Hangover, Gameover

No es dolor de cabeza, ni vértigos, ni la lengua áspera, ni un cerebro que recibe estímulos más lentos y genera respuestas con impulsos nerviosos a la velocidad del caracol, ni un pesado estómago dilatado y vacío de forma simultánea. No. Es como si sobre las estanterías del cerebro hubiese vasos de plexiglás a rebosar de hielos y líquidos, y se tambaleasen de forma temeraria sobre el lomo de los libros que leímos y que guardamos en las estanterías. En algunas ocasiones los temblores derraman parte del contenido de los tubos, y empapan los libros, y las páginas damnificadas se convierten en papel mojado de nuestra memoria y nuestras experiencias. Es como si las palabras de esos libros se emborronasen y perdiesen su significado o lo adaptasen a una nueva perspectiva. Una perspectiva más limpia o más clarividente o más deprimente o más confusa, siempre en función de la bebida derramada. Y así te bailan las ideas, las opiniones preconcebidas, el orden de las ilusiones. Donde pensabas que una decisión era peligrosa te das cuenta de que es una esperanzadora oportunidad.

O al revés, la naturaleza no pregunta ni reflexiona, solo fluye. Como fluyen nuestras opiniones, necio el que solidifica su personalidad, opinión y valores. Porque sucede que donde una chica piensa ¡qué imbécil es este tío! ahora piensa ¡ay, qué tonto es!, dos expresiones tan similares y que sin embargo denotan dos opiniones completamente diferentes, el primero está sentenciado, el segundo la tiene en el bote. O un día te levantas con la esperanza de que Kim Jong II haya arrasado con todo el planeta y queden sólo parpadeos terminales de la vida humana, mientras que la noche anterior disfrutabas de los placeres que te regalaba ese preciso planeta y cantabas sus alegrías. Es la incertidumbre a la que nos aboca nuestra condición y que debiera hacernos exprimir con actitud receptiva cualquier leve destello de energía y que debiera hacernos evitar que cuando llegue el gameover aún queden esencias por saborear.

1 entre 85.000

Esta noche la luna es especialmente atractiva, tan redonda y rodeada de esa neblina cambiante de comienzo de película de terror. Sobre todo si la miras a través de las ramas desnudas de un árbol caduco y de fondo suena música de Wagner. Lástima que ni siquiera la pueda fotografiar. La luna siempre ha gustado, yo creo que porque está con nosotros en la noche, que es cuando las cosas buenas son menos buenas y las malas son peores. O será porque disimula los defectos y nos permite vender nuestra alma al diablo a precio de saldo. Y justo la noche más larga del año, tantas horas como reina durante lo que llaman solsticio, que a mí me recuerda a estulticia. Y justo la noche con más ilusión, cuando se espera que al día siguiente la vida dé un vuelvo con ese pequeño papelito que tiene una entre 85.000 posibilidades de salir del bombo, lo que si no me fallan las cuentas equivale a que mezcles una baraja de cartas y se queden los cuatro ases arriba. Qué maravillosa es la naturaleza humana, capaz de colgar toda una vida sobre un perchero tan débil, como diría Woody. Lo bueno de las probabilidades es que nunca fallan, las adoro, porque hasta la más mínima puede decir que ahí está y no se va a rendir. Lo malo es cuando a la hora de comer ya todo sea papel mojado y entonces nuestra compañera nos tenga que decir apenada «yo quiero evitar que te hundas, pero llevas unas pesadas botas de plomo.» Quizá sea más fácil quitarse las botas que poner una vela al décimo.

Look left on the road

Look Left or Follow the Arrow
Look left or follow the arrow, Dublín (diciembre 2010).

