Instagram

Nuestro ansia de social media es infinito. Este espíritu aventurero nos ha llevado a desembarcar en una nueva plataforma desconocida hasta hace poco para un servidor: Instagram. Cuando me registré pensaba que estaría solo y que me limitaría a utilizarla para el proyecto que me llevaba entre manos; sin embargo, al entrar me di cuenta que ya estaban todos, que llegaba el último, y me embargó una sensación de out y carca al mismo tiempo. Todas mis canas cobraron sentido.

Desde entonces puntualmente subo una fotografía a la plataforma en un proyecto, #project366, consistente precisamente en eso: subir una imagen diaria a lo largo de todo un año. 366 imágenes porque 2016 es bisiesto, así de sencillo. Os invito a seguirme, aunque muchos días a lo largo de un año sean monótonos, porque precisamente esa es la magia del invento, el buscar siquiera un instante de creatividad cada día.

Agroselfie #project366 #day7 #nobluetooth #prefiesta #elcapellan #nitos

Una foto publicada por @kyezitri el

Ratas de matar

Training...
I Duatlón Cross del Queso en Aceite – 28 de junio de 2015

Cuando pierda todas las partidas,
cuando duerma con la soledad,
cuando se me cierren las salidas
y la noche no me deje en paz.

[Resistiré, Dúo Dinámico]

Bienvenidos a la era de la vida sana, con sus zapatillas de entrenamiento para pisada pronadora y plantillas de gel personalizadas y sus meriendas de actimel y fibra. Una era en la que te miden por tu peso, tus marcas y los kilos de coliflor que comes a la semana y no, evidentemente, por tu trabajo, tu ideas o tu libertad. Donde es más relevante publicar en redes sociales que has superado un trail de 84 Km que promocionar la envidia ajena subiendo las fotos de tus vacaciones en Formentera o presumir de un reto profesional superado. Ignoramos si será una moda pasajera o un signo de nuevos tiempos, pero la repulsa al tabaco, al alcohol y al tocino se siente en cada esquina, donde al girarla ves a un runner con el móvil en el brazalete o a un biker equipado como si fuese un SEAL.

¿Y por qué hemos pasado del sedentarismo a esta etapa de ultra-maratón? Unos dicen que por la crisis, factor que podría considerarse el catalizador pero no el motivo real, otros que es una moda más, otros que es un asunto de bienestar natural. Una vez que has roto la pereza del primer día, el resto es mera cuestión biológica: las endorfinas que segregamos al practicar deporte nos proporcionan el bienestar necesario para repetir. Es curioso que las endorfinas sean sustancias que se liberan automáticamente como reacción a los dolores y que precisamente se sienta un agradable bienestar como antítesis al dolor y no como una sensación satisfactoria en sí misma. Dicen que el nivel de endorfinas en el organismo está relacionado con nuestra felicidad y nuestra calidad de vida, con cómo de activos y alegres somos.

Como todo en esta vida, también tiene sus peligros: la adicción. Hace poco tiempo se realizó una interesante investigación al respecto. Tomando grupos de ratas en distintas jaulas, dándole a todas comida durante tan sólo una hora en el día, estando las 23 horas restantes sin nada que comer ni hacer. A un grupo le pusieron ruedas para correr dentro de sus jaulas y al otro no se le puso dicha rueda. De este experimento se terminó descubriendo que el grupo que no tenía nada que hacer se adaptó a comer y a dormir sin hacer mucho más. Sin embargo, las ratas que tenían la opción de correr en las ruedas lo hicieron, de tal forma que corrían hasta más de 25 kilómetros al día. Tant fue así que dejaron incluso de comer por seguir corriendo y en dos semanas las ratas de este grupo se murieron de hambre, lo que permite inferir la conclusión de que las ratas se volvieron adictas a correr. Y que esa adicción transformó la práctica de deporte del bienestar al ansia y la angustia.

A mí eso no me pasará porque combatí bajo un sol seco y duro para conseguir un frasco de cristal de queso en aceite de más de 250 gramos y no conformarme con un botecito de apenas 100 gramos. Seré la rata que corre y come. Y gana.

