Cerdeña y sus playas

Cerdeña, paraíso mediterráneo, es la segunda isla más grande y poblada del Mare Nostrum, en ambos parámetros solo por detrás de Sicilia. Su forma se podría simplificar como un rectángulo de 240 Km. de alto y 100 Km. de ancho, con una superficie total poco mayor que la provincia de Badajoz. Y sin embargo, qué cantidad de esencias contiene y qué multitud de elementos atractivos ofrece.

Cerdeña es una isla de contrastes. Quién haya estado en Orgosolo y en Porto Cervo sabe de lo que hablo.

Orgosolo es un pueblo áspero colgado de la ladera de una montaña y ubicado en el interior de la isla. Orgosolo tiene fachadas de bloques grisáceos sin terminar, vecinos de ceño fruncido, aceras descuidadas y trato distante. No en vano, se encuentra en la zona denominada Barbagia, que viene de Bárbaro, por la imposibilidad que encontraban diferentes conquistadores de la isla para reducir a la población de esta agreste región sarda, tanto por las dificultades orográficas como por la capacidad de lucha de sus gentes. En concreto, Orgosolo se convirtió en un referente de resistencia pacífica y obstinada contra la ocupación militar en la lucha de Pratobello. En Orgosolo gustan más de pelear que de sonreír.

La antítesis está a unos 150 Km. y se llama Porto Cervo, capital de la Costa Esmeralda, símbolo de riqueza y ostentación, destino vacacional de Berlusconi y de eso que se llama «jet set». En Porto Cervo se respira poderío económico, calles pulcras, jardines milimétricamente cuidados y coloridos, un puerto plagado de yates indescriptibles anexos a un concesionario de Rolls Royce. No hay apenas coches en las calles porque todos tienen garaje, y tampoco hay sitio donde aparcar, al menos sin pagar. Aunque no lo comprobé, dicen que para pagar una botella de agua o un espresso necesitas un billete. Y por si fuese poco el agua del mar brilla cristalina, limpia y de color, eso, esmeralda.

En Cerdeña se percibe un gran contraste entre la calidad de vida del acaudalado norte, gracias al aséptico turismo pudiente, y el empobrecido sur, afable y sosegado. También se descubre un gran contraste entre las paradisiacas playas costeras y el agreste interior, de monte virgen y paisajes cambiantes. Atravesar el interior de Cerdeña requiere trayectos lentos por carreteras secundarias entre montañas abruptas y curvas sinuosas.

No obstante, el mayor atractivo turístico de Cerdeña son las maravillosas playas que bañan su costa por todo su perímetro. Sin poder valorar todas, a continuación describimos algunas fundamentales, cada una por un motivo diferente:

Golfo del Orosei (Cala Gonone, Este)

No es una playa, sino un golfo con varios kilómetros de costa en el Parque Nacional del Golfo del Orosei desde el pueblo de Cala Gonone hasta el Capo Monte Santo. En esta costa conviven algunas de las calas más impresionantes del mundo, de aguas cristalinas, rocosas y protegidas por acantilados y la característica elevación de la isla; no en vano algunas de las calas solo son accesibles a través del mar. Las más conocidas son Cala Goloritze, Cala Luna y Cala Mariolu, ejemplos de naturaleza virgen y aguas tranquilas. Si tuviese que estar solo un día en Cerdeña lo invertiría en esta región.

Playa La Pelosa (Stintino, Noroeste)

La Pelosa es posiblemente la playa más conocida y valorada de la isla, ubicada en la punta noroeste y enfrentada al Parque Nacional de Asinara. Y claro, al ser tan conocida, está repleta de bañistas y de vendedores de toallas. Lo merece por sus aguas transparentes y calmadas, su limpieza y su poca profundidad en muchos metros de costa. La Torre de la Pelosa le da también un punto de colorido al paisaje.

Cala Li Cossi (Costa Paradiso, Norte)

Una cala que se encuentra en un municipio denominado Costa Paradiso tiene que ser atractiva ya de por sí. El romanticismo de esta pequeña cala encerrada entre montes radica en el paseo a pie de alrededor de 1 Km. que hay que recorrer para alcanzarla a través de un sendero bien señalizado y con unas vistas inolvidables. Esta playa es cómoda, tranquila y apropiada para el snorkel por la variedad de peces que contienen sus aguas.

