Pascual

yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo
de hecho, si me dejas en libertad, prometería ser peor a partir de ahora.
pisotearía mis convicciones, mi moral, mis escrúpulos, mi ética.
lucharía para ser malo, malo, malo.

intentaré despojarme de las convenciones sociales y de eso tan
asquerosamente de moda llamado «lo políticamente correcto».
insultaré a esa impertinente viejecita que se cuela en la pescadería,
abofetearé a ese fanfarrón que defiende tesis despreciables,
burlaré los controles de alcoholemia y los exámenes de febrero,
esquivaré el recibo de la luz y el alquiler,
partiré la cara del político interesantón tan siempre interesado.

dijo nuestra gran Santa Teresa, que yo también sé leer,
que tan sólo desde la humildad se puede alcanzar la verdad.
¡y una mierda! desde la humildad y la bondad y la comprensión y la tolerancia
no se cosechan más que patadas en el culo, pisotones, puñaladas
y, con un poco de suerte, indiferencia.

olvidaré los nombres de los que me hicieron bien
y no subrayaré a los que me hicieron mal, serán todos iguales,
y mi comportamiento con ellos no variará en función del suyo,
esa convención es harto sencilla de imitar.
trataré con el mismo desprecio a todos, con idéntica desidia,
excepto a ti.

P.S. Versión libre del primer borrador de La familia de Pascual Duarte, aunque imagino que Camilo José me estrangularía si viese este despropósito…

De compromisos y lazos con nudo

Sus dos soledades se encontraron en el gran mar de la desesperación y pensaron que si se follaban a traición conseguirían burlar los nefastos designios de la todopoderosa soledad. Fue entonces que obviaron los efectos secundarios; no calcularon que si pedían por un lado debían ofrecer por el otro y al final quedarían encerrados bajo los barrotes de la dependencia. Olvidaron que llega un momento en el que no te puedes apartar o sentirte indiferente cuando se han creado tantos lazos de unión. Que necesariamente te has de implicar porque giras en su misma órbita.

Ese es uno de los párrafos del relato que está escribiendo el joven periodista. Como prudente escritor que es, se detiene a madurar el texto e intenta reflexionar sobre sus propias palabras a posteriori, tratando de verlas desde la posición de un lector ajeno, neutro. Al poco, aparta la mirada de la pantalla del ordenador, busca con la mirada el teléfono móvil, lo coge y borra de la agenda el número de teléfono de esa chica para evitar que se fortalezcan los enlaces mutuos. Ha borrado el número. Ha tenido miedo.

Todavía no ha entendido que la chica no es un número de teléfono.

El Metro de la Ciencia

La revista de divulgación científica Muy Interesante ha publicado una maravillosa infografía que muestra la evolución de la ciencia desde la antigüedad clásica hasta nuestros días: partiendo de Tales de Mileto y Pitágoras y llegando a hitos modernos como la clonación de la oveja Dolly o el nacimiento de Internet (1983, buen año para nacer ;P). Evidentemente, y como suele suceder con este tipo de propuestas, a algún científico se le echará de menos y algún otro hito parecerá sobrevalorado. Además, y si no me equivoco, no aparece ningún español: ni Severo Ochoa, ni Ramón y Cajal, ni Ortega y Gasset.

Os recomiendo que lo miréis con atención; es entretenido y ayuda a hacerse una idea de las conexiones temporales y evolución de las distintas ramas de la ciencia (cada rama corresponde con una línea del metro). Además, hay vías muertas, como la Teoría de Unificación, gran obsesión del Einstein más adulto, y líneas en obras, como la Teoría de Cuerdas. Los nodos más ajetreados son las estaciones Newton e Einstein, donde confluyen las líneas Física, Matemáticas y Astronomía.

P.S. Leído en Microsiervos, ese blog megapremiado y profesional con tan buenos contenidos como abrumador ritmo de actualización.

P.S.P.S. El mapa en calidad de impresión se puede descargar aquí.

