados a tan poquito, resulta abrumadora. Sin ir más lejos, en las cuatro noches que allí estuvimos hubo conciertos de Slipknot o Franz Ferdinand. Nosotros, sin embargo, nos decantamos por ir a un concierto de !!! (léase “chk chk chk”) en la Festsaal Kreuzberg, una suerte de local de entrada desoladora pero cargado de encanto. No es habitual encontrar conciertos de este calibre por 13 euros en una sala de tamaño relativamente pequeño en España. El concierto, para qué decir, fue brutal y con un ambiente excelente. Los alemanes respetaron durante todo el concierto sus posiciones sin parar de moverse al son de los ritmos rock-pop-dance-funk-electro de !!!. Eso sí, ha de admitirse cierta sobredosis de homosexuales poco discretos en eventos de este tipo en la ciudad gay por antonomasia.

Cúpula del Reichstag

Por último, Berlín es una ciudad de contradicción. Donde Marx y Engels pueden tener su homenaje junto a la mayor iglesia católica de Berlín (St. Hedwigs-kathedrale), donde convive la mayor comunidad gay de Europa a pesar del exterminio nazi, donde el arte puede ser concebido de formas tan distantes como en la Galería de Arte Tacheles o en el Pergamonmuseum, una ciudad puntera a pesar de la destrucción que la hizo casi desaparecer del mapa en 1945, una ciudad demasiado acostumbrada a renacer de sus cenizas como para tener miedo de ser grande.

P.S. Más fotos de Berlín en flickr…

Cuando aprendieron a no medir

Finales de marzo de 2006, Estrasburgo. Mientras los universitarios franceses se rebelaban en las aulas universitarias y convocaban manifestaciones a lo largo y ancho de la república, algunos jóvenes preferían mirar a otro lado, a ese lado que no es ningún lado. Y se quisieron con inocencia, con sentimientos rubios de ojos claros, de miradas límpias. No contaban los besos que les cabían. No medían la fuerza de sus abrazos. Sus retinas, transparentes, obviaban la visión periférica y olvidaban calcular distancias. Las sillas y mesas amontonadas taponaban el acceso a los pasillos de la facultad.

Cuántas veces he visto esta foto que entonces tomé, voyeur, y me he preguntado por el destino de esos chicos. Inevitables evoluciones que desembocan en enigmáticos mares, salados, revueltos, poderosos, sosegados. Sospecho que ya no andan por esos bancos junto al río Ill. Quizá ella se fue de la ciudad para estudiar en París y no volvió, quizá él ahora sea politoxicómano, puede que ella sea madre del hijo de otro y se haya casado con él, quién sabe si ella tuvo un grave accidente de coche y se enamoró de la enfermera que la cuidó en su convalecencia, quizá se les acabaron los besos, puede que pretendiesen empezar a medir y no encontrasen el rasero para hacerlo. Pero en la foto, ellos miran, se miran. Se preguntan, de forma retórica, en afectado francés, what are you waiting for?

Erótica urbana o De la soledad del afilador

-El ideal de vida -les dije- consiste en vivir nueve meses en el campo y tres en El Corte Inglés.

Así empieza Erótica urbana o De la soledad del afilador, novela del escritor villaescusero Adolfo M. Martínez. El estudio de la Erótica urbana sucede al que ya realizó en su día de la Erótica rural, de la que hablaremos en su día. Adolfo se define como un híbrido inestable de licenciado en Derecho, pintor, escultor, escritor, único estudiante y a la vez decano de la Universidad de Villaescusa de Haro -esto es otra historia-, y regente del Palacio Rural Universitas. Aunque él prefiere autodefinirse como la única persona que ha leído las Obras Completas de Platón y ha partido un azadón de marca Bellota. Cuando uno se enfrenta a la Erótica urbana tiene siempre presente que ha sido él el autor; por un lado, porque a poco que se le conozca se le descubren las ideas que siempre ha promulgado, y por otro, por su intelectualismo.

