A la escasa sombra de Rocinante, el rudo labrador Sancho Panza intenta dormir la siesta en paz, pero los flashes de las cámaras digitales se lo impiden. Hoy en día nadie respeta el descanso (¿eterno?) de quién sólo quiso tener una buena cosecha a final de temporada y un caldo humeante al llegar a casa al anochecer.
Prototipo de analfabeto de la llanura manchega, con brazos de piedra y manos de esparto, con tomiza al cinto y alpargatas desgastadas, con cabellos despeinados y polvorientos, el humilde Sancho se levanta todos los días al amanecer y se asoma a la ventana en busca de la bruma matinal que poco a poco es quebrada por los primeros rayos de Sol. Su vida mantiene el espíritu capicúa de los ciclos lunares: duerme, come, trabaja, come, duerme. Y mientras tanto, sueña sin esperanza y desea sin ambición. Seguramente no se considera un hombre feliz, ni tan siquiera infeliz. Uno más de esos que nunca pasan a la historia.
La personalidad de Sancho oscila entre el estereotipo de labrador manchego escéptico y analfabeto y la individualización de un personaje pacífico, cobarde, llorón y compasivo. No se trata de un héroe, no es un imbatible guerrero con corazón de piedra y elevados ideales, más al contrario se podría definir como un humilde y simple campesino que ama a su viejo rucio casi tanto como al oro que no tiene.
Y así y demás, hasta que una húmeda mañana de junio un amigo le propone cambiar avivando la llama de su apagada ambición. Deja tus aperos hoy en casa, no cojas almuerzo para la jornada, vamos en busca de oro, poder y otros tesoros de más valor. De acuerdo, pero me niego a renunciar a las sardinas y los tomates. Y así sin más, Sancho carga el morral con escepticismo, olvidándose de la bolsa de los valores y acostando la sensatez.
Aún se disciernen a lo lejos los contornos heterogéneos de Alonso y Sancho. Todavía no saben que serán escabrosos los secos caminos manchegos por los que vagarán. No caben en la estrecha imaginación de Sancho tantos entuertos por desfacer que se avecinan, tantas páginas por enriquecer de las que serán protagonistas, tanta locura por beber a la que no se resistirá.
Homenaje a Sancho Panza, patrón de este rincón del ciberespacio por inocencia y vacua ambición, al que brindamos este blog para que sea su Ínsula Barataria intangible.