Playa Is Aruttas (Oristano, Oeste)

Is Aruttas es también una de las playas más conocidas de Cerdeña, posiblemente por encontrarse en uno de los municipios más grandes de la isla, Oristano. La playa está formada por pequeñas piedrecitas de cuarzo blanco que le dan un color característico que resplandece sobremanera en el atardecer. Tiene todos los servicios, incluso duchas de agua dulce, y se alcanza en coche a través de una pista de tierra.

Playa Le Dune di Piscinas (Arbus, Suroeste)

Para llegar a Piscinas hay que atravesar la escarpada Costa Verde sarda, impagable paisaje de montañas de denso arbolado, y solo por eso ya merece la pena. Además, unos kilómetros antes de llegar se atraviesa una zona minera abandonada vecina a Ingurtosu fotogénica y reflexiva. Y a medida que te aproximas a la playa, la vegetación se va confundiendo con altas dunas de arena, de donde recibe su nombre la playa, de las piscinas que se forman de agua estancada entre las dunas. La playa es ancha y larga y de arena finísima y llama la atención que haya tanta gente en un lugar tan poco accesible. Por algo será.

Cala Brandinchi (San Teodoro, Este)

Cala Brandinchi y Lu Impostu son dos playas gemelas ubicadas en el municipio de San Teodoro, de fácil acceso y señalizadas, pero con parking de pago común, eso sí. Cala Brandinchi dicen que es la «pequeña Tahití» por sus aguas cristalinas y salvaje vegetación colindante, además de por su ancha franja de agua en la que «se hace pie». Por la zona en la que se encuentra, tiene mucha vida.

Playa Capriccioli (Arzachena, Noreste)

Esta playa se encuentra en el corazón de la archiconocida Costa Esmeralda, vecina a Porto Cervo y Olbia, y también tiene parking de pago. Resulta redundante decir que el color de sus aguas es hiptonizante. Dada la zona residencial pudiente en la que se ubica, se respira ambiente de riqueza y ostentación y se divisan los cuerpos bien bronceados. Desde la orilla se pueden ver los veleros y yates pasear por el mar y soñar con una vida así.

Hay muchas más, es difícil equivocarse de playa en Cerdeña, aunque todas las enumeradas son representativas y atractivas. Qué pena que ahora solo quede mirar las fotos y no disfrutarlas en vivo.

Gemelos de pueblo

En su archiconocida Teoría de la Relatividad, Einstein pintó la relación curva entre el tiempo y el espacio, y en esas dejó anonadada a lo que se suele llamar comunidad científica internacional. Venía a decir que el tiempo no es constante, sino que se deforma y varía en función del observador y de la velocidad del movimiento relativo. Simplificando hasta el absurdo, significa que el tiempo es mayor cuanto menor sea la velocidad del movimiento.

Para que lo entendamos los mortales, Einstein propuso la Paradoja de los Gemelos, según la cual si hay dos gemelos y uno se queda en la Tierra y al otro se le manda a hacer una excursión por las estrellas a casi la velocidad de la luz, cuando este regrese será más joven que su hermano estacionario. ¿Por qué? Porque el gemelo «viajero», al moverse a mayor velocidad, habrá «vivido» un tiempo menor, es decir, el tiempo habrá corrido para él más despacio.

Los pueblos tienen mucho de teoría de la relatividad y deformación espacio-temporal. Quién haya vivido en un pueblo sabe de sobra que el tiempo corre más deprisa porque el movimiento es lentísimo. Los acontecimientos se suceden al ritmo de una anciana tortuga, sin grandes sobresaltos en la vida cotidiana, y de repente, plas, te has comido un año, una década, una vida. Sin darte cuenta. Los pueblos son el gemelo que se queda en La Tierra.

La infancia es lo contrario, un estrecho periodo pero tan a rebosar de emociones y descubrimientos que parece que dura media vida. La infancia es el gemelo que viaja a las estrellas.