La novela está plagada de ideas, algunas de ellas admirablemente bien ensartadas en el discurso, que gotean en los diálogos de los protagonistas y que van desde citas de don José (por Ortega y Gasset) como interpretar las cosas con categorías freudianas es renunciar, de antemano, a comprender hasta certeras y provocadoras sentencias como con las mujeres me pasa como con las setas: me gustan mucho; pero me dan mucho miedo. Las referencias ilustradas dotan al libro de una seriedad de biblioteca que juega con la inocencia de uno de sus protagonistas e invitan a reflexionar al lector. Por su parte, las afirmaciones propias son categóricas y tienen un punto picante que desnuda la hipocresía del lenguaje y lo políticamente correcto. Es la forma que tiene Adolfo para hablar de temas trascendentales sin necesidad de profundizar en tesis sesudas y es la razón porque la que se le considera el creador de una tendencia literaria llamada tremendismo ilustrado:

  • Libertad: el día que me dejó la mujer decidí desprenderme del televisor. Para redondear más mi libertad.
  • Muerte: la muerte es que tiene mala leche, siempre te pilla cuando vas a dar un pespunte.
  • Felicidad: parece mentira que la felicidad pueda consistir en vaciar la vejiga.
  • Sex-shops: a estos sitios se viene a destilar la soledad.
  • Alcohol: el ideal del hombre es estar medio día borracho y medio día durmiendo.

Y, sobre todo, el amor, tema central de la novela encubierto en una trama que incluye sangre, cárcel, tipos raros, inventos más raros aún, la cafetería del Club del Gourmet de El Corte Inglés y conocidos lugares madrileños. El amor, enlazado con el sexo, el afecto y el tiempo que lo macera, visto desde una perspectiva particular y sutilmente provocadora. No me gustaría anticipar más acerca de la trama porque recomiendo leerlo; no creo que a nadie deje indiferente y además se trata de una novela breve de menos de 200 páginas.

Por último, la opinión de José María Alfaya al respecto, que hace hincapié en el otro gran tema de la novela. La filosofía de vida de dos personas desubicadas que dan tumbos por un Madrid que no sienten suyo y del que se refugian en las grandes alturas para mirar a vista de pájaro las conductas humanas:

En fin, yo diría que estamos ante una novela que se apoya en una trama para poder ser mejor lo que más le gusta al autor: una novela de situaciones, de otoño cheyenne, de derrotados irreductibles que se defienden en un mundo que no es el suyo comprendiéndolo mejor que los que se sienten dueños o actores principales de él.

Banksy o el arte de la calle

Todo el mundo conoce a Banksy. O eso pensaba yo hasta el otro día, que comenté algo acerca de su obra y modus operandi y los dos interlocutores pusieron cara de extrañeza…

Banksy, según la wikipedia, es el pseudónimo de un popular artista inglés conocido mundialmente por sus graffitis satíricos callejeros. Su arte urbano (recomiendo que pinchéis en el enlace y veáis sus obras; seguro que más de una os suena) es transgresor e irónico, anti-sistema y reflexivo, siempre controvertido. Sus graffitis se pueden encontrar en varias ciudades del mundo, si bien Londres siempre ha sido su principal centro de atención. Aquí o aquí podéis leer más sobre su obra.

En muchas ocasiones ha sido criticado por la confrontación entre las ideas que presenta en su obra -de protesta, anticapitalista, callejero- y su comportamiento, ya que trabaja para galerías de arte y vende sus obras a muy buen precio (hasta unos cuantos miles de libras…). Algunos de sus compañeros lo tachan de vendido y otros de vándalo (bueno, esto no es raro cultivando el arte del graffiti). En El País dijeron de él que es como Robin Hood, pero al revés: pinta para los pobres, pero le compran los ricos. Espero que algunos de los visitantes del blog, artistillas o estudiosos del arte, opinen al respecto…

P.S. Ahora está bastante de moda una exposición que ha instalado en una tienda de mascotas en Nueva York en la que los pollos son nuggets, los peces son palitos de merluza y Piolín aparece desplumado y depresivo.