Preámbulo a las instrucciones para encender un iPhone

Piensa en esto: cuando te regalan un iPhone te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire, un distintivo de ostentación y exclusividad. No te dan solamente el teléfono, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de Apple, ensamblado con los mejores materiales; no te regalan solamente ese menudo dispositivo que te meterás en el bolsillo y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo o a tu bolsillo casi como un órgano transplantado a tu organismo. Te regalan la necesidad de contestar a montones de llamadas inoportunas, la obligación de cargarlo para que siga siendo un teléfono móvil; te regalan la obsesión de atender de forma instantánea montones de correos electrónicos y mensajes de WhatsApp, la obligación de hacer fotos y vídeos más llamativos que con tu humilde móvil anterior. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa, de ver su pantalla estallar en mil trocitos de cristal. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu móvil con los demás móviles. No te regalan un teléfono, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del iPhone.

Y en el reloj de antaño como de año en año

Alhambra nocturna
La Alhambra, joya del patrimonio nacional.

Sólo quedará sin probar un sentido:
el del ridículo por sentirnos libres y vivos.

[Qué bien, Izal]

Hace dos años ya publiqué sin pudor un egopost para engavillar sensaciones y acontecimientos del año vivido. Si entonces me atreví, por qué no ahora. Conviene hacer recuento de vez en cuando y corregir desvíos en la brújula. Si no miras atrás es difícil orientar el camino, como cuando pintas las líneas de cal del campo de fútbol, que si coges la marcadora y te encaras hacia delante, sin tomar referencias detrás, cuando llegas al córner opuesto te das la vuelta y te avergüenzas del churro de cal que te precede. En fin, en 2014…

Me desvirgué como testigo delante de un juez mientras el fiscal arremetía contra mis decisiones. La verdad se impuso y el juez desestimó la demanda.

Percibí el poder del mundo antiguo paseando por el patio de los leones de La Alhambra durante una agradable noche de junio.

Celebré el X Aniversario Erasmus 2004-2014 rememorando por Udine un tiempo pasado de cine, frío, italiano, soledad y alcohol. Repitiendo spritz con bruschetta de lardo en la Polse, repitiendo pizza de ricotta y prosciutto San Daniele acompañada de birra Moretti, repitiendo por enésima vez el paseo desde el videoclub hasta el piso sobre la tienda de periódicos, viajando otra vez en los trenes regionales de los mil retrasos y cancelaciones.

Competí en varias pruebas de MTB del circuito provincial para darme cuenta de lo fina que es la línea de la decepción y la satisfacción, del sufrimiento y el gozo. Y alabé a la naturaleza por su capacidad para ofrecer trazados singulares en cualquier entorno.

Fui presidente del jurado de la gala de Carnaval de un pueblo vecino, sin saber de disfraces ni de samba. Respiré aliviado cuando comprobé que el público aprobaba mi veredicto. Lo pondré en el currículum.

La suerte de la lotería de Navidad me sonrió en forma de cesta de turrones; desde que me tocó un año de taekwondo gratuito en el gimnasio de Mota hace unos 16-18 años no había acertado. Lo importante es ganar, qué se gana es tangencial.

Oficié cuatro bodas civiles, lloraron tres novios y dos novias, y me aprendí de memoria que «en virtud de los poderes que me concede el Estado Español, yo os declaro unidos en matrimonio». Ya me resulta extraño asistir a una boda como invitado.

Descubrí el carnaval callejero de Cádiz entre desnudos y fríos baños en el Atlántico y chirigotas en tarimas de pubs decadentes.

Dediqué multitud de horas a la elaboración de una guía turística de referencia de Villaescusa de Haro: documentación, redacción, síntesis, corrección, fotografía, maquetación. Considero personalmente que el trabajo ha merecido la pena, aunque las fotografías en solo unos meses hayan quedado obsoletas porque el convento dominico ya luce cubierta y a la fuente «romana» le brillan nuevos muros.

Descubrí que a un guardia civil no le gustan los gintonic después de comer. Él se lo pierde.

Me empapé de política con el libro autobiográfico Fuego y Cenizas de Michael Ignatieff y con la serie House of Cards, dos visiones contrapuestas de ambiciones similares.

Descubrí que un folio podía ser un gran regalo de cumpleaños.

Me tropecé en la catedral de Cuenca con los presidentes de mi país, mi comunidad y mi provincia. Una simpática anécdota.