José Mota, también de pueblo manchego, lo explicó de forma desternillante en un sketch de la Blasa con Eduard Punset. La Blasa da una lección de la deformidad espacio-temporal relatando lo que tarda la Requenense en llegar de Valdepeñas a Montiel porque el autobusero sabe que el tiempo es curvo y entonces hace el recorrido por Argamasilla, Terrinches y Albaladejo. «¿Pudiendo ir recto pa’ qué dar la vuelta? Porque el tiempo es curvo». La Blasa es el gemelo que viaja a las estrellas.

Aunque la relación sea frágil, uniendo recorridos curvos, humor y vida de pueblo, me viene a la mente un diálogo de la imprescindible Amanece que no es poco:

– ¿Por qué anda usted en zig-zag, señor Nge?
– Porque así se tarda más en hacer el recorrido y se piensa mejor adónde va uno, hijo.

El señor Nge es el gemelo que se queda en La Tierra.

El movimiento en los pueblos, decíamos, suele ser apenas imperceptible, al ritmo del tractor y no del taxi, donde arrancar un árbol muerto supone un acontecimiento tan notorio como que en una ciudad se edifique un barrio nuevo. Cada vecino tiene sus rutinas grabadas a fuego; se mira el reloj de pared del bar si han pasado cinco minutos de la hora habitual del café y no ha venido, algo ha debido pasar. A algo así se referiría Pessoa cuando en El libro del desasosiego decía «sabio es quién monotoniza la existencia, puesto que entonces cada pequeño detalle tiene un privilegio de maravilla.»

Tenemos tantos millones de fotos en el smartphone y el disco duro que ya ninguna es una fotografía inolvidable. La fotografía impresa es el gemelo sedentario.

Su odio nuestra sonrisa y Bartolín en Irún

Neutral Milk Hotel
Neutral Milk Hotel o un grupo que se descubre de rebote y resulta ser imprescindible

And when we meet on a cloud
I’ll be laughing out loud
I’ll be laughing with everyone I see
Can’t believe how strange it is to be anything at all.

[In The Aeroplane Over The Sea, Neutral Milk Hotel]

¿Os acordáis de Bartolín? Aquel ex-concejal del PP en La Carolina (Jaén) que desapareció en el 98. Se ausentó del pueblo en el que era concejal de deportes y apareció lejísimos, casi en otro país, en Irún, sin documentación y casi sin dinero. Hubo miedo a que fuese un secuestro de ETA; el caso de Miguel Ángel Blanco había ocurrido pocos meses antes, el ambiente era muy tenso: un andaluz del PP que desaparece en Euskadi. Y resultó que Bartolín, con su cara dura y sus 27 años, simuló su propio secuestro. El teléfono móvil lo delató. El miedo político y social pronto transmutó en sorna y a Bartolomé Rubia le cortaron las alas: expulsado del partido y la risión de su pueblo. De héroe a caricatura.

El otro día Joaquín Sabina confesó que su íntimo amigo José Tomás le había recomendado tirarse unos pedos antes de salir al escenario para relajarse, que era una táctica que él también usaba en la previa del paseíllo, ¿harán lo propio Rajoy antes de subir al estrado o Sara Carbonero antes de entrar en directo?

«Su odio nuestra sonrisa» pregonan. Me mosquea que quieran venderme «alegría» y «sonrisas», ¿quién te las distribuye para poder comerciar con ellas? ¿con qué legitimidad te permites comerciar con mis emociones? Sé que sois unos profesionales del marketing y unos genios de la política comunicativa, pero os pediría que negociéis con las ideas, no con los sentimientos. Sois un fenómeno fascinante pero todavía tenemos que descubrir si hay pedos detrás de las consignas.

Ayer telefoneé a un amigo que casualmente estaba en una subasta de arte por Madrid; no como comprador, sino como vendedor, intentando encasquetar un cuadro a alguna ricachona. Obviamente, las casas de arte no subastan todo lo que les llega, sino que tienen un filtro exigente, lo que significa que hay margen de maniobra para darles gato por liebre. Me contó que ayer tarde vendieron un Sorolla por una cantidad de cinco cifras y que él consiguió sacarse cuatro cifras por uno que le había costado dos. Un buen negocio en un mundo que tiene mucho de bolsa y poco de sensibilidad, donde señoras de setenta y cinco llevan tanga y se tiran pedos antes de hacer su puja ganadora.

