La elegancia del erizo

La elegancia del erizo consiste en la falsa impresión que causa un erizo, tan espinoso por fuera y tan tierno por dentro, tan sumamente retraido en apariencia y tan encantador en confianza. Y es el título de la segunda novela de la profesora de filosofía francesa Muriel Barbery.

El argumento gira en torno a un inmueble parisino del que la protagonista, Renée Michel, es portera. Se trata de una cintuentona gorda y antipática que oculta su personalidad a los inquilinos del lugar. Es una gran apasionada de la literatura, en especial de Tolstoi y la literatura rusa, de la música, desde Mozart hasta Eminem, y del cine japonés. La otra protagonista es una niña de 12 años, Paloma Jossé, extremadamente inteligente y desubicada en un mundo -y una sociedad- demasiado herméticos. Entre ellas, un personaje masculino que cuadra el círculo del argumento.

¿Y qué cuenta La elegancia del erizo? Cuenta una historia de vidas frustradas encorsetadas que no son capaces de resistirse al viento de lo establecido. Dos soledades absolutas que se redimen entre libros y reflexiones vitales anhelando una vida diferente y analizando con instrumentos de precisión los engranajes de la sociedad acomodada en la que se mueven. Cada una desde una perspectiva diferente dibuja su plano de desesperanza. Y sin embargo, ambas son capaces de entonar un dulce canto a la vida a través de tres importantes «aes»: el Arte, la Amistad y el Amor. Desde un punto de vista humilde y sin intención de sembrar cátedra, ambas intentan desentrañar el secreto de la felicidad a través de las cosas pequeñas, buscando esos instantes de belleza atemporales que hacen que la vida valga la pena más allá de la dureza de los estratos sociales o las marginaciones intelectuales.

Es posible que uno no esté de acuerdo con algunas de las ideas que expresan tanto Renée como Paloma, sin embargo, no se puede negar la madurez de las opiniones y lo adecuadas a cada una de ellas. Las ideas forman parte de los personajes, son ellos. Por último, y como rasgo a destacar, el desenlace de la novela está muy bien logrado, hilado con una fina sensibilidad y rematado con gran emotividad. Una novela recomendable y reflexiva.

La china de su zapato

Era joven, así que la muerte todavía no le emplazaba a una partida de ajedrez, o algo peor. Gozaba de buena salud, como suele ser habitual cuando alguien frisa los veinticuatro. Disfrutaba de los placeres mundanos con su chica desde los dieciocho; y con alguna otra desde que a los veintidós leyó a Wilde y se dio cuenta de que «los jóvenes quieren ser fieles y no lo son; los viejos quieren ser infieles y no pueden» y quiso adelantarse a los pensamientos de su vejez. Salía a menudo con sus amigos, a los que estaba unido a través una relación de lazos fuertes, unas veces más tensos, otras más sedosos. Su trabajo le satisfacía, no era el culmen de la satisfacción personal, pero le permitía llevar una vida desahogada y tener suficiente tiempo libre como para que el estrés no lo rondase.

Sin embargo, había algo que le hacía estar incómodo, como un pinchazo del inconsciente sobre el consciente para que supiese que algo no iba bien, o al menos no tan bien como desearía. Era una perturbación mental que le molestaba especialmente en esos momentos de paz en los que parecía recrearse en lo bien engrasados que estaban los engranajes de su vida. ¿Por qué sabiéndose satisfecho con su vida sentía esa incomodidad incorpórea?

Por mucho que reflexionase no era capaz de llegar al núcleo del dolor. Quizá fuese por el sentimiento de fugacidad de lo que se posee (y el miedo a perderlo), o porque tenía una ambición enterrada bajo su auto-satisfacción que gruñía sin cesar, o porque intuía que no podría dotar de un sentido global a su existencia y, entonces, al fin y al cabo, cada pequeño acierto no suponía más de lo que hubiese supuesto un gran error. Acaso ahí palpaba el quid de la cuestión. Sus decisiones habían sido generalmente acertadas pero no obedecían a un proyecto que lo englobase todo y otorgasen un sentido universal a su vida.

Sayonara Renfe!

Recuerdo cuando te conocí; aquel viernes de octubre del año 2001 en un trayecto Albacete-Ciudad Real. Fue la primera vez que sentí la sensación de estar contigo, y, aunque se me emborronan los recuerdos, sé que me sentía responsable en mi soledad e ilusionado en el destino. Como no conocía tus otros vestidos, ese de regional pensé que te sentaba de fábula, cómodo y pragmático.

