Qué pocas voces críticas con El Sistema se oían hace dos o tres años. Todo iba de puta madre, viento en popa a toda vela, montañas de dinero por doquier. Un orgásmico carpe diem con lluvia dorada -de oro- para todo aquel que emprendía un negocio, especialmente en sectores como el inmobiliario o la hostelería. A nadie le importaba que se destapasen casos de corrupción en ayuntamientos, ni que las mafias moviesen más dinero que ellos jugando a vender droga, mujeres e inmigrantes. Qué pocos ahondaban en cuestiones metafísicas cuando estaba el bolsillo lleno: de la capa, un sayo.
Y ahora, cuando llega la desgracia, abundan las manifestaciones culturales que se preocupan por El Estado De La Cuestión, por analizar los engranajes de la sociedad actual y buscar los tres pies a un gato que tiene cinco. Tienen éxito documentales como Zeitgeist Addendum, que insiste en lo insignificantes que somos cada uno de nosotros para el devenir del mundo y lo poco que importamos a todos Aquellos Que Dirigen El Timón. También triunfan películas como The International, de la que el crítico de cine Carlos Boyero dice que:
Una película que habla con aceptable lucidez de los auténticos malos, de los que siempre disponen de escandalosos privilegios a costa de lo que sea, de los reyes de un sistema hecho a su medida y en el que los poderosos lacayos se encargan de hacerlo invulnerable. O sea, habla de los banqueros, de los que tendrán permanentemente a la gente endeudada con ellos y que fabrican un código regido exclusivamente por un término denominado ganancias […]. Hasta el más tonto sabe que las administran los villanos, pero las ficciones siguen empeñadas en hacer grandes taquillas tranquilizando al público con el improbable fracaso del mal.