Y en el reloj de antaño como de año en año

Alhambra nocturna
La Alhambra, joya del patrimonio nacional.

Sólo quedará sin probar un sentido:
el del ridículo por sentirnos libres y vivos.

[Qué bien, Izal]

Hace dos años ya publiqué sin pudor un egopost para engavillar sensaciones y acontecimientos del año vivido. Si entonces me atreví, por qué no ahora. Conviene hacer recuento de vez en cuando y corregir desvíos en la brújula. Si no miras atrás es difícil orientar el camino, como cuando pintas las líneas de cal del campo de fútbol, que si coges la marcadora y te encaras hacia delante, sin tomar referencias detrás, cuando llegas al córner opuesto te das la vuelta y te avergüenzas del churro de cal que te precede. En fin, en 2014…

Me desvirgué como testigo delante de un juez mientras el fiscal arremetía contra mis decisiones. La verdad se impuso y el juez desestimó la demanda.

Percibí el poder del mundo antiguo paseando por el patio de los leones de La Alhambra durante una agradable noche de junio.

Celebré el X Aniversario Erasmus 2004-2014 rememorando por Udine un tiempo pasado de cine, frío, italiano, soledad y alcohol. Repitiendo spritz con bruschetta de lardo en la Polse, repitiendo pizza de ricotta y prosciutto San Daniele acompañada de birra Moretti, repitiendo por enésima vez el paseo desde el videoclub hasta el piso sobre la tienda de periódicos, viajando otra vez en los trenes regionales de los mil retrasos y cancelaciones.

Competí en varias pruebas de MTB del circuito provincial para darme cuenta de lo fina que es la línea de la decepción y la satisfacción, del sufrimiento y el gozo. Y alabé a la naturaleza por su capacidad para ofrecer trazados singulares en cualquier entorno.

Fui presidente del jurado de la gala de Carnaval de un pueblo vecino, sin saber de disfraces ni de samba. Respiré aliviado cuando comprobé que el público aprobaba mi veredicto. Lo pondré en el currículum.

La suerte de la lotería de Navidad me sonrió en forma de cesta de turrones; desde que me tocó un año de taekwondo gratuito en el gimnasio de Mota hace unos 16-18 años no había acertado. Lo importante es ganar, qué se gana es tangencial.

Oficié cuatro bodas civiles, lloraron tres novios y dos novias, y me aprendí de memoria que «en virtud de los poderes que me concede el Estado Español, yo os declaro unidos en matrimonio». Ya me resulta extraño asistir a una boda como invitado.

Descubrí el carnaval callejero de Cádiz entre desnudos y fríos baños en el Atlántico y chirigotas en tarimas de pubs decadentes.

Dediqué multitud de horas a la elaboración de una guía turística de referencia de Villaescusa de Haro: documentación, redacción, síntesis, corrección, fotografía, maquetación. Considero personalmente que el trabajo ha merecido la pena, aunque las fotografías en solo unos meses hayan quedado obsoletas porque el convento dominico ya luce cubierta y a la fuente «romana» le brillan nuevos muros.

Descubrí que a un guardia civil no le gustan los gintonic después de comer. Él se lo pierde.

Me empapé de política con el libro autobiográfico Fuego y Cenizas de Michael Ignatieff y con la serie House of Cards, dos visiones contrapuestas de ambiciones similares.

Descubrí que un folio podía ser un gran regalo de cumpleaños.

Me tropecé en la catedral de Cuenca con los presidentes de mi país, mi comunidad y mi provincia. Una simpática anécdota.

Sentí cómo la música de Massive Attack en directo cosquilleaba mi alma aunque algunos digan que escucharlos en Benidorm es como tomar un gintonic premium en una taza de café.

Comí, por supervivencia y por placer: canelones de pato en la Parrilla Albarracín de Zaragoza, pescaíto en Lute y Jesús de Almuñécar, pulpo a la brasa en el Fogón de Enrique de Mota, solomillo de jabalí en La Bodeguita de Consuegra, calamares en Las Rejas de Las Pedroñeras, bacalao «a la portuguesa» en Los Castuos de Badajoz, huevos rellenos en Casa Petra de Miguelturra, y mucho más.

