Los detectives salvajes

Gracias a Bolaño he hecho las paces con Cortázar. Ahora ya no me cansa Rayuela, pero me gustaría tenerla a mano para releer y creo que he prestado mi ejemplar, o perdido, que es lo mismo, ¿alguien lo tiene? Gracias a que se me ha roto el portátil he encontrado el sosiego, necesario para leer con calma, que había perdido hace meses, aunque siempre me interrumpa el ruido del camión de la basura. No sé si ese camión tiene relación con Bolaño, o con la literatura. Gracias a la página 132 sé que la poesía es lo más bonito que se puede hacer en esta tierra maldita, pero para ser poeta tienes que dormir poco y comer poco; como si los poetas fuesen los monjes, no del alma, sino del corazón. Y sin voto de castidad. También hay momentos para recitar poesías y hay momentos para boxear, aunque en el Senado ni recitan ni luchan, sólo abuchean, estúpidos y aburridos, sobre todo aburridos. Qué fácil les resulta mentir; o creerse sus propias palabras. Digo que la mentira en política es como el Chulo de la Muerte para los poetas maricones, Bolaño dixit, el chulo es la palabra que atraviesa ilesa los dominios de la nada (o del silencio o de la otredad).

Por fin había encontrado una utilidad para el aeropuerto de Ciudad Real. Tenía vuelo a Dortmund haciendo escala en Mallorca para evitar ir a Madrid, esquivar el AVE y el metro. Pero Air Berlin ha cerrado en Ciudad Real y ahora tendré que ir a Alemania a través de Madrid y Mallorca. Qué fraude, ya sólo queda conexión con Londres, creo. Si se castigase a los responsables de ese mastodonte fraudulento al menos estaría más tranquilo, conservaría un mínimo de respeto a este sistema.

– ¿En qué piensas?
– En ti -mentí; en realidad pensaba en mi tío, y en la Facultad de Derecho y en la revista que iban a sacar Belano y Lima-. ¿Y tú?

En que en ninguno de esos cuatro vuelos me volveré a encontrar con Giulia.

Altheia #01

Este sábado, día de San Isidro, a las 20:30 horas, se presentará en el Patio de Columnas de la Casa Grande el primer número de la revista Altheia, editada por la Asociación Juvenil Altheia de Villaescusa de Haro. Todo el mundo está invitado a asistir, a participar, a tomar un vino y a criticar este nuevo proyecto.

Quién iba a decir cuando se gestó la idea hace dos meses que se materializaría en tan poco tiempo y con la colaboración de gente tan variada…

Portada del primer número de Altheia

Portada del primer número de la revista, protagonizada por las cultas palomas que asisten a clase en la Universidad de Villaescusa de Haro.

¡Ay, zalamera!

Me cansa Saint-Exúpery por poner tantos «y» en sus textos. Me cansa Óscar Wilde por cargar de paja un puñado de frases ingeniosas. Me cansa Cortázar por querer ser tan trascendente. Me cansan sobre todo los poetas post-modernos que dicen que hoy han comido macarrones y esta mañana te han echado de menos. Me cansaría de un camino tan largo como el de Kerouac, pero también odiaría una vida contemplativa como Fray Luis. Aborrezco no poder imaginarme riendo a Camus, Kafka, Proust y Joyce jugando una partida de mus a las cuatro de la tarde en el bar.

Me cansa esta Era 2.0 en la que la comunicación es inversamente proporcional a la información. Me cansa que te inventes las reglas a mitad del juego y encima me reproches después que hago trampas. Aborrezco que salgas con paraguas cuando el cielo está despejado, que siempre tengas kleenex y nunca pierdas el tren. Y por supuesto me cansa Neruda por decir que se cansa de ser hombre y sentirme identificado.