Sentí cómo la música de Massive Attack en directo cosquilleaba mi alma aunque algunos digan que escucharlos en Benidorm es como tomar un gintonic premium en una taza de café.

Comí, por supervivencia y por placer: canelones de pato en la Parrilla Albarracín de Zaragoza, pescaíto en Lute y Jesús de Almuñécar, pulpo a la brasa en el Fogón de Enrique de Mota, solomillo de jabalí en La Bodeguita de Consuegra, calamares en Las Rejas de Las Pedroñeras, bacalao «a la portuguesa» en Los Castuos de Badajoz, huevos rellenos en Casa Petra de Miguelturra, y mucho más.

Viví ese instante en el que se congeló el tiempo para que Sergio Ramos levitase y golpease con su alma un balón al fondo de las redes. Luego dicen que el fútbol es solo un juego.

Sufrí los lanzamientos de Marc cuando el balón no cabía por el aro y la maldita Francia nos robaba una ilusión dada por hecho. Me acosté intentando convencerme de que habían perdido ellos, como si tuviese que sacudirme la decepción.

Solo corrí una gran carrera a pie y conseguí terminar contento el recorrido de 5,45 Km en 22’07» (4’04»). Mi satisfacción no fue completa porque mi cabeza coartó la fuerza de mis piernas sin consentimiento de mi espíritu.

Me acerqué a ver a San Antonio de Padova para enseñarle que había hecho un buen trabajo.

Adquirí destreza en el noble arte del tute subastao tras multitud de calaverazos. Rezo para no pasar nunca al bando de los espectadores con ínfulas de profesor omnipotente.

Firmé insulsos convenios que nunca dejarán impronta en la calidad de vida de los vecinos.

Traje una bicicleta eléctrica del hospital de parapléjicos de Toledo y me emociono al pensar que trabaja diariamente para convertir sueños en realidad.

Hubo unas elecciones que supusieron en el pueblo el espaldarazo generalizado al rival y en España el nacimiento de una ilusión.

Celebré mi segundo aniversario en DocPath constatando que la curva de aprendizaje va perdiendo desnivel.

Repetí tantas veces «Dios proveerá» que ahora Él tiene la responsabilidad de no fallarme.

Maté muchas moscas pero muchas sobrevivieron.

La democracia está sobrevalorada

Frank Underwood
Frank Underwood, un hombre sin amigos

Te sentaste justo al borde del sofá
como si algo allí te fuera a morder.
Dijiste: «Hay cosas que tenemos que aprender,
yo a mentir y tú a decirme la verdad,
yo a ser fuerte y tú a mostrar debilidad,
tú a morir y yo a matar.»

[Nacho Vegas, Morir o matar]

No debería haber visto House of Cards. No debería haberme dejado absorber por esa historia de ficción de la política norteamericana que dibuja un boceto desolador de buitres e intereses cruzados. Ahora vislumbro segundas intenciones y deseos oscuros por doquier, un panorama triste y desesperanzado de la política y, en definitiva, de nuestro lugar en el mundo.

Su protagonista, Frank Underwood (genial y avasallador Kevin Spacey), es un demócrata de armas tomar capaz de todo con tal de ir escalando en sus ambiciones personales, despiadado y frío, un político de los que no dan puntada sin hilo, incluso aunque la aguja tenga que atravesar mantos de diamante y acero. Para él «sólo hay una regla: cazar o ser cazado», así de simple y descarnado. Es más, repite que «los amigos son los peores enemigos» y que «no existe la justicia, sólo partes satisfechas.» Frank es una persona que siempre encuentra una forma de ejecutar sus planes para satisfacer sus deseos. Lo bueno de la política es precisamente eso, que siempre existe una fórmula para dar forma a una idea; lo malo de la política también es eso, que la idea puede no ser noble, ¿verdad, Frank?