Sí, aquel inolvidable On the road, esa novela vital de Jack Kerouac sobre la que no merece la pena hablar, simplemente leer y descubrir. Como Bolaño o Saint-Exupery, se te quedan ahí, reposando años después en algún sitio de ti mismo. No sabes dónde ni qué dejaron, pero están. Como esa pregunta de Kerouac a una camarera en el camino «¿que qué le pido a la vida? No lo sé, sólo atender las mesas e ir tirando.» Así, tan desolador, o no, como si se hubiese desprovisto de cualquier atisbo de futuro, o no quisiese buscar otro más estimulante, simplemente follow the arrow. Una camarera con un sentido común tan rotundo como la María Teresa Solsona de Los Detectives Salvajes, también camarera y culturista por afición. Una mujer que había acotado sus perspectivas para ceñirse a un estrecho marco vital en el que había metido todo lo que le incumbía con un pragmatismo abrumador. Como si fuese fácil desprenderse de las cosas que menos nos importan, como si los pequeños detalles se pudiesen obviar. Ambas sabían que había un mañana y no iba a ser ni mejor ni peor que ese hoy. Y luego estaban los desorientados, los Kerouac, los Arturo Belano, «yo no tenía nada que ofrecer a nadie, excepto mi propia confusión.». Los que leen ese Look left y se lanzan a contracorriente pensando que no hay mañana y luego se dan cuenta de que lo que no hay es un hoy. Tan desnudos e indefensos que el tráfico les viene de cara y encima no tienen las instrucciones del juego. Al final no les queda más remedio que aceptar el ir tirando.

Transparencias de verde satén


Parliament Square, revueltas estudiantiles (Londres, diciembre 2010).

Por fin. Ya he terminado de leerme los más de 250.000 cables (filtraciones o documentos confidenciales) publicados por WikiLeaks para desnudar los entresijos de las políticas internacionales y destapar los tejemanejes de los poderosos. Unos cuantos periódicos han lanzado extensos reportajes para que aprendamos cómo eran las relaciones internacionales antes y lo que podría cambiar con las filtraciones, unas que pueden trastocar los planes de países como Irán y Corea del Norte y otras que más parecen de prensa rosa.

Conocí WikiLeaks hace dos años en una charla del periodista José Cervera en la ESI de Ciudad Real. Venía a defender su hipótesis: Internet es la panacea de la democracia y la participación ciudadana sin restricciones de libertad debido a que su desarrollo corrió a cargo de los hippies californianos de la época (tipo Steve Jobs o Gates), pero una sociedad como la nuestra no puede permitir un elemento como Internet, tan en contra de los intereses de las grandes compañías: ¿cómo va a aceptar Vodafone la existencia de Skype? ¿Qué opinan las discográficas y editoriales de la cultura gratis de hoy día, del eMule, de los los e-books, de MegaUpload, etc? ¿Cómo se puede permitir la existencia de la mayor enciclopedia de la historia (Wikipedia) creada de forma voluntaria y participativa? Y mil ejemplos más, entre los que se encontraba WikiLeaks, que ya ofrecía entonces documentos confidenciales tanto estatales como empresariales.

No me quiero imaginar cuánto dolerá a las altas esferas y a las grandes multinacionales ese monstruo abominable llamado La Red. Y como les molesta, parece ser que tienen intención de pararle los pies. Más de uno por aquí quizá no haya oído hablar de la Red Neutral, que a grosso modo significa que la ciudadanía quiere garantizar que los proveedores de acceso a Internet no pongan trabas a la libre transferencia de datos por la Red. Sin embargo, como apuntan en Microsiervos, «el gobierno español ha dejado claro que no está por defender la neutralidad de Red, que no parece tener ninguna prisa por que el acceso a Internet de banda ancha sea un servicio universal, y que en general nuestros políticos carecen de la más mínima idea de lo que es Internet.» Esto podría provocar que en un futuro cercano, si no se aprueba una legislación acorde con la defensa de una red neutral, los proveedores podrían ser dueños de las páginas web a las que tienes acceso o penalizar el acceso a algunas o hacerte pagar por otras.

Mientras unos luchan por las filtraciones o por la neutralidad de la red, los irlandeses se revelan contra los recortes presupuestarios obligados por Europa para compensar el rescate financiero, y los británicos se levantan contra la subida de tasas de estudio que pretende analfabetizarlos mejor que nunca, y los italianos se han cansado de los hilos que mueve la sonrisa de Berlusconi. A nosotros todo eso nos da igual, qué pereza levantarse, si van a hacer lo que quieran, si siempre somos las víctimas, para qué mover un dedo, dame vino.