Me cansa esa insoportable manía que tienes de esforzarte en buscar el lado miserable de cada persona, como para convencerte a ti misma de que los demás también son oscuros. ¿No puedes admitir que los demás no oculten su mezquindad? ¿qué se ofrezcan sin disfraces porque no tienen miedo a mostrarse como son? No les importa que puedas dibujar su perfil completo. Y mientras, tú, más preocupada en tapar las aristas de ti misma que te molestan que en disfrutar, o cooperar, o luchar. Malgastando tu tiempo en disimular tus miserias.

Luego dirás que te prometiste disfrutar de cada momento de tu vida, que querías que cada instante fuese intenso. Para que cada día, al levantarte, sintieses que habías aprovechado el día anterior. Dijiste que querías vivir al límite. Sólo había un problema: que hubiese futuro. No puedes lanzar un vacuo carpe diem porque el futuro existe, y aunque algunos digan que no es de nadie, sí tiene dueños.

Pero, de repente, un día se tambalean todos los cimientos. Porque hay un volcán escupiendo y provocando un gigantesco y simpático efecto mariposa, y hay un vertido de crudo en la costa norteamericana que me imagino vomitando billetes de cien dólares, y hay huelgas sangrientas en un país del primer mundo porque los funcionarios cobrarán un 16% menos. Pero parece que todo eso nos da igual.

No te imaginas cuánto me cansa ver que finges una sonrisa con educación farisea para mostrarte ante mí como la más santurrona de todas las putas del barrio.

Miserable educación

Llanto de una mujer desesperada por los mundos blandos

Como acontecimiento histórico, esta mañana he recibido el primer e-mail de mi madre. Ella está muerta; Mr. Google me ha dicho que la búsqueda de su nombre no produjo ningún resultado. En cualquier caso, sospecho que no le preocupa no ciberexistir. En su correo electrónico, como está leyendo Los Miserables, ha añadido una cita que bien merece ser reproducida:

La tisis social se llama miseria.
Lo mismo se muere minado que aplastado.
No nos cansaremos de repetirlo: pensar ante todo en la multitud desheredada y dolorida, consolarla, darle aire y luz, amarla, ensanchar magníficamente su horizonte, prodigarle la educación bajo todas sus formas, ofrecerle el ejemplo del trabajo, nunca el de la ociosidad, aminorar el peso de la carga individual, aumentando la noción del fin universal, limitar la pobreza sin limitar la riqueza, crear vastos campos de actividad pública y popular, tener como Briareo cien manos que tender por todas partes a los débiles y a los oprimidos, emplear el poder colectivo en ese gran deber de abrir talleres a todos los brazos, escuelas a todas las aptitudes, y laboratorios a todas las inteligencias; aumentar el salario, disminuir el trabajo, equilibrar el deber y el haber, es decir, proporcionar el goce al esfuerzo, y la saciedad a la necesidad; en una palabra, hacer despedir al aparato social más claridad y más bienestar en provecho de los que padecen y de los que ignoran; ésta es, que las almas simpáticas no lo olviden, la primera de las obligaciones fraternales; ésta es, que los corazones egoístas lo sepan, la primera de las necesidades políticas.

[Los Miserables, Victor Hugo]

No parecen correr buenos tiempos para necesidades políticas, ni para ocuparse de la multitud desheredada y dolorida, ni para evitar el ejemplo de la ociosidad. Ella dice que en el instituto deberían sustituir Educación para la Ciudadanía por la lectura de Los Miserables.

P.S. Dibujo de Javi Gil un momento después de despertar de un sueño con el Guernica de Picasso y Los Relojes Blandos de Dalí.

Fragmentos de El precio del rescate

Salvador Sostres -catalán, católico, barcelonista y columnista de El Mundo- publicó una columna la semana pasada acerca de Alicia Gámez, la voluntaria de la ONG Acció Solidària que ha sido liberada recientemente por Al Qaeda (para conseguir la liberación, el Gobierno español ha pagado dos millones de dólares a Al Qaeda).

