Juegos Olímpicos y espíritu de superación

Este fin de semana han terminado los Juegos Olímpicos de Pekín. Los protagonistas, como tantas veces han remarcado los medios de comunicación, han sido esos grandes triunfadores con apellidos como Phelps, Bolt o Bekele. Sin embargo, en las Olimpiadas hay momentos más emotivos que los grandes éxitos, instantes cargados de sentimiento que se graban en la retina del espectador y le hacen emocionarse. No he podido ver todas las competiciones que hubiese querido, aunque las imágenes han sido repetidas hasta la extenuación en televisión y habrán sido pocos los grandes momentos que me haya perdido. Así pues, enumeraré a continuación algunos instantes que me han parecido especialmente emotivos:

8. La patada de Ángel Valodia Matos al árbitro en la competición de taekwondo. La impotencia, cuando supera la legalidad y la educación. Fidel Castro ha apoyado públicamente a su compatriota en su antideportiva acción. Matos ha sido expulsado del deporte de por vida.

7. La derrota de Cavic en la final de los 100 metros mariposa. La suerte del campeón, Michael Phelps, que tocó la pared de la piscina una centésima de segundo antes que su rival cuando parecía que éste había ganado la prueba. El aura de Phelps, antes que las yemas de sus dedos, batieron al combativo Cavic.

6. La sonrisa de Yelena Isinbayeva en el podio del salto de pértiga femenino. La ilusión y el esfuerzo continuado a pesar de haber batido más de veinte veces el récord del mundo y haber ganado todas las competiciones disputadas desde hace años. El espíritu de superación intacto muchos centímetros por encima de sus rivales.

5. El mate de Rudy Fernández en la final de baloncesto ante Dwight Howard. El desparpajo de David frente a un Goliat negro y terriblemente fuerte. On your face!

4. El mareo, acompañado de vómitos, de David Cal en el podio. La ambición del que se siente frustrado con una medalla de plata al cuello a pesar de haberlo dado todo en la competición, hasta la extenuación, hasta sentirse mareado y perder la orientación.

3. Las lágrimas de Araceli Navarro en la competición de esgrima tras dislocarse el hombro. El ansia de ganar, de competir, de darlo todo, todo. El médico la obligó a retirarse aun cuando ella suplicaba que le redujesen la clavícula para seguir compitiendo. Era el día de su cumpleaños y su debut en unos Juegos Olímpicos.

2. La caída de Marta Domínguez al saltar la última valla en los 3000 metros obstáculos. No midió su esfuerzo, su cabeza sólo pensaba en ir con las más rápidas y se desentendió de las fuerzas de sus piernas. Marta no sabe lo que significa la palabra rendición y luchó por mantenerse en los puestos de cabeza porque para ella sólo había una opción: ganar. Le fallaron en el último esfuerzo. Se reincorporó más por intuición que por fuerza, pero recayó semi-inconsciente, con ojos nublados y mirada perdida, sobre los brazos de un juez.

1. El beso de Almudena Cid en el suelo del pabellón de gimnasia. La perseverancia de una gimnasta con cuatro finales olímpicas a sus espaldas y con muchos más años que el resto de las gimnastas. Guapa, humilde y de sonrisa hipnótica, el discurso de Almudena está poblado de palabras como ilusión, esfuerzo, alegría, trabajo, vida. Ha entrenado muchas horas al día (¿7? ¿8?) durante muchos años (¿18? ¿20?). Ahora se retira y podrá calzarse los zapatos de tacón que tanto le gustaban y de los que no podía disfrutar porque le dolían los pies después de los entrenamientos.

Eso es el deporte.

Vuelta a Ciudad Real

Ayer por la noche llegué a Ciudad Real después de casi cuatro semanas de vacaciones. Había sido mucho tiempo sin pisar las tablas del parqué del piso, olía a cerrado y a algo más. Cuando abrí la puerta, dejé las maletas en la cama de mi habitación. Después fui al salón, al fondo del pasillo, para conectar el teléfono fijo. Y allí lo descubrí. Un murciélago estaba viendo la tele sentado en el sofá. La televisión estaba ¡encendida! y programaban el telediario. Me quedé paralizado. No sabía qué hacer, pero al menos el teléfono ya estaba conectado -se enciende en la misma regleta en la que conectamos la televisión. Lo miré. Él ya me estaba observando a mí porque había oído mis pasos recorriendo el pasillo, pero no se había inmutado. Mi primer pensamiento fue que se trataba de alguno de mis compañeros de piso. He leído a Kafka y supongo que tenía La metamorfosis en mente. Como sé que Gregorio Samsa fue repudiado tras la transformación, no quise cometer el mismo error y hablé al murciélago: “¿Víctor? ¿José? ¿Sergio?”. No contestó. Pensaría, si es que tiene raciocinio, que yo estaba loco. Quizá me contestó en ultrasonido, ¡pero apenas si percibo longitudes de onda aceptadas por el oído humano! Su mirada me hacía pensar que me conocía, pero sus rasgos no me recordaban a nadie familiar; aunque claro, en poco se parecen las larvas a las mariposas. En poco tiempo, segundos acaso, me reí de mí mismo al pensar que hablaba con un murciélago. Pero no sabía cómo actuar. Apagué la televisión. No le importó; supuse que le interesaban poco los asuntos de Osetia del Sur. Fui a por una escoba y abrí la puerta del balcón. Con educación lo expulsé del piso; al menos, hasta que pague alquiler. No sé si volverá; en ese caso, ¿qué comen los murciélagos?