To read or not to read

Tú habías nacido para ser más grande. Lo supiste y no lo aprovechaste. Tenías la virtud. Poseías todos los dones necesarios para triunfar y no lo hiciste. ¿Por qué? Porque fuiste cobarde, porque te rendiste, porque creíste ciegamente en un destino que no es una autopista de tres carriles, sino un camino a segar, un sendero entre la selva por el que debías abrirte paso a machetazos. No comprendiste a tiempo que la vida te extendió un cheque en blanco y, al final, acabó como papel mojado, aburruñado en el fondo de la papelera. Si te lo hubieses propuesto, podrías haber sobrevolado las cumbres, ser alguien importante, reconocido. Pero tuviste que elegir y te quedaste leyendo. Esa fue tu elección. Ese será tu destino.

Escogí leer. Sí. Me quedé al otro lado de la orilla de las gentes. Para que no se secase mi arcilla, que decía Saint-Exupery: nadie te ha cogido de los hombros y te ha zarandeado a tiempo. Ahora, la arcilla de la que estás hecho se ha secado y endurecido, y ya nadie sería capaz de despertar al músico dormido que, antes, tal vez, habitaban dentro de ti. Yo no tenía alma de músico, sino de lector. Qué le vamos a hacer. Escogí leer para crecer, para que sedimentase en mi interior el producto de las palabras y poder construir mi fortaleza. Una ciudadela más poderosa que el mármol y más brillante que el oro, un palacio hecho a mi medida para refugiarme en la tempestad. Me concentré en darle sentido al todo y en justificar cada uno de los ladrillos que debían constituir mi ciudadela espiritual. ¿De qué sirve, si no, caminar? ¿Para qué dar el siguiente paso? Quizá no me comprendas; tampoco yo lo he conseguido todavía.

Sobrevaloras, amigo, la lectura y la reflexión. Nadie ha amasado fortunas sentado en el sillón leyendo ensayos de Montaigne, nadie ha viajado a las Américas o a Bombay sin alzar la vista del libro, nadie ha concebido una prole desde la edificación espiritual.

Subestimas, amigo, la lectura y la reflexión. Porque sin formación no amasarás esa fortuna, porque sin conocimiento siempre serás extranjero en tus destinos, porque sin educación no podrás engendrar una descendencia digna.

Pinceladas de Berlín

too rich for Monaco
too famous for L.A.
too hard for Moscow,
right for Berlin!

Es el lema de algunas de las camisetas souvenir que se venden en Berlín. No sé si será exagerado. Más bien diría que Berlín no es tan majestuosa como París, ni tan monumental como Roma, ni tan económica como Praga, ni tan fría como Moscú, ni tan multicultural como Londres. Berlín probablemente no se preocupase por esos adjetivos porque pasa de todo. No hay más que subir al metro (U-Bahn) para darse cuenta de lo ocupados que están los berlineses como para preocuparse de calificativos. Puedes encontrar a abuelas en zapatillas de deporte y gafas de sol naranjas con pinta de ir a alguna parte -con prisas a su edad-, a jóvenes que abren su MacBook mientras comen y suben su bici al metro, a ángeles rubias de piel de porcelana que leen libros en japonés, y mil etcéteras más. En Berlín parece que cada persona es sí misma, impermeable y despreocupada del qué dirán. La capital de Alemania es enérgica y dinámica.

Decadente

Quizá no se trate de una ciudad excesivamente atractiva para visitar como lo pueden ser las ciudades italianas del estilo de Roma, Venecia o Florencia, recargadas de belleza clásica y con montones de lugares señalados en rojo en las guías de viajes. Mientras paseaba por Berlín más bien me parecía que era la ciudad que proyectaba Alemania al mundo y que servía tanto de radiografía de la Historia del siglo XX como de espejo de la propia cultura alemana. El Reichstag con su anacrónica cúpula acristalada como contrapunto al poder del pueblo, la Puerta de Brandenburgo como espectadora de la historia alemana y símbolo de supervivencia, el Muro y el Checkpoint Charlie como emblemas de la Guerra Fría, el barrio de Kreuzberg como ejemplo de inmigración, Postdamer Platz como alegoría de futuro y prosperidad, la iglesia de Kaiser-Wilhel-Gedächtniskirche como recuerdo del apocalipsis de la Segunda Guerra Mundial… No son monumentos que te hagan sufrir el Síndrome de Stendhal pero sí te hacen consciente del paso del tiempo.

