– ¿Has visto El Padrino? Supongo que sí, pero quién sabe, todavía queda gente que se resiste, allá ellos. Pues el otro día estuve revisitándola, que hacía como dos años que no la veía. La primera vez que la vi me pareció magistral, qué pureza, qué ambientación, qué elegancia; todas y cada una de las escenas están llenas de significado y son chocantes, imprevisibles y exquisitamente cuidadas. Cada reproche y cada disparo son de una perfección tal que casi corren el riesgo de perder su dramatismo, como si a uno no le importase morir de una forma tan límpia.
– Sí, la verdad es que tienes razón, pero no me gustaría morir acribillado.
– Bueno, pues el caso es que esta vez he visto la peli de una forma diferente, intentando observar, no el comportamiento concreto de cada personaje, sino los motivos vitales de cada uno; centrándome en los proyectos de vida de cada personaje, vamos. Y, la verdad, me ha llamado la atención constatar que El Padrino es una película de mujeres. Vale, puede parecer mentira, porque casi todos los intérpretes son masculinos: Don Vito, Michael, Luca Brasi, Fredo, Tom Hagen, Tattaglia, Clemenza, etc. Sin embargo, sus actos están encaminados a la mujer. La esposa de Don Vito es más importante y respetable que él mismo; por mucha solemnidad que Marlon Brando diese a su personaje, Carmella era la mamma, la directriz, la piedra fundamental de la familia. Y la familia, para todos, era algo más trascendente que ellos mismos: porque un hombre que no vive con su familia no puede ser un hombre, que decía Don Vito. Y luego repite: nunca te pongas del lado de nadie que vaya contra la familia. Sin el mástil femenino, la lucha y las venganzas pierden todo el norte porque, al fin y al cabo, cada acción es una subordinación a la mujer. Y un ensalzamiento, claro. Me parece maravilloso, ¿eh?
– Sí, no me había fijado, la verdad, luego comprobaré si es cierto. Me recuerda a Sándor Márai, que en uno de sus libros escribió una frase que me pareció tremendamente significativa: a veces ella, cuando tenía miedo, decía descarada y desafiante: sólo soy una mujer… Como si uno dijera: sólo soy el Niágara.