Aprende

La mejor manera de aprender consiste en avivar la llama de la curiosidad, ¿para qué me voy a aprender la tabla periódica de los elementos si yo no veo átomos por ningún lado! ¿por qué quiero saber cuál es el sujeto de esa oración si sé comunicarme en castellano sin problemas! ¿para qué narices sirven las integrales! Quizá si algún docente consigue hacer que un joven alumno de bachillerato se haga esas preguntas con inquietud haya logrado el 80% de lo necesario para la educación formativa de ese joven.

Pero claro, los inconvenientes que surgen a la hora de plantar la semilla del ansia por saber son muchos hoy en día: desde la facilidad con la que esos alumnos tienen lo que quieren hasta la desesperación de los profesores, más ocupados en amansar las jaurías de fieras de las clases del instituto que en enseñar (muy a su pesar, por descontado).

¿Y cuál es la solución? Las clases particulares. Pero claro, eso es un mundo porque dejas a tu hijo en manos de un desconocido que quizá sólo piense coge el dinero y corre. Solución: ¡¡¡contratar a mi hermana!!!

Y ahora viene la publicidad: se ofrece ingeniera química (a falta del PFC) para dar clases particulares de cualquier materia hasta Selectividad y de algunas de la carrera de ingeniería química (que se pase ella y opine) , en Ciudad Real, a buen precio, con disponibilidad de horarios. Probablemente no sepáis que ella es una profesora muy motivada porque lo es por vocación, y sus resultados casi siempre han sido buenos porque sabe ponerse en el asiento del alumno y es muy consciente de que en la mayoría de las ocasiones los fracasos nacen más de la falta de motivación y de la desorganización a la hora de estudiar que de la capacidad propia. Y no sólo lo sabe.

P.S. Sé que a la mayoría de la gente que lee este blog no le interesa este anuncio, pero si alguno, por cualquier casual, conoce a alguien interesado en recibir clases de instituto o química, le agradecería que me lo comentase. Para ello, podéis mandarme un mail a mi correo (que es tan sencillo como el nombre del blog más @gmail.com) o dejar un comentario en este post. ¡Muchas gracias!

¿Por qué sueñas lo que sueñas?

Sueñas, sweet dreams,
ansías y deseas.
Martin Luther King: I have a dream.
Dinero, por ejemplo. El sueño de Amancio Ortega:
a mi madre no le volverán a decir en la tienda de ultramarinos que no le fían más.
Un hombre, varias ilusiones:
dinero, ser el más rápido, ser el mejor, dinero,
saber más, tiempo
(¿para qué tiempo?),
ver el mundo, empaparse de culturas,
emborracharse tranquilo,
ir al fútbol y que gane tu equipo.
En Léolo: porque sueño yo no lo estoy.
Rodar la peli de éxito, lograr el cómic perfecto,
que tus hijos sean más listos, más altos, más fuertes,
tener el poder.
Everybody has a dream (Billy Joel).

¿Y por qué tus sueños van a ser mejores que los del otro?
¿Y por qué no quieres lo mismo que el prójimo?
¿Y por qué no me atraen tus ambiciones?
¿Y por qué sueñas lo que sueñas?

Globalización inversa

¿Qué es la globalización para mí? ¿Qué hace por mí? Gracias a las avanzadas infraestructuras de telecomunicaciones puedo estar en todo el mundo de forma simultánea. Aunque parezca ciencia-ficción, puedo pasear esta soleada mañana de sábado por París gracias a Google Street View. Sería capaz de estar en poco tiempo tomando café en New York, aunque ahora ya no haya vuelos en Concorde.