Desde entonces han pasado muchos años y muchos más viajes a lo largo de la península. No tengo demasiadas quejas de tu comportamiento y, de hecho, conozco a gente mucho más impuntual que despotrica de tus tiempos. Si bien no puedes compararte con tu homóloga alemana o austriaca, tengo claro que a la italiana la dejas a la altura del betún, aunque todos sabemos que las comparaciones son odiosas.

Mirando atrás recuerdo muchos momentos, sobre todo de reflexión, mirando por la ventanilla con la cabeza reposando en el cristal -frío- y la mirada desubicada. Eres un buen lugar de reflexión porque llevas hacia algún sitio y, por tanto, la mente dibuja el destino y el objetivo, o se vuelve, lo que conduce a la sedimentación de lo vivido o trabajado. Recuerdo los nervios aquella vez que me llevaste a Málaga y no tenía a nadie esperando, el móvil sin cobertura, el alojamiento en lugar desconocido, los bolsillos vacíos de monedas, y era de noche. Ese viaje se hizo interminable. Pero como eres condescendiente, a la vuelta me colocaste junto a una guapísima culiparda que compensó el tiempo del viaje de ida. Recuerdo también aquel día que me hiciste dar una vuelta por la península hasta alcanzar mi objetivo, pero incluso en esa ocasión fuiste indulgente conmigo y me permitiste disfrutar de La maldición del escorpión de Jade. O aquel largo viaje a Mieres, esta vez acompañado, en el que descubrí que llevabas otro pasajero que también leía El gaucho insufrible, curioso.

Luego llegó tu época más lustrosa, más veloz, quizá menos romántica. Supongo que tu velocidad es signo de los tiempos que corren, tan urgentes, tan en línea recta. Pero incluso ahora das lugar a algún descubrimiento, como cuando aquella señora nos explicó quién era la diosa Kali en el hinduismo, nosotros que sólo la conocíamos por jugar al Munchkin. O como cuando aquella chica me explicó lo que significaban para ella escritores tan distantes como Dan Brown y Hermann Hesse.

Supongo que echaré en falta la incertidumbre del compañero de asiento, pero me temo que a partir de ahora me verás mucho menos. Sayonara Renfe!

Donostia-San Sebastián

Hoy he sabido que esa ciudad vasca tan burguesa y elegante se llama oficialmente Donostia-San Sebastián, así, juntito, para ver si la proximidad en el nombre se traduce en concordia política (eso sí, el gentilicio es donostiarra, uno a cero)…

Siempre digo que San Sebastián es una de las ciudades más atractivas de España. Su panorámica desde el Palacio Miramar es absolutamente cautivadora, con la bahía de La Concha encerrada entre los montes Igueldo y Urgull, la isla de Santa Clara levantada en mitad de la bahía, la playa de Ondarreta junto a sus palacetes barrocos y la playa de La Concha vigilada por una cadena de construcciones casi imperiales. Sólo por esa vista San Sebastián ya merece la pena, y supongo que el señor del sombrero blanco de la imagen también lo pensó porque estuvo horas sentado en ese banco. La bahía, además, se puede pasear en un largo paseo marítimo que termina en el célebre Peine del Viento.

Llegó temprano, supuse que sabía que el día sería soleado, y se sentó en un banco acorde a su vestimenta. Parecía un tímido personaje de Esperando a Godot, pero él no era un vagabundo. No sé si era la primera vez que iba o era un ritual, pero estuvo mucho tiempo sentado. Su mirada me hacía suponer que intentaba ser consciente de sí mismo a través del gozo visual, como si viese reflejado el fundamento de la existencia en las vistas, tan maravillosas. Que llevase allí tanto tiempo me desconcertaba, máxime cuando el calor debería haberlo convencido en poco tiempo de cobijarse a la sombra. No se inmutaba ni cuando pasaba por allí alguna donostiarra de chapeau. Sin embargo, él parecía ajeno a todo lo que le rodeaba, como si hubiese alcanzado un nirvana terrenal. Cuando la curiosidad me superó, me acerqué. Estaba leyendo. Como drogado inmerso en la lectura de uno de los libros de Stieg Larsson, ¿tanta adicción provocan? ¿dejan secuelas?

Lisboa, romanticismo sucio

Fernando Pessoa, uno de los lisboetas más célebres, me enseñó hace años en su Libro del desasosiego (absolutamente recomendable) el lado oculto del romanticismo: «la mayor acusación contra el Romanticismo no se ha formulado todavía: es la de que representa la verdad interior de la naturaleza humana. Sus exageraciones, sus ridiculeces, sus poderes varios de conmover y de seducir, residen en que es la figuración exterior de lo que hay más dentro en el alma, más concreto, visualizado, hasta imposible, si el ser posible dependiese de otra cosa que no fuese el destino».

