Hace años, dos psicólogos, Peters y Ceci, hicieron un escandaloso experimento. Seleccionaron doce artículos publicados en doce famosas revistas de psicología, escritos por miembros de los diez departamentos de psicología más prestigiosos de Estados Unidos. Cambiaron los nombres de los autores por otros inventados, los situaron en universidades imaginarias, como Centro de los Tres Valles para el Potencial Humano, y cosas así, y mandaron los articulo a las mismas revistas que los habían publicado. Sólo tres reconocieron los textos. lo peor es que ocho de los nueve articulos restantes fueron rechazados por las mismas revistas que los habían publicado antes. Los asesores y los editores que los leyeron afirmaron que el articulo no reunía méritos para su publicación (Peters, D.R., y Ceci S.J., “Peer-review practices of learned journals: the fate of published articles submitted again”, Behavioural and Brain Science, 5, 1982). Esto demuestra que la procedencia del trabajo, la universidad a que pertenecen los investigadores, determina su evaluación, como saben muy bien muchas universidades no anglófonas.
[José Antonio Marina, La inteligencia fracasada]
Inseguridad. Eso es lo que desprende este hecho al que yo me enfrento, experimento y continúo cada día. En el arte contemporáneo es exagerado. Hoy en clase he puesto «Un perro andaluz» y he tenido que legitimarla para apartar las miradas asesinas de mis alumnos «este es una de las películas más importantes de la Historia del Cine» Entonces ya lo aprecian… odio hacerlo.
Y si era inseguridad, ¿por qué la primera versión enviada por grandes universidades era aceptada? Si los revisores sufrían vértigo, que hubiesen optado por no mostrarse aptos para la corrección.
El surrealismo sí da vértigo, y por eso los «prejuicios» iniciales. Como en todo, hace falta una base sólida en la que sustentar las ideas.