Conozco el modo de vida de tribus aborígenes australianas, indígenas del Amazonas, ejecutivos de Hong Kong, niños de las favelas de Río de Janeiro, Kobe Bryant o médicos nórdicos. No hay fronteras y el mundo se hace pequeño. Los negocios son globales, el dinero de hipotecas subprime firmadas en Estados Unidos influye en el patrimonio de mi primo. Conozco a gente de cualquier rincón del planeta, y puedo estar en contacto con ellos a cualquier hora. Algunos aprovechan para comprar juegos en Japón y un humilde trabajador de ojos achinados empaqueta un envío a Pedro Muñoz. El precio de un kilo de trigo en Villaescusa de Haro, Cuenca, influye en la cantidad de comida que podrá pagar un padre de familia en Calcuta, La India.

Los entramados sociales y comportamientos se exportan entre aquellos con acceso a los global mass media, y por eso veo por mi pueblo pasear a jóvenes con camisetas XXXXL de los Knicks, colgantes de oro y música made in Detroit, y por eso veo cómo hay grupos de música ingleses que despiertan fervor mundial antes de sacar su primer disco. No sé si esta sucesión de ejemplos consigue mi propósito, creo que uno puede hacerse una idea de las consecuencias de la globalización en su vida, en nuestra vida, habitantes del mundo ADSL y televisión.

Ceremonia del Pago a la Tierra

Pero hay otro mundo, y está en éste. En la imagen vemos a un Paco (equivalente al Chamán de la selva) que dirige un rito ancestral de origen inca en el cerro Huanac, Acomayo, Cuzco, Perú, en el que se hacen ofrendas a la madre tierra y a los Apus (espíritus de los antepasados que viven en los cerros) antes del inicio de una actividad vinculada a la naturaleza. En concreto, este ritual se celebra en honor del Programa Willay, que persigue acercar las telecomunicaciones a lugares remotos de Perú. Parece una paradoja que este señor andino, aislado y desconocedor del mundo más allá de su pequeño ámbito de influencia, rece para que las generaciones venideras se comuniquen a través de mensajería instantánea con sus OLPC.

Niños peruanos con OLPC

¿Cuánto cambiará la perspectiva del mundo de los pequeños peruanos con este tipo de avances? ¿Qué sentirán al leer en la Red noticias que hablan de miles de millones de dólares cuando ellos sólo se preocupan de comer? ¿Qué es la globalización para ellos, ahora y después?

El almuerzo desnudo

El almuerzo desnudo es una controvertida novela del extravagante William Burroughs en la que, desde un prisma surrealista y brutal, se narra el descenso al infierno de los drogadictos. El libro es realmente impactante y terriblemente despiadado. Esta tarde, barriendo los rincones del ordenador, me he encontrado con algunas citas que copié cuando lo leí hace años… Ahí las dejo:

  • La droga es el producto ideal, la mercancía definitiva. No hace falta literatura para vender. El cliente se arrastrará por una alcantarilla para suplicar que le vendan. El comerciante de droga no vende su producto al consumidor, vende el consumidor a su producto. No mejora ni simplifica su mercancía. Degrada y simplifica al cliente. Paga a sus empleados en droga.

  • Si venía a visitarme algún amigo –y rara vez venían, puesto que quedaba poco que visitar de mí- seguía allí sentado sin importarme que hubiese entrado en mi campo visual –una pantalla gris cada vez más confusa y más débil-, ni cuándo fuese a salir de él.

  • Willy está ciego de pincharse en el globo del ojo, tiene la nariz y el paladar comidos de esnifar caballo, su cuerpo es una masa de cicatrices, de tejido duro y seco como madera.

  • La coca es un deseo puramente cerebral, una necesidad sin sensación, sin cuerpo, una necesidad de fantasma terrenal, ectoplasma rancio barrido por un viejo yonqui que tose y escupe en las mañanas enfermas.

  • Yo también había hecho alguna estupidez aquí o allá. ¿Quién no? Aquella vez, por ejemplo, que el anestesista y yo nos bebimos todo el éter y el paciente se despertó y me acusaron de cortar la cocaína con detergente.

Es curioso que uno de los drogadictos más grandes de la historia haya escrito uno de los más sonoros alegatos en contra de esas sustancias. Leyendo el libro se le quitan a uno las ganas de meterse.