Y más allá del turismo diurno, el ambiente nocturno de la ciudad. Pasear por Berlín en noviembre cuando anochece y los termómetros frisan los cero grados no es demasiado agradable, de ahí que no se vea mucha gente por las calles y dé la sensación de no tratarse de una ciudad de tres millones y medio de habitantes. Sin embargo, el ambiente está ahí, en los locales de moda, en los garitos, en los pubs de mesas bajas con, casi siempre, música electrónica. Y si se habla de música electrónica, ha de hacerse desde el Tresor, cuna del techno. Ir al Tresor es vivir una experiencia única, una extreme party en palabras de la recepcionista del Hostel. El local -ha cambiado de ubicación- no puede ser más lúgubre. Se encuentra en un barrio sin demasiado movimiento y tiene apariencia de antigua fábrica abandonada. Pero es que es peor: se levanta sobre una vieja y desvencijada cárcel de angostos pasillos. Salir una vez dentro es casi una odisea. La música se divide en dos salas de la que una de ellas debería estar prohibida por ser el infierno: música que se podría definir como ruido de fábrica, luz inexistente más allá de los flashes intermitentes cada cieeerto tiempo y gente al borde del abismo. Como muestra, el DJ pincha desde detrás de los barrotes de una celda. Una experiencia única.

La oferta cultural de Berlín, para nosotros, acostumbrados a tan poquito, resulta abrumadora. Sin ir más lejos, en las cuatro noches que allí estuvimos hubo conciertos de Slipknot o Franz Ferdinand. Nosotros, sin embargo, nos decantamos por ir a un concierto de !!! (léase “chk chk chk”) en la Festsaal Kreuzberg, una suerte de local de entrada desoladora pero cargado de encanto. No es habitual encontrar conciertos de este calibre por 13 euros en una sala de tamaño relativamente pequeño en España. El concierto, para qué decir, fue brutal y con un ambiente excelente. Los alemanes respetaron durante todo el concierto sus posiciones sin parar de moverse al son de los ritmos rock-pop-dance-funk-electro de !!!. Eso sí, ha de admitirse cierta sobredosis de homosexuales poco discretos en eventos de este tipo en la ciudad gay por antonomasia.

Cúpula del Reichstag

Por último, Berlín es una ciudad de contradicción. Donde Marx y Engels pueden tener su homenaje junto a la mayor iglesia católica de Berlín (St. Hedwigs-kathedrale), donde convive la mayor comunidad gay de Europa a pesar del exterminio nazi, donde el arte puede ser concebido de formas tan distantes como en la Galería de Arte Tacheles o en el Pergamonmuseum, una ciudad puntera a pesar de la destrucción que la hizo casi desaparecer del mapa en 1945, una ciudad demasiado acostumbrada a renacer de sus cenizas como para tener miedo de ser grande.

P.S. Más fotos de Berlín en flickr…

Cuando aprendieron a no medir

Finales de marzo de 2006, Estrasburgo. Mientras los universitarios franceses se rebelaban en las aulas universitarias y convocaban manifestaciones a lo largo y ancho de la república, algunos jóvenes preferían mirar a otro lado, a ese lado que no es ningún lado. Y se quisieron con inocencia, con sentimientos rubios de ojos claros, de miradas límpias. No contaban los besos que les cabían. No medían la fuerza de sus abrazos. Sus retinas, transparentes, obviaban la visión periférica y olvidaban calcular distancias. Las sillas y mesas amontonadas taponaban el acceso a los pasillos de la facultad.

