Void

He estado cinco minutos pensando en escribir un post. Se me han pasado varias ideas por la cabeza: hablar de esa gran joya del cine que es ¡Qué verde era mi valle!, comentar algo del curioso documental Zeitgeist (y de su continuación, más interesante y menos demagago, Zeitgeist Addendum) o escribir un relato acerca de unas dulcísimas cerezas difíciles de conseguir. Incluso he coqueteado con el centenario de Poe y esa leyenda que cuenta que cada 19 de enero alguien deposita sobre su tumba tres rosas y una botella de cognac, semivacía, claro. Sin embargo, creo que poco puedo añadir a lo que ya han dicho tantos escritores, filósofos, periodistas, historiadores o poetas a lo largo de la historia, máxime repasando la ingente cantidad de blogs y opiniones que se vierten hoy en día en internet. Me abruma la cantidad de información y me aturde pensar que en algún rincón del ciberespacio escribe alguien con capacidad de estimular sensaciones profundas. Porque es probable que lo haya. Entonces, ¿no sería un acto de extrema egolatría escribir opiniones raquíticas, relatos planos, críticas ligeras o noticias repetidas motivados exclusivamente por la libertad de expresión que nos proporcina Internet?

Hope, Hope, Hope

¿Alguien no sabe que Barack Obama entra mañana a vivir en su nueva casa? Una casa un tanto peculiar porque no hay que pagar alquiler ni hipoteca y tiene un despacho conocido como Despacho Oval desde el cual uno puede dirigir el mundo cual Charlie Chaplin en aquella famosa escena de El gran dictador. Y conste, por descontado, que no pretendo llamar dictador a Obama. Dada la popularidad que se ha granjeado y las expectativas que ha levantado, nadie en su sano juicio sería capaz de alzar alguna crítica al flamante nuevo presidente de EEUU. Durante un largo año ha abarrotado portadas constantemente. Más diría: su supuesto «carisma» ha sido capaz de hacernos olvidar en poco tiempo a Hillary Clinton y a John McCain a pesar de la insistencia de los medios de comunicación. ¡Ya nadie recuerda la feroz batalla que libró Obama con Hillary!

Y todo eso, ¿tiene alguna explicación? Supongo que reducir a una ecuación esta cuestión conlleva simplificar el debate y despreciar muchos factores que intervienen en el asunto, sin embargo, diría que hay un motivo fundamental: si los medios de comunicación han conseguido que lleguemos a hartarnos de Obama a base de titulares y promesas es porque creen que la gente necesita un nuevo Mesías. La gran esperanza negra, lo llaman. Un presidente «diferente» encargado de afrontar un mundo «diferente» del hasta ahora vivido, por muchas y evidentes razones. Quizá las esperanzas vertidas en Obama sean desproporcionadas dada la situación actual del mundo, pero precisamente ahí radica el quid de la cuestión. La gran mayoría de la gente que vive en países megadesarrollados, y por ende en crisis, necesita esperanza: esperanza en que se resuelva la situación económica, en que se limpie la imagen de un país los de dentro y en mejorar la visión de dicho país los de fuera, en controlar el terrorismo. Y el resto del mundo contempla a Obama como a alguien cercano que les inspira una gran ilusión en un nuevo mundo.

Quiera el destino que me equivoque, pero creo que esa ilusión es infundada, que está más bien soportada por la necesidad actual de un icono que sirva de ejemplo de esperanza, la desesperada búsqueda de un motivo político en el que creer. Espero que Obama sea capaz a partir de mañana de tomar las decisiones adecuadas que no defrauden las expectativas. Yes, you can?

Madrid, marea bicolor

Atasco o elogio del Beatus Ille.

A mí una pobrecilla
mesa de amable paz bien abastada
me basta, y la vajilla
de fino oro labrada,
sea de quien la mar no teme airada.

Y mientras miserable-
mente se están los otros abrasando
con sed insaciable
del peligroso mando,
tendido yo a la sombra esté cantando.

A la sombra tendido,
de hiedra y lauro eterno coronado,
puesto el atento oído
al son dulce acordado
del plectro sabiamente meneado.

[Fray Luis de León, Vida retirada]

He’s lost control

Eres un jodido hijo de puta, ¡rendirte tan pronto! Dejar un mundo que intenta amoldarse a tus deseos -no siempre dentro del cerco de la razón- sin ni siquiera tener la sensibilidad de pensar en los que te rodean. ¿Acaso no te importa dejar viuda a tu mujer, huérfana a tu hija, sola a tu amante, abandonados a tus amigos y mudo a tu grupo de música? ¿Te crees tú más importante que toda la gente que te rodea? Qué demostración de egoísmo, Ian, qué egoísmo despreocuparte de todos y quitarte de en medio con 23 años. Las cosas no son tan fáciles, hay que afrontar los reveses y saber encajar los golpes, máxime cuando tus lodos los aguas sólo tú solo.