Barca encallada en la playa de Conil [Ver más fotos de este verano].

2001: la Odisea del Cine

Hace poco tiempo terminé de leer un libro de cine que tenía por título 2001: la Odisea del Cine. Me atrajo su título cuando lo compré, y más todavía su precio: lo encontré en una feria de libros de ocasión por 3 euros. El ensayo en cuestión está escrito por Alfonso Basallo, periodista y profesor universitario zaragozano, que realiza un análisis profundo de las causas que desencadenan la despersonalización del Séptimo Arte. A través de una crítica ácida y sin pelos en la lengua repasa los principales motivos del declive del cine afrontándolos desde una perspectiva social:

El origen del problema hay que buscarlo en dos enfermedades que aquejan a la sociedad contemporánea: el consumismo, consecuencia natural del capitalismo; y la obsesión por la seguridad. El consumismo ha traído al séptimo arte la trivialización. La trivialización se refleja hasta en la fisionomía de las salas. En cuanto a la seguridad, es evidente que el miedo al fracaso hipoteca la creatividad.

No duda en despreciar al público actual y criticar casi todo el cine actual: desde las películas de Clint Eastwood hasta La Guerra de las Galaxias pasando por Cadena perpetua y El silencio de los corderos:

Exaspera constatar el papanatismo de las masas (antaño llamadas público) ante basura disfrazada de espectáculo o pedantería que se vende como arte. […] El contraste entre aquel vivero cultural y el manso y acrítico consumismo de ahora es muy elocuente. Como lo es el abismo entre el compromiso y el llamado “pensamiento débil”.

Basallo señala como causas de la decadencia dos factores: la tiranía de la imagen en la actualidad y la separación de arte e industria. Así, de la primera denuncia:

¿Cómo un devorador de Rambos y Terminators, telediarios, violaciones, muertes en directo y en diferido, risas enlatadas (¿se puede enlatar la risa?), estruendo, alaridos y chorros de fuego va a poder saborear a Keaton, tan silencioso, tan elocuente; a Lubitsch, tan sutil; a Robert Bresson, tan austero; a Nicholas Ray, tan pictórico; a Stanley Donen, tan elegante; a Truffaut, tan romántico; a Fellini, tan onírico; a Billy Wilder, tan humano; a Kurosawa, tan humanista?

Y de la segunda causa, señala:

Si algo caracterizó el período más floreciente del cine clásico fue la simbiosis entre exigencias comerciales y planteamientos artísticos. Hacer cine era una aventura; ahora es marketing.

Se trata de un ensayo radical, directo y regado con referencias a los grandes clásicos, desde El crepúsculo de los dioses a El puente sobre el río Kwai pasando por La fiera de mi niña o Centauros del desierto. Quizá llega a ser demasiado purista y generaliza en exceso en lo referente al cine actual. Probablemente no sea un libro imprescindible, pero merece la pena leerlo porque refleja claramente la opinión de muchos cinéfilos: cualquier tiempo pasado fue mejor.

El autor en cuestión, bigotudo y encorbatado.

Desencríptame, Inés

Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.

Me miras, de cerca me miras.

Julio Cortázar, Rayuela

Tú a Hollywood y yo a Moratilla

Sécolectivoforzoso es el nombre de una agrupación artística multidisciplinar sin ánimo de lucro formada en Madrid en 2007 y dedicada al arte contemporáneo y a la gestión de proyectos culturales. Los integrantes de la asociación son jóvenes que confluyeron en un Máster durante el último curso académico con grandes inquietudes culturales y con unas desmesuradas ganas de reírse de los convencionalismos y la pretendida seriedad del arte.

Sécolectivoforzoso organiza durante los días 24 a 27 de julio un encuentro cultural en Moratilla de los Meleros para celebrar su hermanamiento con el municipio de Hollywood, en California. Moratilla de los Meleros es un pequeño pueblo de Guadalajara de casi 100 habitantes que será invadido por jóvenes artistas, actividades culturales, teatrales, y musicales, cines de verano y coloquios en una actividad que se ha dado en llamar Tú a Hollywood y yo a Moratilla.

