Un corazón más vasto

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Profesor reposando su silencio (Plaza España, Madrid, 2008).

Y el profesor les dijo:

– No tenéis derecho de evitar un esfuerzo, sino en nombre de otro esfuerzo, pues debéis engrandeceos. Nada se os puede dar si no habéis sufrido.

Ellos asintieron, sin rumiar sus palabras, pero uno, el más maduro aunque gamberro, replicó:

– Profesor, los esfuerzos cansan. Muchas veces no merecen la pena, y es más cómodo descansar.
– ¡Canta lo suficientemente fuerte el cántico del trabajo noble, qué es sentido de la existencia! En contra el cántico del ocio que relega el trabajo a la categoría del impuesto.
– Sí, ya, eso me lo dice mi madre muchas veces, que ponga todo de mi parte en el trabajo, pero la pereza es un factor a tener en cuenta. Si no lo considerase impuesto no sería un trabajo. Y, la verdad, no le encuentro sentido a la existencia mientras trabajo.
– Pero el hombre sólo se desarrolla y engrandece si crea.
– Bueno, eso son metáforas vacías, no por mucho trabajar creceré más. ¿Qué gano con el esfuerzo? ¿Cómo crezco? ¿Crezco espiritualmente?
– Porque preparar el porvenir es fundar el presente.
– ¡Ah, espiritualmente no, sino que me labro un futuro! No, preparar el porvenir es perder el tiempo presente y no exprimir el instante. Aquello del Carpe Diem, profesor.
– Sólo es importante y puede nutrir poemas verdaderos la parte de tu vida que te compromete, que compromete tu hambre y tu sed, el pan de tus niños y la justicia que te será hecha o no. De otro modo es sólo un juego, y caricatura de la vida.
– ¿Caricatura? Soy íntegro a pesar de mi pereza y de pasar la tarde en el sofá. ¿Y si nada me compromete, en qué tengo que esforzarme? ¿He de buscar por iniciativa propia salir del juego y la caricatura? Prefiero disfrutar mi ahora sin preocupaciones extras.
– Claro, ya, conozco esas razas bastardeadas que ya no escriben sus poemas, sino que los leen, que no cultivan su suelo, sino que se sostienen en sus esclavos: no amo a los sedentarios de corazón. Los que nada cambian y nada llegan a ser. Y la vida no bastó para madurarlos. Y el tiempo se desliza para ellos como el puñado de arena y los pierde. ¿Y qué devolveré a Dios en su nombre?
– Bueno, ahora empezamos con Dios y las cuentas que le debemos rendir. ¿Qué presentaré a Dios? ¿Le pediré que mire si mi vida ha sido productiva o si he sido buenecito? Ante Dios habrá que desnudar la conciencia y la moral, pero no la lista de méritos, ¿no?

Hubo un breve silencio que rompió el alumno con descaro pero inocencia adolescente:

– Profesor, en realidad, ¿para qué sirve vivir? ¿por qué dices que debemos escribir poemas y cultivarnos?
– Me nutro para vivir, y vivo para conquistar, y conquisto para retornar y meditar y sentir mi corazón más vasto en el reposo de mi silencio.

P.S. Las palabras del profesor pertenecen a fragmentos adaptados de Ciudadela, obra cumbre de Antoine Saint-Exupery más allá de El Principito.

3 opiniones en “Un corazón más vasto”

  1. Me ha gustado mucho.

    Las cosas se pueden ver desde infinitos puntos vista. El sentido de la vida es probablemente el que más caras tiene. Para un niño de la india que vive en la calle, come lo que encuentra en las calles y cuya preocupación es no ser atropellado por un coche cuando duerme (como se mostraba en otro día en el programa «Documentos TV» de «La 2»), si le preguntas por el sentido de la vida con toda seguridad te contestará que sobrevivir ese día. Igual que adornas un árbol de navidad, sin sentido alguno, haces lo mismo con la vida y con su sentido. Puedes ver el sentido de la vida como un simple árbol: un tronco marrón, con ramas marrones, que sufre el paso de tiempo, y que finalmente muere (talado para crear papel donde algunos escriben sus adornos, reciben premios, alardean de su prosa, y escriben sobre el sentido de la vida). O la puedes ver como un árbol de navidad: un árbol con bolas de mil colores (azules, verdes, amarillas y rojas), gominolas de todos los sabores, piruletas de pica-pica, estrellas con azúcar, fantasías de chocolate y conquistas de mantequilla. Sin lugar a dudas, yo prefiero un árbol de navidad, es más divertido, oculta la base (la realidad) y puedes escribir sobre uno ya que tiene mucho que describir (aunque lo que describes son adornos, es decir, mentiras). Pero una cosa es lo que prefiero y otra cosa es lo que realmente es: un simple árbol. El sentido de la vida es el mismo que la de cualquier ser vivo, es decir, sobrevivir.

  2. 3intheroom, acabo de releer tu comentario y ahora capto perfectamente lo que quieres decir y no me queda más remedio que darte la razón en que el árbol, simple, es sobrevivir, pero de lo que tratamos por aquí es del resto, del conjunto que se genera del todo restando la supervivencia y que al fin y al cabo es lo realmente importante. Porque si no, ¿para qué sobrevivir?

    Nuria, ¡muchas gracias!

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