Cuántas veces he visto esta foto que entonces tomé, voyeur, y me he preguntado por el destino de esos chicos. Inevitables evoluciones que desembocan en enigmáticos mares, salados, revueltos, poderosos, sosegados. Sospecho que ya no andan por esos bancos junto al río Ill. Quizá ella se fue de la ciudad para estudiar en París y no volvió, quizá él ahora sea politoxicómano, puede que ella sea madre del hijo de otro y se haya casado con él, quién sabe si ella tuvo un grave accidente de coche y se enamoró de la enfermera que la cuidó en su convalecencia, quizá se les acabaron los besos, puede que pretendiesen empezar a medir y no encontrasen el rasero para hacerlo. Pero en la foto, ellos miran, se miran. Se preguntan, de forma retórica, en afectado francés, what are you waiting for?

Erótica urbana o De la soledad del afilador

-El ideal de vida -les dije- consiste en vivir nueve meses en el campo y tres en El Corte Inglés.

Así empieza Erótica urbana o De la soledad del afilador, novela del escritor villaescusero Adolfo M. Martínez. El estudio de la Erótica urbana sucede al que ya realizó en su día de la Erótica rural, de la que hablaremos en su día. Adolfo se define como un híbrido inestable de licenciado en Derecho, pintor, escultor, escritor, único estudiante y a la vez decano de la Universidad de Villaescusa de Haro -esto es otra historia-, y regente del Palacio Rural Universitas. Aunque él prefiere autodefinirse como la única persona que ha leído las Obras Completas de Platón y ha partido un azadón de marca Bellota. Cuando uno se enfrenta a la Erótica urbana tiene siempre presente que ha sido él el autor; por un lado, porque a poco que se le conozca se le descubren las ideas que siempre ha promulgado, y por otro, por su intelectualismo.

La novela está plagada de ideas, algunas de ellas admirablemente bien ensartadas en el discurso, que gotean en los diálogos de los protagonistas y que van desde citas de don José (por Ortega y Gasset) como interpretar las cosas con categorías freudianas es renunciar, de antemano, a comprender hasta certeras y provocadoras sentencias como con las mujeres me pasa como con las setas: me gustan mucho; pero me dan mucho miedo. Las referencias ilustradas dotan al libro de una seriedad de biblioteca que juega con la inocencia de uno de sus protagonistas e invitan a reflexionar al lector. Por su parte, las afirmaciones propias son categóricas y tienen un punto picante que desnuda la hipocresía del lenguaje y lo políticamente correcto. Es la forma que tiene Adolfo para hablar de temas trascendentales sin necesidad de profundizar en tesis sesudas y es la razón porque la que se le considera el creador de una tendencia literaria llamada tremendismo ilustrado:

  • Libertad: el día que me dejó la mujer decidí desprenderme del televisor. Para redondear más mi libertad.
  • Muerte: la muerte es que tiene mala leche, siempre te pilla cuando vas a dar un pespunte.
  • Felicidad: parece mentira que la felicidad pueda consistir en vaciar la vejiga.
  • Sex-shops: a estos sitios se viene a destilar la soledad.
  • Alcohol: el ideal del hombre es estar medio día borracho y medio día durmiendo.

Y, sobre todo, el amor, tema central de la novela encubierto en una trama que incluye sangre, cárcel, tipos raros, inventos más raros aún, la cafetería del Club del Gourmet de El Corte Inglés y conocidos lugares madrileños. El amor, enlazado con el sexo, el afecto y el tiempo que lo macera, visto desde una perspectiva particular y sutilmente provocadora. No me gustaría anticipar más acerca de la trama porque recomiendo leerlo; no creo que a nadie deje indiferente y además se trata de una novela breve de menos de 200 páginas.

Por último, la opinión de José María Alfaya al respecto, que hace hincapié en el otro gran tema de la novela. La filosofía de vida de dos personas desubicadas que dan tumbos por un Madrid que no sienten suyo y del que se refugian en las grandes alturas para mirar a vista de pájaro las conductas humanas:

En fin, yo diría que estamos ante una novela que se apoya en una trama para poder ser mejor lo que más le gusta al autor: una novela de situaciones, de otoño cheyenne, de derrotados irreductibles que se defienden en un mundo que no es el suyo comprendiéndolo mejor que los que se sienten dueños o actores principales de él.