Ha sonado la hora fatídica de mirar hacia atrás con la serena lucidez del que sabe que va a caer el telón y que, a poco que remolonee, no tendrá que hacer balance. No diré que dejo este 2oo9 con pena; entre los muchos sentimientos contradictorios e inoportunos que en mi ánimo luchan con resultados generalmente nefastos no están el estoicismo preclaro ni la elegante resignación. Es triste constatar, al levar anclas, que jamás he poseído las virtudes más excelsas de la hombría: soy egoísta, timorato, mudable y embustero. De mis errores y pecados no he salido ni sabio ni cínico, ni arrepentido ni escarmentado. Dejo mil cosas por hacer y otras mil por conocer, de entre las que citaré, a título de ejemplo, las siguientes:¿por qué ponen huevos las gallinas?, ¿por qué el pelo de la cabeza y el de la barba, estando tan juntos, son tan distintos?, ¿por qué los programas de televisión no son un poco mejores? Ítem creo que la vida podría ser un poco más agradable de lo que es, pero es probable que esté equivocado, o que no sea tan mala, sino sólo una pizca banal.
[Eduardo Mendoza, El laberinto de las aceitunas]
O quizá no sea tan banal, ni tan mala; es probable que no sepamos aprovecharla. José Antonio Marina, en una tarea harto ambiciosa, plantea cómo aprender a vivir mejor en El aprendizaje de la sabiduría. Aunque este tipo de libros suenan a autoayuda y psicología barata, es interesante constatar cómo Marina simplifica los conceptos para que tengamos a mano un manual sin pretensiones que nos guíe en nuestra única labor. A grosso modo, para aprender a vivir es necesario:
- Elegir las metas adecuadas: establecer prioridades, planificar, revisar cómo vamos, atreverse a cambiar de proyectos.
- Resolver problemas: tomar buenas decisiones, hacer el esfuerzo de conseguir nuestras metas y huir de la pasividad.
- Valorar las cosas adecuadamente y disfrutar de las buenas.
- Tender lazos afectivos cordiales con los demás.
- Mantener la autonomía correcta y responsable.
P.S. Se ha sustituido mundo por 2oo9 de la cita original de Mendoza.
Prefiero las irónicas palabras de Mendoza para empezar este año. Prefiero el laberinto que toco que «el aprendizaje de la sabiduría» que se me desvanece. Había olvidado mi empatía con este personaje sin nombre, uno de mis preferidos de todos lo que me han acompañado la lectura.
Hace unos meses vino E. Mendoza a dar una conferencia a Albacete y aún le amé más, si cabe (¿si cupo?). Pero lo del Aprendizaje de la sabiduría creo que me da ganas de vomitar. No pierdas tu tiempo es estas cosas, kyez.
Otros me aconsejarían que no perdiese el tiempo en las estupideces de Mendoza, pero hay que probarlo todo, conocer todo lo que se pueda. El mundo no es sólo poesía.