Viví ese instante en el que se congeló el tiempo para que Sergio Ramos levitase y golpease con su alma un balón al fondo de las redes. Luego dicen que el fútbol es solo un juego.

Sufrí los lanzamientos de Marc cuando el balón no cabía por el aro y la maldita Francia nos robaba una ilusión dada por hecho. Me acosté intentando convencerme de que habían perdido ellos, como si tuviese que sacudirme la decepción.

Solo corrí una gran carrera a pie y conseguí terminar contento el recorrido de 5,45 Km en 22’07» (4’04»). Mi satisfacción no fue completa porque mi cabeza coartó la fuerza de mis piernas sin consentimiento de mi espíritu.

Me acerqué a ver a San Antonio de Padova para enseñarle que había hecho un buen trabajo.

Adquirí destreza en el noble arte del tute subastao tras multitud de calaverazos. Rezo para no pasar nunca al bando de los espectadores con ínfulas de profesor omnipotente.

Firmé insulsos convenios que nunca dejarán impronta en la calidad de vida de los vecinos.

Traje una bicicleta eléctrica del hospital de parapléjicos de Toledo y me emociono al pensar que trabaja diariamente para convertir sueños en realidad.

Hubo unas elecciones que supusieron en el pueblo el espaldarazo generalizado al rival y en España el nacimiento de una ilusión.

Celebré mi segundo aniversario en DocPath constatando que la curva de aprendizaje va perdiendo desnivel.

Repetí tantas veces «Dios proveerá» que ahora Él tiene la responsabilidad de no fallarme.

Maté muchas moscas pero muchas sobrevivieron.

La democracia está sobrevalorada

Frank Underwood
Frank Underwood, un hombre sin amigos

Te sentaste justo al borde del sofá
como si algo allí te fuera a morder.
Dijiste: «Hay cosas que tenemos que aprender,
yo a mentir y tú a decirme la verdad,
yo a ser fuerte y tú a mostrar debilidad,
tú a morir y yo a matar.»

[Nacho Vegas, Morir o matar]

No debería haber visto House of Cards. No debería haberme dejado absorber por esa historia de ficción de la política norteamericana que dibuja un boceto desolador de buitres e intereses cruzados. Ahora vislumbro segundas intenciones y deseos oscuros por doquier, un panorama triste y desesperanzado de la política y, en definitiva, de nuestro lugar en el mundo.

Su protagonista, Frank Underwood (genial y avasallador Kevin Spacey), es un demócrata de armas tomar capaz de todo con tal de ir escalando en sus ambiciones personales, despiadado y frío, un político de los que no dan puntada sin hilo, incluso aunque la aguja tenga que atravesar mantos de diamante y acero. Para él «sólo hay una regla: cazar o ser cazado», así de simple y descarnado. Es más, repite que «los amigos son los peores enemigos» y que «no existe la justicia, sólo partes satisfechas.» Frank es una persona que siempre encuentra una forma de ejecutar sus planes para satisfacer sus deseos. Lo bueno de la política es precisamente eso, que siempre existe una fórmula para dar forma a una idea; lo malo de la política también es eso, que la idea puede no ser noble, ¿verdad, Frank?

Aplaudiría a los guionistas de la serie si no fuese por la ducha de realidad cruel que te echan encima. Podemos pensar que la serie es una caricatura exagerada de la realidad y que sus personajes son deformaciones desalmadas, pero nos pone cuanto menos en la encrucijada de la reflexión. House of Cards supura un darwinismo social desmesurado. Sus personajes, más allá del protagonista mencionado, son amigos de las decisiones rotundas y las conversaciones breves, como Remy Danton o Raymond Tusk, símbolos de los lobbies exigentes que «informan» a las altas esferas. La mujer de Frank, Claire, traza también un papel fundamental en la perspectiva que del poder tiene el matrimonio, con su verbo afilado y su elegancia imponente. Se podría hablar de muchos personajes y su verosimilitud, de la joven e intrépida periodista Zoe Barnes, del jefe de gabinete implacable Doug Stamper, del dubitativo presidente de los EE.UU. Garrett Walker, o de muchos otros protagonistas de esta trama de poder y cartas escondidas en la manga.