Sostres suele presumir de irreverente y políticamente incorrecto, pero en este caso sus palabras acerca de las ONGs y los voluntarios abruman:

[…] El Gobierno ha tenido que dedicar un tiempo precioso y dos millones de dólares por culpa del capricho de unos chicos de buena familia que buscaban algún aliciente políticamente correcto para su turismo tercermundista. Héroes de salón, irresponsables, fantoches consentidos, cínicos que toman prestado el drama ajeno para jugar un ratito.

[…] Porque viajar a países donde el peligro es evidente y está advertido no tiene ningún sentido, porque publicar en directo lo movimientos de tu caravana solidaria por internet no tiene ningún sentido y es una invitación a los terroristas, porque el hambre en el mundo es un problema demasiado serio para dejarlo en manos de este atajo de niños de papá que nunca resuelven ningún problema y crean muchos…

[…] Y espero que se dé cuenta (Alicia Gámez) que en un mundo donde la libertad, que es nuestro modo de vida, está amenazada, todos somos soldados de lo que protegemos y preciados trofeos del enemigo. La tontería de estos pijos le ha regalado un inesperado triunfo a los asesinos de Al Qaeda…

[…] El mundo libre ya tiene suficientes problemas como para tener que volver a ocuparse de ella.

P.S. Mientras tanto, aprovecho para recordar que la semana que viene Ingeniería Sin Fronteras ApD organiza en Ciudad Real las II Jornadas de Cooperación al Desarrollo desde la Ingeniería: Tecnologías Apropiadas. Quedáis invitados.

Experimiento II

Hoy el cielo era bonito, de un color suave, degradado de azul pastel a beige, casi así. Un cielo frío que intenta calentar en balde; al menos, más estimulante que durante tantos días, semanas, meses pasados.

Un día para pasear el frío seco y acercarse a Un cuarto propio, librería imprescindible de Ciudad Real. Una librería particular en la que no encontrarías a aquel que compraba libros a menudo y los acumulaba por las estanterías de su casa para darse un aire de gaseoso intelectual. A ese lo encontrarías en un bar elitista sobornando a muchachas todavía más gaseosas con historias de Kundera, de Bolaño o de autores de segunda fila con nombre molón y gafas de pasta. Sí que podrías tropezarte con ese otro, buen lector e incluso notable escritor, que amaba la literatura porque no tenía las agallas suficientes para vivir en primera persona las experiencias que narraban las novelas que leía o escribía. Espectador de su propia vida y protagonista de las que le contaban. Podrías también encontrar algún espécimen producto de la fusión de los complejos de Elena Medel y la vanidad de Luna Miguel.

Así es como he encontrado Epitafio, de una tal Paloma González Rubio, una escritora que dice no acordarse de su nacimiento ni de su muerte, y editado casualmente por La Discreta. Un día dejé de ser amable, empieza el protagonista. Como si ese mismo día rompiese su compromiso con el mundo, cansado de que éste exigiese sus derechos pero faltase a sus deberes con la otra parte contratante, Manu, el protagonista. Supongo que se trata de un hecho recurrente, tantos contratos -vitales, laborales- más cercanos al parasitismo que a la simbiosis. Como si el mundo nos cantase no te puedo hacer feliz, no te puedo hacer feliz, no te sé hacer feliz.

O quizá no se trate de ser feliz. Una chica, trabajadora a destajo, decía que se alegraba de no estar satisfecha en aquel momento. Que aunque despotricase y se comiese la cabeza y se sientese depre, esa insatisfacción equivalía a vitalidad, significaba que aún latía en ella algún tipo de rebeldía cuasi juvenil, algun grado de ambición no saldado. Por mucho que me joda me tengo que alegrar por no estar feliz si la felicidad equivale a satisfacción.

From Sharapova to Eróstrato

fast

Dicen que para ir en coche por Oymyakon (Siberia) tienes que ser un mecánico experto y llevar piezas de repuesto porque como tengas alguna avería sólo tendrás tres horas antes de congelarte y difícilmente alguien te auxiliaría en tan breve lapso de tiempo. Es curioso, hablando de Siberia, que allí naciese Kalashnikov, que tantos fogonazos provocó con su invención, y Sharapova, que tantos fogonazos.

