Te llevaron al Parque Güell para que disfrutaras con las delicias de Gaudí, con esas formas irregulares y cuidadamente coloreadas que hacen las delicias de los mayores porque han olvidado mirar sus garabatos de antaño y no son capaces de despojarse de los desperdicios en forma de experiencia/ensayo-error que forman una gruesa película sobre la piel de sus pensamientos, pero preferiste tumbarte sobre el suelo fresquito a la sombra de un sol justiciero y medir con tu lapicero el tamaño de las columnas y mosaicos cenitales sin acordarte del triplete y sin importarte la caja negra del Airbus desaparecido.