No debería haber visto House of Cards, pero la he visto y la recomiendo. Más aún, diría que entra al top ten de mis series predilectas, junto a The Wire, Six Feet Under, The Office, Treme, Breaking Bad, Fargo, Los Soprano, The Shield y True Detective. Por ejemplo.

P.S. Seamos sinceros: no creo en Frank Underwood, hay esperanza.

P.S.P.S. El título del post es una de las citas célebres del amigo Underwood.

Un lugar llamado mundo, un concepto llamado ilusión

Fischer y Monedero
Ajedrecistas, Bobby Fischer y J.C. Monedero

Hay un hombre aferrado a un piano
la emoción empapada en alcohol
y una voz que le dice: «pareces cansado»
y aún no ha salido ni el Sol.

[Ana Belén, El hombre del piano]

He estado leyendo durante esta semana la atractiva serie acerca del ajedrecista Bobby Fischer que publicó E.J. Rodríguez en Jot Down, a razón de un capítulo diario de lunes a domingo. El sabor final, un coitus interruptus, como la vida profesional del genial neoyorquino, desaparecido de la escena público desde lo más alto del título mundial logrado en 1972. El resto es leyenda.

La conclusión evidente de la narración de su vida es que Bobby, más que un genio o un niño prodigo, era un obstinadísimo empollón. El ajedrez no se restringe al ámbito de la inteligencia, sino que es un juego en el que la creatividad baila en el acotado redil de la memoria. Si Fischer era el mejor, valorando de forma justa su inalcanzable cociente intelectual, era por su trabajo continuo y estudio obsesivo de las partidas de la historia del ajedrez. Era capaz de recordar en un momento dado una partida memorizada del s.XIX por similitud con las alternativas presentadas por un rival. Al final todo es trabajo, y pasión.

Fischer era un simple ajedrecista y, sin embargo, las circunstancias lo convirtieron en un símbolo de identidad nacional, la punta de lanza de la lucha capitalista contra el comunismo en la Guerra Fría, la respuesta a la inacción, la materialización de una esperanza de victoria supradeportiva. Fischer representa el concepto 2 de ilusión cuando traspasa la frontera del concepto y se hace carne.

www.rae.esIlusión: 1. Concepto sin verdadera realidad, sugeridos por la imaginación o causados por engaño de los sentidos. 2. Esperanza cuyo cumplimiento parece especialmente atractivo.

Juan Carlos Monedero no sé si juega al ajedrez pero su foto de twitter, la de arriba, es pose ajedrecística. Monedero, ideólogo de pOdemos, de estética comunista a lo Bertolt Brecht, escribió hace tiempo un libro vivo denominado «El gobierno de las palabras». Qué casualidad que me lo prestaron justo en mi iniciación política hace tres años, cuando era un desconocido profesor de políticas, muy buen orador según sus alumnas. Hace poco lo desempolvé para intentar ir conociendo los cimientos del nuevo fenómeno político español.

«El gobierno de las palabras» es un libro absorbente, tremendamente denso y analítico, y también empalagosamente intelectual, con multitud de referencias filosóficas y análisis de ideas teóricas. Me dan ganas de colgarlo como hiciese Duchamp: “La idea es de Duchamp, dejar un libro de geometría colgado a la intemperie para ver si aprende cuatro cosas de la vida real. Lo vas a destrozar, dijo Rosa. Yo no, dijo Amalfitano, la naturaleza.”

pOdemos es, como Fischer, una ilusión. Más aún: no es una esperanza política sino una esperanza vital, lo que supone un tremendo peso sobre sus espaldas. Una carga inaguantable, considero. El tiempo irá explicando, como suele, a qué acepción de «ilusión» se circunscribe pOdemos, valga la redundancia.

El amor nos destrozará

El amor nos destrozará
Epitafio de Ian Curtis.

Me decías, lo que media
entre tú y tu soledad
es un trecho que no puedo abarcar.
Yo le preguntaba al cielo,
sin disimular el miedo,
cómo voy a vivir
cuando te canses de mí,
cuando te canses de mí.