Estaba anocheciendo, pero yo no iba en coche ni estaba en Siberia: pedaleaba en bicicleta por los alrededores de mi pueblo. Pinché y, maldita sea, nunca hice caso al consejo de llevarme el móvil por si acaso, que más vale un porsiacaso que mil esques. Al menos, tendría más de tres horas antes de congelarme; de hecho, podría caminar hasta mi casa, y llegaría en ese tiempo. Me senté en la orilla de la senda y me abracé a mis rodillas. Esperé, consciente de la inutilidad de la espera, en paz con la oscuridad que me iba envolviendo. Quise escribir los versos más tristes esa noche, pero ya lo había hecho Neruda, así que ya no pude ser pionero en juntar las palabras tiritan, azules, los astros a lo lejos. No me preocupó, aunque sí lo hizo el pensar que, quizá, sólo me quedaba por vivir un verso. ¿Vivir un verso? Qué cursilería, si sólo tenía que levantarme, coger la bicicleta y regresar andando, aunque la cena se quedase fría.

Mientras volvía, no sé por qué, se me repetía una y otra vez un fragmento de una canción de McEnroe: subo al Everest / sin que nadie me lo pida / sólo por hacerte un favor. En realidad, también me acordé de su el amor no existe / tú me lo destruiste, pero no me puedo fiar de un tío que escribe cartas con claveles y napalm. Tendrá fuego en el cerebro, como decía James Joyce de su hija, quien terminó muriendo en un psiquiátrico inglés.

Por si a alguien le interesa, llegué sano y salvo. Recé por cruzarme por el camino con un animal en peligro de extinción, el animal más bello del mundo, Ava. No lo encontré, estaría hibernando. Al final, cansado pero contento, alcancé mi casa. El júbilo moderado duró hasta que mi hermana me contó eso de John Cobra, otro caso de Complejo de Eróstrato. Al menos su modus operandi fue más del siglo XXI.

Cuando me acosté, tan cansado, no sabía si soñaría con Sharapova o con John Cobra.

Duquan, Duquan

¡AVISO! A continuación relato a vuelapluma las andanzas y personalidad de un personaje de la serie norteamericana The Wire; creo que no contiene ningún spoiler, pero por si acaso y sabiendo que hay gente muy susceptible a conocer partes del guión, lo aviso.

Dukie, tuviste mala suerte, sí, fuiste muy desafortunado, para qué engañarnos. No podría valorarte omitiendo tu pasado. Resultaría imposible emitir un juicio de valor acerca de tu comportamiento silenciando las circunstancias que han rodeado toda tu vida. Me inspiraste compasión cuando te conocí, tan indefenso ante tus compañeros, tan maltratado. Tu arsenal de recursos era diferente al del resto y, en ese mundo, estabas en desventaja. Así, te obligaron a nadar a contracorriente.

Eras demasiado inocente para un mundo de mayores que giraba con el impulso de motores deleznables, pero me alegré enormemente viendo la suerte que tuviste en clase de matemáticas, te vi feliz por primera vez, integrado, admirado incluso. Descubriste que existen personas que se rigen por valores más nobles y que, quizá de forma ignorante, luchan por el bienestar del prójimo. También me satisfizo ver cómo lograste cobijarte bajo el ala de un ave de altas miras y sentirte así protegido. Te viste rodeado de un mundo sucio e inmoral pero intentaste mantener tu integridad, quizá es por eso que te tenía alta estima.

Y, sin embargo, al final, me fallaste. No te lo reprocho; más aún, reflexionando acerca de tu condición sentí una impotencia y una tristeza infinitas. Porque sé que luchaste contra tu destino, que intentaste enderezar un rumbo demasiado poderoso, pero a pesar de todos los esfuerzos, sucumbiste.

Al final, me hiciste llorar.