Algo así es Lisboa. En cualquier guía de viajes se pueden leer alabanzas al romanticismo de Lisboa, «una de las capitales más románticas de Europa junto a París y Praga»; sin embargo, quizá su apariencia descuidada decepcione al visitante, porque en Lisboa no hay un Montmartre ni un Puente de Carlos, en la Plaza del Comercio huele a fango y a la orilla de la desembocadura del río Tajo, las ratas, las palomas y las gaviotas se afanan en conseguir el mejor bocado. Quizá Pessoa se refería a eso cuando hablaba de «la verdad interior de la naturaleza humana», esa convivencia entre ratas y ratas del aire.

Lisboa nocturna

Lisboa, como el romanticismo, conmueve y seduce. Desde la sinceridad de saberse una ciudad sin joya de la corona, de tonos grises y fachadas desatendidas, Lisboa muestra una sinceridad conmovedora. Podría ser una ciudad esplendorosa si el Castillo de San Jorge fuese más imponente, o si la Torre de Belém pareciese indestructible, o si en la desembocadura del Tajo brillase el agua, o si los miradores no se viesen salpicados por antenas de televisión poco discretas, o si el elevador de Santa Justa fuese algo más que un ascensor célebre. Pero Lisboa es seductora tal cual, como una joven esbelta que llevase zapatos sucios y melena desordenada.

Lisboa, como el romanticismo, es exagerada y ridícula. En esta capital, las calles son más atractivas cuanto mayor sea el desnivel de las cuestas. Tanto en el Barrio Alto, como en el Chiado o en la Alfama, el viajero goza del sufrimiento de afrontar cuestas imposibles y escaleras interminables; como en el amor, donde el padecimiento se torna perseverancia y desemboca en amor propiamente dicho. En concreto, merece la pena la ascensión desde la Baixa hacia el Castillo para comer en O Eurico y tomar una copa nocturna en la terraza de Chapitô. El primero, una tasca diminuta y familiar de trato simpático y precio barato donde degustar bacalao, doradas o sardinas como hechas en casa. El segundo, un local muy conocido, luego abarrotado, donde puedes tomar desde una cerveza a cenar, desde bailar a observar Lisboa desde el mirador propio.

Lisboa, sin embargo, es lo que hay más dentro y no la figuración exterior. Lisboa es una ciudad desnuda con dos atractivos brazos, el Puente 25 de abril y el Puente Vasco de Gama, el más largo de Europa con 17 km. de longitud. Lisboa se deja tocar y sentir, con sosiego. Igual que Pessoa, que abandonó su desasosiego literario para apostarse en la terraza de la cafetería O Brasileira y disfrutar del trasiego de la gente en Baixa-Chiado, porque ya hay bastante metafísica en no pensar en nada.

Confluencia de tangentes

Esta tarde he leído y he escrito. He leído acerca del espacio exterior en Una breve historia de casi todo (altamente recomendable para ensanchar miras) y he escrito acerca de Cooperación al Desarrollo. La confluencia de pensamientos en torno a ambas temáticas, tan alejadas, me ha impactado bastante.

El Universo. Somos un planeta pequeño, de unos 40.000 Km. de circunferencia y poblado por unos 6.700 millones de personas, que gira en torno al Sol, la estrella que nos da la vida y que es más de un millón de veces más grande que la Tierra. El Sol se encuentra a unos 150.000.000 Km. de aquí, es decir, muuuy lejos. Sin embargo, se trata de una nimiedad comparado con la estrella más cercana a nuestro planeta, que es Alfa Centauri y se encuentra a 42 millones de millones de Km., se dice pronto. En nuestra Galaxia, la Vía Láctea, se estima que existen entre 200.000 y 400.000 millones de estrellas, así que la más lejana debe estar bastaaante lejos. Relativamente, claro, porque la Galaxia más cercana es Andrómeda y se encuentra a unos dos millones de añoz luz de distancia, puffff. Pero es que los astrónomos creen que existen unos 500 mil millones de galaxias. Seguro que a alguna de esas no se puede ir a pie. Se estima que el tamaño del Universo es de unos 93.000 millones de años luz, que es una cantidad que no podemos acercarnos a imaginar.

Si hacemos un gran esfuerzo mental podemos concluir que somos muuuy pequeños. Si procuramos ser conscientes de nuestro tamaño real dentro del Universo reflexionando un rato, por contra, concluiremos que somos tan insignificantes como Nada. Si la Tierra fuese el Universo, este planeta no sería ni siquiera un grano de arena de playa. Es difícil de imaginar.

