Sus dos soledades se encontraron en el gran mar de la desesperación y pensaron que si se follaban a traición conseguirían burlar los nefastos designios de la todopoderosa soledad. Fue entonces que obviaron los efectos secundarios; no calcularon que si pedían por un lado debían ofrecer por el otro y al final quedarían encerrados bajo los barrotes de la dependencia. Olvidaron que llega un momento en el que no te puedes apartar o sentirte indiferente cuando se han creado tantos lazos de unión. Que necesariamente te has de implicar porque giras en su misma órbita.
Ese es uno de los párrafos del relato que está escribiendo el joven periodista. Como prudente escritor que es, se detiene a madurar el texto e intenta reflexionar sobre sus propias palabras a posteriori, tratando de verlas desde la posición de un lector ajeno, neutro. Al poco, aparta la mirada de la pantalla del ordenador, busca con la mirada el teléfono móvil, lo coge y borra de la agenda el número de teléfono de esa chica para evitar que se fortalezcan los enlaces mutuos. Ha borrado el número. Ha tenido miedo.
Todavía no ha entendido que la chica no es un número de teléfono.
volverá a encontrarse con la chica, ya sea por casualidad, o porque él, sin querer darse cuenta, la busque…
agudo comentario, @akasha, inconscientemente esperará una llamada para volver a tener ese número de teléfono a pesar de su intención inicial. algunas cosas son inevitables.