Desconozco la gota última que motivó tu suicidio, pero apostaría a que no influyeron demasiado ni la peli de Herzog que viste en tus últimos momentos ni El idiota de Iggy Pop, eso más bien son anécdotas de mito. Aún así, deberías haber luchado, deberías haber derrocado a los fantasmas de la autodestrucción y olvidado tus sentimientos atormentados. Es difícil comprenderlo. ¡Un joven de éxito que tiene lo que quiere al alcance de sus dedos y con un prometedor futuro en el mundo de la música! La gente te aclamaba en los conciertos y eras querido con tus tintes de poeta romántico. Sabes de sobras que tu mujer te quería y se esforzaba por ser paciente a pesar de tus desvaríos, como también sabes que Annik, tu amante, se resignaba a su segundo plano y aguantaba con temple las consecuencias de tus ataques de epilepsia. Pero la vida no es así, Ian, hay que tomar decisiones porque, a pesar de tu egocentrismo, el mundo no gira a tu alrededor y dos satélites alrededor de ti han de chocar irremisiblemente. No calles tus culpas, sino sé consciente de ellas y asúmelas. Asumirlas no significa tirarse a la cuneta, Ian.

Supongo que has vivido demasido deprisa y quiero pensar que no te has suicidado por engrandecer tu leyenda, como dicen las malas lenguas. Aunque, conociéndote, tu vanidad es tan inmensa que podría creer lo que dicen. Puedo pensar que has muerto desgarrado de amor, como cantas en Love will tear us apart, o como consecuencia de una enfermedad mental derivada de la epilepsia, y quiero rechazar el resto de hipótesis. Sabes que has dejado muchas preguntas sin responder. O quizá nos hablaste en tus canciones y no te entendimos.

Pues que sepas, Ian, que tus compañeros se reencarnaron en New Order y consiguieron triunfar sin ti. Y Debbie, a pesar de todo el dolor de su corazón, continuó viviendo sin ti y crió sana a Natalie, que es fotógrafa y hace sus pinitos musicales. Más aún, te sorprenderías de dónde han llegado tus canciones, esas piezas desnudas que sollozaban tus angustias ahora son usadas por jóvenes para dárselas de cool, y tararean tus temas como hits de macroconcierto barato. A ti, tan íntimo y sensible, ahora te venden a precio de saldo como producto comercial.

Para que veas, Ian, que el mundo sigue dando vueltas sin tus bailes fuera de control.

Una molesta sensación: San Jerónimo

San Jerónimo pensando

Le daba vueltas y más vueltas, había algo que no encajaba. Por más que se estrujase los sesos, no era capaz de asimilarlo. Un pensamiento incómodo, una china en la sandalia. Él, que había conseguido hacer algo inaudito, traducir la Biblia del hebreo al latín. Él, que había cambiado el rumbo de la Historia expandiendo la Buena Nueva. Él, que había acercado la Palabra de Dios al pueblo llano, no era capaz de comprender todavía el por qué. Había pasado mucho tiempo reflexionando acerca de la muerte, y del Dios que lo esperaría en el más allá. Sabía de sobras que tras las calaveras que lo hacían consciente de su fugacidad lo estaría esperando Dios, pero eso no lo reconfortaba. Podría enfrentarse montones de veces contra todo aquel que no compartiese sus ideas porque era un recio defensor de sus opiniones y le importaba poco que el contrincante fuese un clérigo o un hereje; en cualquier caso nadie movería los cimientos que sustentaban sus creencias, y por ende su modo de vida. Era un hombre de ideas claras, incomprendido a veces pero enérgico siempre, envidiado por unos pero respetado por todos. Se miraba en el espejo de su Biblia traducida y conseguía ver reflejadas las respuestas a los grandes interrogantes de una vida de lectura y escritura. Pero a pesar de todo, muy a pesar de todo, había algo que se escapaba a su entendimiento. Aunque hubiese aprendido de memoria los textos desde Aristóteles hasta Virgilio y desde Homero hasta Cicerón, siempre tendría una molesta sensación de incompletitud.

La Rioja en vino

La Rioja está inundado de lágrimas:
la que acera el cristal de la copa cuando el vino es bien alcohólico;
el lloro de las cepas cuando mueve la savia;
lágrima es el primer mosto en el descube…
y lágrimas de alegría cuando lo catamos.

Los riojanos saben que su nombre está inevitablemente ligado al vino; y como lo saben, lo explotan. Es curioso comprobar cómo han labrado una amplia tradición y mimo al vino utilizando para ello arados de marketing y publicidad. Venden el vino como el referente de la cultura de la región. De lo que no cabe la menor duda es que el vino constituye la base de su riqueza; no en vano, cuentan más de 400 bodegas, algunas edificadas por arquitectos de renombre como Norman Foster o Frank Gehry.