Aplaudiría a los guionistas de la serie si no fuese por la ducha de realidad cruel que te echan encima. Podemos pensar que la serie es una caricatura exagerada de la realidad y que sus personajes son deformaciones desalmadas, pero nos pone cuanto menos en la encrucijada de la reflexión. House of Cards supura un darwinismo social desmesurado. Sus personajes, más allá del protagonista mencionado, son amigos de las decisiones rotundas y las conversaciones breves, como Remy Danton o Raymond Tusk, símbolos de los lobbies exigentes que «informan» a las altas esferas. La mujer de Frank, Claire, traza también un papel fundamental en la perspectiva que del poder tiene el matrimonio, con su verbo afilado y su elegancia imponente. Se podría hablar de muchos personajes y su verosimilitud, de la joven e intrépida periodista Zoe Barnes, del jefe de gabinete implacable Doug Stamper, del dubitativo presidente de los EE.UU. Garrett Walker, o de muchos otros protagonistas de esta trama de poder y cartas escondidas en la manga.

No debería haber visto House of Cards, pero la he visto y la recomiendo. Más aún, diría que entra al top ten de mis series predilectas, junto a The Wire, Six Feet Under, The Office, Treme, Breaking Bad, Fargo, Los Soprano, The Shield y True Detective. Por ejemplo.

P.S. Seamos sinceros: no creo en Frank Underwood, hay esperanza.

P.S.P.S. El título del post es una de las citas célebres del amigo Underwood.

Un lugar llamado mundo, un concepto llamado ilusión

Fischer y Monedero
Ajedrecistas, Bobby Fischer y J.C. Monedero

Hay un hombre aferrado a un piano
la emoción empapada en alcohol
y una voz que le dice: «pareces cansado»
y aún no ha salido ni el Sol.

[Ana Belén, El hombre del piano]

He estado leyendo durante esta semana la atractiva serie acerca del ajedrecista Bobby Fischer que publicó E.J. Rodríguez en Jot Down, a razón de un capítulo diario de lunes a domingo. El sabor final, un coitus interruptus, como la vida profesional del genial neoyorquino, desaparecido de la escena público desde lo más alto del título mundial logrado en 1972. El resto es leyenda.

La conclusión evidente de la narración de su vida es que Bobby, más que un genio o un niño prodigo, era un obstinadísimo empollón. El ajedrez no se restringe al ámbito de la inteligencia, sino que es un juego en el que la creatividad baila en el acotado redil de la memoria. Si Fischer era el mejor, valorando de forma justa su inalcanzable cociente intelectual, era por su trabajo continuo y estudio obsesivo de las partidas de la historia del ajedrez. Era capaz de recordar en un momento dado una partida memorizada del s.XIX por similitud con las alternativas presentadas por un rival. Al final todo es trabajo, y pasión.

Fischer era un simple ajedrecista y, sin embargo, las circunstancias lo convirtieron en un símbolo de identidad nacional, la punta de lanza de la lucha capitalista contra el comunismo en la Guerra Fría, la respuesta a la inacción, la materialización de una esperanza de victoria supradeportiva. Fischer representa el concepto 2 de ilusión cuando traspasa la frontera del concepto y se hace carne.

www.rae.esIlusión: 1. Concepto sin verdadera realidad, sugeridos por la imaginación o causados por engaño de los sentidos. 2. Esperanza cuyo cumplimiento parece especialmente atractivo.

Juan Carlos Monedero no sé si juega al ajedrez pero su foto de twitter, la de arriba, es pose ajedrecística. Monedero, ideólogo de pOdemos, de estética comunista a lo Bertolt Brecht, escribió hace tiempo un libro vivo denominado «El gobierno de las palabras». Qué casualidad que me lo prestaron justo en mi iniciación política hace tres años, cuando era un desconocido profesor de políticas, muy buen orador según sus alumnas. Hace poco lo desempolvé para intentar ir conociendo los cimientos del nuevo fenómeno político español.

«El gobierno de las palabras» es un libro absorbente, tremendamente denso y analítico, y también empalagosamente intelectual, con multitud de referencias filosóficas y análisis de ideas teóricas. Me dan ganas de colgarlo como hiciese Duchamp: “La idea es de Duchamp, dejar un libro de geometría colgado a la intemperie para ver si aprende cuatro cosas de la vida real. Lo vas a destrozar, dijo Rosa. Yo no, dijo Amalfitano, la naturaleza.”

pOdemos es, como Fischer, una ilusión. Más aún: no es una esperanza política sino una esperanza vital, lo que supone un tremendo peso sobre sus espaldas. Una carga inaguantable, considero. El tiempo irá explicando, como suele, a qué acepción de «ilusión» se circunscribe pOdemos, valga la redundancia.