Y entonces seguro que no existiría WikiLeaks y todos estarían más abrigados y habría menos transparencia.

Pero, en el extremo opuesto, ¿te imaginas que todo en el mundo fuese tan transparente como parece pretender Julian Assange, promotor de WikiLeaks? ¿Qué pasaría si cuando te levantas por la mañana tu mujer está leyendo un informe con los cables que revelan lo que has hecho y pensado durante el día anterior?

Dublín II: pub crawl

Guiness en 568 ml.
Pintas de Guinness, Gravity Bar, Dublín (diciembre 2010).

Eso del crawl me suena al estilo libre de natación, y entonces deduzco que no me apetece nadar por los pubs. Pero resulta que es peor, crawl significa «arrastrarse, ir a gatas». Creo que puedo intuir de qué va eso de hacer un pub crawl, aunque en mi pueblo lo llaman de otra forma, será que los dublineses son más elegantes.

El elemento indispensable que necesitas para hacer un pub crawl es un buen bolsillo, porque los irlandeses se han pensado económicamente poderosos y han subido los precios hasta un nivel que ni ellos mismos pueden soportar (¿austerity budget? que cada uno recoja lo que haya sembrado). Otro elemento de agradecer aunque no imprescindible es una buena compañía, aunque los auténticos expertos en el tema deambulan solitarios de pub en pub buscando ¿a Godot?

Luego tienes que elegir una bebida, aunque en Dublín forma parte de la idiosincrasia que la elección sean esas porciones de cerveza negra Guinness de 568 ml. Me ha sorprendido ver la cantidad de jóvenes que, sin embargo, optaban por beber una especie de sidra con hielo (irish cider, marca Bulmers) o una cerveza rubia light tipo Foster’s o Becks Vier, «¡cómo cambian los tiempos!¡qué traición a la tradición!» entonarán muchos.

Y luego tienes que elegir la ruta de pubs, aunque siempre se termina improvisando y despreocupándose por las condiciones del local. En unos habrá música en vivo, en otros habrá un sosegado silencio atractivo, en otros olerá a comida y en otros a tapices orientales, pero en todos la luz será tenue y el camarero te mirará repetidamente cuando te queden un par de dedos de pinta para que le hagas un gesto y te ponga otra de forma discreta sin importarle que sea la segunda o la vigésimosegunda, no les gusta que escandalices, pero a cambio te compensan con una dedicación atenta y grata conversación si el alboroto del local lo permite.

Las guías de viajes señalan qué pubs merecen más la pena, aunque la única diferencia entre los que reseñan las guías y los que no radica en la popularidad: aquellos estarán abarrotados, tendrán música en vivo, ofrecerán las típicas ostras con pan negro para picar, venderán merchandising del local y te tirarán la pinta de forma aséptica. El resto son la incertidumbre de pagar un euro más por la pinta o de conocer a un borrachín que hace dos décadas era piloto de AirLingus y lo dejó por ir a Senegal con una nativa diplomática o de descubrir a la camarera con los ojos del azul glaciar más intenso de Dublín o de comer el sandwich menos apetecible de todo el país.

Tomes la decisión que tomes las pintas siempre estarán de tu lado, como repite Flann O’Brien en su célebre A Pint of Plain is Your Only Man.

Milésimo Cumpledías

Dentro de menos de dos meses, este minúsculo rincón de la Red de Redes cumplirá el hito de sobrevivir durante mil días. Nació allá por mayo del 2008 y yo no habría apostado a favor, por supuesto, experiencias anteriores habían caducado muy pronto y las estadísticas dicen que la mayoría de los blogs mueren con menos de un año de edad. Para celebrarlo, me gustaría lanzar un concurso en el blog para celebrar el milésimo cumpledías (30enero2011) de kyezitri.es, copiando la idea que tuvo hace siglos eltercero en su tercer aniversario. ¿Y en qué consiste el concurso? En un Concurso de Diseño de Camisetas de temática libre.