[Nacho Vegas, Cuando te canses de mí]

A las fiestas de septiembre vinieron dos chavales a poner sendos puestos, uno de colchonetas y otro de juguetitos y condumio. Uno olía mal, conversé con el otro, el de las colchonetas. Es curioso el mundo de «la feria», como lo llamaba él repetidamente, un mundo que él mismo no dudaba en calificar de rastrero y cruel, de malas intenciones y despiadado, sobre todo entre los mismos feriantes. Debe ser duro no tener una ducha a mano y dormir en una furgoneta todo el verano, por eso aunque no era ni mayor de edad estaba ya muy curtido. «A mí no me gustaba estudiar, pero sí me gustaba tocar los billetitos como taquillero, por eso pronto me puse a trabajar, dinerito fresco y libertad. Es lo que he elegido.» Sabía trampear y ser consciente de qué números hay que cuadrar, conocía las sucias tácticas de los rumanos que colocaban sus colchonetas al lado a menor precio y cómo debía mantener su bandera izada para ganar la batalla posicional. Su tío le había enseñado a lavarse y vestirse con dignidad a pesar de los factores en contra, por eso alrededor de las tres cuando no había nadie por el pueblo se acercaba a la fuente y se daba un remojón como podía. Le ofrecí el vestuario de la piscina municipal. Una parte de su familia lo marginaba por ser feriante, profesión denostada, malas compañías. «En la feria no se regala nada». Doy por hecho que entre él y su soledad también mediaba un trecho difícil de abarcar.

El objetivo de un político no es buscar el bien común, sino que es ganar. Aunque algunas veces conseguir ganar conlleve lograr el bien común. No sé si eso es una cita célebre de algún personaje célebre, pero podría serlo. En política también media un trecho difícil de abarcar entre el ciudadano y la soledad.

Hoy publica elmundo.es un artículo genial de Antonio Lucas sobre Ian Curtis, leedlo, es un gozo. «Ian Curtis pertenece a esa genealogía lunática de los nacidos para arder. Aquellos que trabajan a pleno rendimiento contra sí mismos. Y emocionan. Y desconciertan. Y exigen lealtad en esa compañía hacia el subsuelo.» Entre muchas otras perlas poéticas y lúcidas. Entre Ian y su soledad no mediaba ningún trecho, eran lo mismo. Su epitafio: «El amor nos destrozará».

Enormísimo cronopio

Se cumplen cien años del nacimiento de Cortázar. Cuando yo era universitario, no sé si hace diez años o diez siglos, promovíamos en la residencia de estudiantes de vez en cuando actividades culturales después de cenar, generalmente «cinefórums» (algunos todavía están buscando dónde cayó el hueso que lanzó el mono junto al monolito de «2001», y dos siguen debatiendo si Rick Deckard es un replicante). Una de esas noches se planteó un pequeño homenaje a Cortázar con lectura de fragmentos de sus textos y el visionado de la entrevista que le hizo Joaquín Soler Serrano en el programa «A fondo». Al terminar de cenar un chaval de la residencia me preguntó: «¿ese señor del cartel va a venir esta noche a leer?». Y estábamos en la universidad, educación «superior».

Leímos «El almuerzo», entre otros:

No sin trabajo un cronopio llegó a establecer un termómetro de vidas. Algo entre termómetro y topómetro, entre fichero y curriculum vitae. Por ejemplo, el cronopio en su casa recibía a un fama, una esperanza y un profesor de lenguas. Aplicando sus descubrimientos estableció que el fama era infra-vida, la esperanza para-vida, y el profesor de lenguas inter-vida. En cuanto al cronopio mismo, se consideraba ligeramente super-vida, pero más por poesía que por verdad. A la hora del almuerzo este cronopio gozaba en oír hablar a sus contertulios, porque todos creían estar refiriéndose a las mismas cosas y no era así. La inter-vida manejaba abstracciones tales como espíritu y conciencia, que la para-vida escuchaba como quien oye llover -tarea delicada. Por supuesto la infra-vida pedía a cada instante el queso rallado, y la super-vida trinchaba el pollo en cuarenta y dos movimientos, método Stanley Fitzsimmons. A los postres las vidas se saludaban y se iban a sus ocupaciones, y en la mesa quedaban solamente pedacitos sueltos de la muerte.

P.S. Termino de escribir esto, busco en el blog si alguna vez he escrito acerca de Cortázar y justo me encuentro una entrada plagiada inconscientemente (¡incluso en el título!).