Proxenetas de mierda

Pobre señorita, tan pulcra, con ese vestidito de seda tan virginal, que se presentó a reuniones sociales ignorando que le iban a desgarrar hasta las entrañas. Ella, tan de buenas intenciones provista, que estaba dispuesta a barrer los rincones sucios de la casa. Si algún propósito tenía era el de ayudar, servicial, a mejorar la convivencia. Puede que no fuese la más hábil con los pinceles, ni la más apañada en los fogones, ni tan siquiera la más atrevida en la cama; era algo más que eso, era la base del orden bajo el que se debía fundar su convivencia. Una señorita, en verdad, al servicio de sí misma. Lástima que todos la mirasen con recelo y desconfianza; muchos eran los que renegaban de sus modales y su modus operandi, pero ella no tenía la culpa de que la hubiesen vestido de puta.

Pobre Srta. Política, tan violada y maltratada. Conocieron su debilidad. Los políticos, muchos, son unos proxenetas de la esbelta señorita. No les importa venderla con rímel barato y minifalda si reciben sus deshonestos honorarios. Y qué lástima que sea así. Porque hay algunos políticos de devoción, pocos, que luchan por el bien social, por poner al servicio de la sociedad a esa dama de nobles voluntades. Y se dejan la piel en una lucha desigual contra el proxenetismo.

Y no puedo dejar de imaginarme los ojos brillantes de la Srta. Política cuando una noche la invitaron a cenar y a pasear cogida del brazo, a punto de llorar de puro sensible y de tan deteriorada como se sentía. Alabo con energía a aquellos que la mecen con cariño por inferiores y comprometidos. Pero qué lástima que sean tan pocos y, sobre todo, qué putada tener que financiar las malas artes de sus proxenetas con irpf’s, iva’s y compañía.

Política, noble dama, cuánto deseo tu libertad.

La aguja pasa y queda el hilo. Lo político pasa y queda lo moral. Pero si la aguja no tiene hilo, pasa la aguja y no queda nada. Claro que no se puede coser sin aguja; pero mucho menos se puede coser sin hilo.

[Leonardo Castellani, Cómo sobrevivir intelectualmente al siglo XXI]

P.S. Aristóteles juzgaba dos vidas dignas del hombre varón: politicos bios, y por encima de ella, theoretikos bios. Sin embargo, la mayoría de las personas vivimos una vida de diversiones, más mundana, a la que el griego llamaba con desdén paidikos bios, es decir, vida de chicotes, de críos, de niñatos.

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