La Tierra. De cada 100 personas que habitan en el mundo, 61 viven en Asia, 14 en África, 11 en Europa, 9 en América Latina, 5 en América del Norte y menos de una persona en Oceanía. Además, 16 viven en pobreza extrema (menos de un dólar al día), 28 no tienen acceso a agua potable, 30 padecen anemia, 13 son analfabetos y 76 no son usuarios de internet, por poner un ejemplo (obviamente, estos datos no son excluyentes).

Si hacemos un esfuerzo mental, y pensamos que tenemos la nevera alimentándose de la corriente eléctrica junto a un grifo por el que sale agua potable mientras leemos estas líneas en internet, podemos concluir que somos muuuy afortunados.

¿Insignificantes y afortunados? No lo sé, porque me sigue preocupando que la gasolina cueste 1,09 en vez de 1,02 y que me tengo que cortar el pelo este fin de semana sin falta.

Entretanto Cristiano Ronaldo ha sido presentado hoy ante el clamor de 80.000 personas ilusionadas por un trozo de cuero que entra alguna vez entre tres palos. Cosas de la insignificancia y de la fortuna.

Entendimiento

Yo te entiendo. Es por eso que te alejas de mí, para esconder tus fragilidades. Sé que tienes miedo de que alguien pueda desnudarte y mostrar tus entrañas, más que nada por pudor moral. Es evidente que huyes de ti misma, que temes aprenderte y descubrir nuevos defectos que enturbien tu pulcra personalidad. No es que me parezca reprobable tu conducta, que también, sino que me provoca una inmensa pena ver cómo escapas a tus miserias. Eres muchas virtudes y un puñado de sombras, pero precisamente son éstas las que dibujan tu contorno en la noche. No tengas miedo y afronta la noche. Yo te entiendo, es por eso que debes acercarte a mí, juntos podemos jugar a ensalzar deficiencias y a familiarizarnos con ellas.

Cuando terminó su parlamento, ella lloraba. La abrazó.

Juego de Citas de Cine (II)

Como ya dije en su día, no tiene mucho sentido jugar a adivinar citas o frases célebres teniendo la barra de Mr. Google en el navegador web; sin embargo, y para los honestos, propongo un jueguecillo de frases de películas. Sé que algunas son de películas poco conocidas o de situaciones confusas, pero son graciosas o reflexivas… ¡Suerte!

1. “El pan no se hace con paciencia, se hace con trigo, señor”.
2. “Si tienes dinero, tienes poder; si tienes poder, tienes chicas”.
3. “Ríe y todos reirán contigo; llora y llorarás solo”.
4. “Eso de amor no es más que una palabra bonita que a cambio de una sombra de felicidad te proporciona toda suerte de engaños, mentiras y falsedades, amen de muy graves disculpas. El amor es la más negra peste, y si se muriese de amor, menos mal, pero de eso se cura uno. Muy de tarde en tarde muere de amor una pareja de idiotas. Si todo es imperfecto en este mundo imperfecto, el amor es lo más perfecto de todo, precisamente por su perfecta imperfección”.
5. “Soy un don Nadie y tengo que vivir el resto de mi vida como un gilipollas”.
6. “He visto naves ardiendo más allá de Orión, he visto rayos C brillando en las puertas de Tanhassen, he visto tantas cosas que no creerías; pero estos momentos se perderán como lágrimas en la lluvia”.
7. “Tiene un gran talento, y con intelecto taaan grande tiendes a crear tu propio universo moral”.
8. “Es un buen padre de familia, y eso es lo máximo a lo que puede aspirar un hombre”.
9. “Lo único que le pido a un libro es que me inspire energía y valor; que me diga que hay más vida que la que puedo abarcar; que me recuerde la urgencia de actuar”.
10. “Escribir surge de un gran dolor interno. Tal vez provenga de descubrir que uno está en la obligación de ayudar a los otros seres humanos a aliviar su sufrimiento. No creo que ninguna gran obra sea posible sin este dolor”.
11. “Murió como los bombones de licor: relleno de alcohol”.
12. “Mujer ya encontraré otra; pero yegua como esa, ¿dónde voy a encontrar otra?”.
13. “Te había elegido a ti, no porque te viese más listo que los demás, sino un poco menos tonto; pero veo que me he equivocado: no eres más listo, sino sólo un poco más vago”.
14. “Estoy muerta, pero me incomoda no poder dormir”.
15. “No sólo es necesario tener talento, también hay que tener carácter”.
16. “Lo que no te mata, te hace diferente”.

P.S. Si el jurado detecta que los lectores no son capaces de descifrar las películas, ya se irán dando las pistas pertinentes…