¿Quieres participar? Tan sólo tienes que diseñar un modelo de camiseta de cualquier estilo, aunque se valorará positivamente que incluya alguna referencia al blog (por ejemplo, al título). No importa que no seas un excelente diseñador gráfico (o diseñadora) porque tendrá en cuenta la idea original por encima del resultado final. Además, se deja a elección de cada propuesta el color de la camiseta y los dos colores que se utilizarán para la serigrafía (o dos colores por una cara o un color por delante y otro color por detrás). Cada participante, además, podrá presentar hasta 4 propuestas diferentes a través de correo electrónico (kyezitri@gmail.com) hasta el día 14 de enero de 2011.

¿Cuál es el premio? Sólo por participar, una camiseta con el diseño de la opción ganadora, siempre y cuándo al menos uno de tus diseños cumpla un criterio mínimo de estilo. Y si tu propuesta es la elegida, entonces conseguirás un regalo especial que se desvelará próximamente.

P.S. Para cualquier duda podéis enviar un e-mail o poner un comentario en el blog.

Dublín I: ¡Berberechos y mejillones vivos!

O eso dicen que cantaba la traviesa Molly Malone, pescadera de día, por las calles portuarias de Dublín durante las mañanas neblinosas de buena parte del siglo XVIII. La leyenda cuenta que fue la mujer más guapa en la Noble Ciudad de Dublín (In Dublin’s Fair City) y que solía pasear con un carrito en el que llevaba su mercancía marina. Dicen que vendía marisco de día y su cuerpo de noche, y por eso ahora es apodada The tart with the cart (la golfa con el carro).

La pobre Molly Malone murió sola, de fiebre, en plena calle, delirando ante la indiferencia de los largos abrigos dublineses andantes. Dicen que su fantasma vaga por las lúgubres calles de la ciudad aún hoy. También existe una estatua conmemorativa en una céntrica calle de Dublín (Grafton Street) que representa a la pescadera con su carro de mejillones y berberechos.

Muchos años después de su muerte, un tal James Yorkston compuso una canción dedicada a Molly Malone que a día de hoy se ha convertido en el himno no oficial dublinés. Aquí la puedes ver interpretada por The Dubliners. Tal y como informa la wikipedia, en el cine aparece representada en los primeros minutos de la película La Naranja Mecánica cantada por un vagabundo borrachín que todavía maldice su encuentro con Alex y compañía.

Pobre dulce Molly, trabajadora a destajo, humillada en su pobreza, despreciada su belleza, incapaz de sobrevivir en una ciudad que sólo pretendía mejillones vivitos.

Y que me perdone Buñuel por juntarlo con dominicos

Ruinas II
Ruinas de Los Frailes, Villaescusa de Haro, Cuenca (noviembre 2010).

Serían las seis y cuarto y empezaba a anochecer, como suele suceder el maldito noviembre. Miré al horizonte y vi una luna tremenda, unas tres veces más grande de lo habitual, amenazaba con acercarse al pueblo. Seguí caminando y justo cuando estaba junto a las ruinas de Los Frailes una fina nube oscura empezó a atravesar la luna, un homenaje instantáneo al comienzo de la revolucionaria Un perro andaluz, donde se superponía la escena descrita con otra en la que un ojo humano es cortado por una navaja de afeitar. Fue un sueño de Dalí o de Buñuel. Entré, más bien me colé, en el decadente conjunto y me situé en lo que tantos siglos atrás fue el núcleo de la nave central, por donde tantos frailes dominicos pasearían sus sosegadas pisadas y que ahora se había convertido en una amplia alfombra de maleza. Miré arriba, a la bóveda, antes de crucería, ahora de cielo, y di una fuerte palmada que despertó a todas las palomas. Allí, en el centro, veía los confines de las ruinas de un convento histórico con el cielo como única bóveda y la luna como inmensa piedra angular atravesada por una afilada nube y las palomas, revoloteando alrededor, sumando un detalle lúgubre a la noche de noviembre. Hay fotografías que no necesitan ser reveladas porque se imprimen directamente en el carrete de la memoria más eterna.