Sus bodegas y cariño en el trato al vino son dignas de elogio. La crianza del vino riojano medida en parámetros de buen trato y cuidado está muy lejos de su homónima manchega; cuando en una visita guiada a una bodega te explican la elaboración de su vino da la sensación de que elaboran un caldo tremendamente diferente al manchego. No consigo imaginarme a los temporeros de esta comarca vendimiando en cajones de 200 kilos -incluso en pequeñas cajas de 20 kilos para vinos más cuidados- y prestando delicada atención a la separación de los racimos y las hojas; como tampoco imagino que los corchos de una embotelladora local cuesten 60 céntimos la unidad o que las barricas de roble que conservan el vino se desechen después de tres temporadas porque la madera haya perdido parcialmente las características que la hacen idónea para el envejecimiento noble del vino. Huelga decir que eso en el inmenso mar de viñas de La Mancha sería inviable, del mismo modo que sería imposible el abastecimiento global si todo el vino se hiciese con tanto mimo.

Cada una de las uvas que se recogen recubiertas de las esporas de las levaduras que motivarán su fermentación, cada una de las barricas de roble americano o francés que abrigarán el caldo propiciando una simbiosis de aromas, cada una de las botellas que inconscientemente descansan en lúgubres nichos esperando su resurrección de entre los muertos, cada elemento que interviene en el proceso de elaboración del vino riojano se cuida con detalle. Y todo con un objetivo, un destino de plenitud sensorial, ese instante en el que el vino inunda el paladar del bebedor y excita todos sus sentidos en un trago equilibrado y aromático.

Y para que ese placer sea duradero, que mejor que una colección de vinos de bar en bar, por ejemplo, en la célebre Calle Laurel de Logroño. Que esos exquisitos enólogos caten sus vinos y los escupan, que mientras los demás estaremos apurando nuestros vinos, catando nuestros pinchos y saboreando conversaciones de bar. Y puede que la Calle Laurel no tenga la alegría y los precios de la Calle Elvira de Granada, ni las generosas tapas de Ciudad Real, ni la elegancia y variedad de San Sebastián, pero conjuga perfectamente los elementos que conforman un buen tapeo. En cada bar, una especialidad de tapa: cojonudos en uno, zapatillas en otro, champiñones en varios, revuelto de patatas con bacalao o chistorra en otro, chorizos a la sidra en otro, y así hasta unas decenas de bares amontonados en una estrecha calle logroñesa que merece la pena visitar. En particular, me llama la atención que no se suele pedir «un vino» o «un chato de vino», sino que lo habitual es especificar «un joven», «un crianza», «un reserva»; botón que sirve de ejemplo para ilustrar la importancia del contenido para los riojanos. Supongo que llegado este momento, es fácil recomendar La Rioja como destino turístico…

Pascual

yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo
de hecho, si me dejas en libertad, prometería ser peor a partir de ahora.
pisotearía mis convicciones, mi moral, mis escrúpulos, mi ética.
lucharía para ser malo, malo, malo.

intentaré despojarme de las convenciones sociales y de eso tan
asquerosamente de moda llamado «lo políticamente correcto».
insultaré a esa impertinente viejecita que se cuela en la pescadería,
abofetearé a ese fanfarrón que defiende tesis despreciables,
burlaré los controles de alcoholemia y los exámenes de febrero,
esquivaré el recibo de la luz y el alquiler,
partiré la cara del político interesantón tan siempre interesado.

dijo nuestra gran Santa Teresa, que yo también sé leer,
que tan sólo desde la humildad se puede alcanzar la verdad.
¡y una mierda! desde la humildad y la bondad y la comprensión y la tolerancia
no se cosechan más que patadas en el culo, pisotones, puñaladas
y, con un poco de suerte, indiferencia.

olvidaré los nombres de los que me hicieron bien
y no subrayaré a los que me hicieron mal, serán todos iguales,
y mi comportamiento con ellos no variará en función del suyo,
esa convención es harto sencilla de imitar.
trataré con el mismo desprecio a todos, con idéntica desidia,
excepto a ti.

P.S. Versión libre del primer borrador de La familia de Pascual Duarte, aunque imagino que Camilo José me estrangularía si viese este despropósito…

De compromisos y lazos con nudo

Sus dos soledades se encontraron en el gran mar de la desesperación y pensaron que si se follaban a traición conseguirían burlar los nefastos designios de la todopoderosa soledad. Fue entonces que obviaron los efectos secundarios; no calcularon que si pedían por un lado debían ofrecer por el otro y al final quedarían encerrados bajo los barrotes de la dependencia. Olvidaron que llega un momento en el que no te puedes apartar o sentirte indiferente cuando se han creado tantos lazos de unión. Que necesariamente te has de implicar porque giras en su misma órbita.

Ese es uno de los párrafos del relato que está escribiendo el joven periodista. Como prudente escritor que es, se detiene a madurar el texto e intenta reflexionar sobre sus propias palabras a posteriori, tratando de verlas desde la posición de un lector ajeno, neutro. Al poco, aparta la mirada de la pantalla del ordenador, busca con la mirada el teléfono móvil, lo coge y borra de la agenda el número de teléfono de esa chica para evitar que se fortalezcan los enlaces mutuos. Ha borrado el número. Ha tenido miedo.

Todavía no ha entendido que la chica no es un número de teléfono.