Todo aquel interesado en asistir puede contactar con la organización a través de e-mail o informarse acerca del programa en su blog o su myspace. El encuentro cultural es gratis y, además, se ofrecerá una zona de acampada, también gratis, para todos aquellos que se animen a asistir.

La Mala Zorra

Ediciones de La Discreta presenta la nueva novela de Félix Dativo Donate La Mala Zorra, novela de aventuras que recrea una historia de corsarios protagonizada por la galeota homónima. La historia se introduce a sí misma a partir del Mar Mediterráneo:

La vieja galeota conocía de sobras el mar que su proa hendía con leves cabeceos, y sabía que no era de fiar. El Mediterráneo es al fin el padre del corso y de los piratas, más artero, vicioso y astuto que todos ellos: sabe embaucar con la mentira de sus distancias, la codicia de sus costas y el cebo de su belleza tranquila, abierta y salada.

En palabras de su autor -escritor y editor aparte de profesor de Lengua y Literatura en bachillerato- se trata de una novela perfecta para la playa y la piscina que trata de corsarios mediterráneos y cuyo propósito principal es el entretenimiento. Sin embargo, en este homenaje al eterno John Ford habrá algo más que eso para el lector curioso.

La novela se presenta este viernes 11 de julio a las 20:00 en la Escuela de Arte Dramático del Ayuntamiento de Madrid y se acompañará de la representación de la obra teatral El llanto del pirata discreto.

PS. Una galeota era un barco algo más pequeño que la galera y mayor que el bergantín y la fragata mediterránea.

PS.PS. La primera novela de Dativo Donate tiene el sugerente título de Nuestra Señora del Ciberespacio y otras historias inminentes, pero no puedo confesar que todavía no la he leído por si me cae algún capón del autor…

Fallo del Concurso de Relatos de eltercero

Hace tiempo, eltercero organizó un certamen de micro-relatos para conmemorar el tercer aniversario de su blog, como ya avisamos por aquí. Al final, gracias a los sobornos psicológicos a los que sometí al jurado, conseguí ganar uno de los premios con el siguiente relato:

Habían sido tres años difíciles, pero no le preocupó el tiempo de sufrimiento cuando vislumbró cerca el final del sacrificio; como el alpinista que, tras días de esforzada ascensión a una cumbre, goza de la perspectiva de la cima olvidando los malos momentos de escalada. Los tres años de duro entrenamiento en el Centro de Alto Rendimiento de Madrid debían madurar y dar como fruto la ansiada medalla olímpica con la que soñaba desde su ingreso en la Residencia Joaquín Blume en septiembre del año 2005, precisamente el mismo mes de su nacionalización como español. Nacido en La Habana, vino a España con la intención de disponer de los medios idóneos para alcanzar su objetivo de lograr la medalla de oro en los Juegos Olímpicos. Las marcas conseguidas habían sido buenas; consiguió la mínima olímpica en el campeonato de España con un registro récord y en el Mitin de Lisboa se supero a sí mismo logrando una de las mejores marcas mundiales del año. Sabía que sus rivales ya lo tenían en cuenta; no es que lo temiesen, todavía era una joven promesa, pero lo seguían de cerca porque su progresión estaba siendo óptima.

Llegó el momento de la verdad. El Estadio Nacional de Pekín estaba casi lleno. Las rondas clasificatorias habían sido muy complicadas pero, con la pizca de suerte que regala el sacrificio, logró alcanzar la deseada final. Se agachó, colocó las manos sobre la línea blanca de la pista, dio una coz al aire con cada pierna, clavó con energía las zapatillas sobre los tacos de salida, respiró profundamente mientras acomodaba milimétricamente el pulgar y el índice de cada mano detrás de la línea de salida. Inspiración. Expiración. Liberó su mente de pensamientos, para que fuese más ligera. Inspiración. Expiración. Se concentró en liberar su mente también de conocimientos; a esa altura de la competición de nada servían las estrategias, las clases para mejorar la técnica de la zancada o el análisis minucioso de los competidores. Inspiración. Expiración. Se abstrajo del mundo sensorial, no oía el rugido del público en el “nido del pájaro” pekinés, no sentía frío ni calor, esperaba la percepción del disparo de salida en mitad del vacío sensorial. Inspiración. Expiración. Se concentró en desterrar los pesados sentimientos para los trascendentales diez segundos siguientes. Inspiración. Expiración.

On your marks!
Get set!
Ready!
Go!

El juez de salida era cubano, afín al régimen, y había conseguido introducir en el estadio una pistola no oficial cuyo disparo no descargaba una pequeña carga de pólvora de fogueo sino una mortal bala de ocho milímetros.