Fotograma de Waking Life, 2001.
La culpa debe ser de Waking Life y Origen, dos películas que juegan con los sueños, con la indivisibilidad entre lo real y lo onírico. Ambas plantean cuestiones metafísicas a través de metasueños y hacen que te pellizques un dedo para comprobar que, al menos, tú estás en el cine y eres sensible al tacto.
Supongo que ambas películas arrinconaron a mi subconsciente, tan indefenso un sábado por la noche, y se hicieron notar en un sueño dentro de un sueño. Yo estaba soñando y me creía consciente, como nos suele suceder en fases profundas del sueño. No sé cómo ni por qué alguien me hizo una proposición: «eres libre de soñar lo que quieras, ¡lo que quieras!, así que cierra los ojos e imagina; ya me encargaré yo de transportarte a tu sueño para que tengas sensaciones reales». Era algo así como pasar al metasueño, al sueño dentro del sueño, o como dirían en Origen, al segundo nivel.
¿Qué hice? Busque un libro, no sé cual, y me inventé un sofá cómodo en el que tumbarme a leer. Joder. Podía haber quedado para cenar con Scarlett Johansson. Joder. Podía haber sido director de orquesta en el Concierto de Año Nuevo de Viena. Joder. Podía haber estado en un yate tomando champán y viendo mar por todos los horizontes. Joder, joder. Podía haberme teletransportado a la pelea entre Alí y Foreman al Zaire. Podía haber ganado un Príncipe de Asturias. ¿Y qué hice? ¡Sentarme a leer un libro! La sensación fue placentera, sí, pero la imaginación de mi subconsciente fracasó estrepitosamente.
El domingo tenía una sensación agridulce: dulce porque podía hacer realidad mi sueño, estaba al alcance de mi mano, y agria porque había desperdiciado una ocasión de oro para materializar un sueño. Qué paradójico.
En cualquier caso, recomendables Origen y Waking Life. Quizá esta última menos, tan cargada de monólogos trascendentales que agota al poco rato, aunque reflexiva y original por el uso de la rotoscopía. Me llamaron la atención algunos de los monólogos, como uno sobre el libre albedrío en un mundo gobernado por Dios o por las leyes físicas y uno sobre la transformación de las palabras inertes y abstractas en conceptos subjetivos. Como muestra, un botón, un comentario del conductor del coche-barco de la imagen: «Déjate llevar por la corriente. El mar no rechaza a ningún río. La idea es mantenerse en un estado de salida constante, siempre llegando. Ahorrando introducciones y despedidas. El viaje no requiere una explicación, sólo pasajeros. Ahí es donde entráis vosotros. Como si vinieras al mundo con una caja de lápices de colores. Tu caja puede ser de 8, puedes tener la de 16. Pero lo importante es lo que haces con los colores que te dan. No te preocupes si coloreas dentro o fuera de las líneas. Yo digo: colorea fuera de las líneas. ¡Colorea fuera de la página! No te limites. Estamos en movimiento con el océano. No estamos sin salida al mar, os digo eso.»