Y que me perdone Buñuel por juntarlo con dominicos

Ruinas II
Ruinas de Los Frailes, Villaescusa de Haro, Cuenca (noviembre 2010).

Serían las seis y cuarto y empezaba a anochecer, como suele suceder el maldito noviembre. Miré al horizonte y vi una luna tremenda, unas tres veces más grande de lo habitual, amenazaba con acercarse al pueblo. Seguí caminando y justo cuando estaba junto a las ruinas de Los Frailes una fina nube oscura empezó a atravesar la luna, un homenaje instantáneo al comienzo de la revolucionaria Un perro andaluz, donde se superponía la escena descrita con otra en la que un ojo humano es cortado por una navaja de afeitar. Fue un sueño de Dalí o de Buñuel. Entré, más bien me colé, en el decadente conjunto y me situé en lo que tantos siglos atrás fue el núcleo de la nave central, por donde tantos frailes dominicos pasearían sus sosegadas pisadas y que ahora se había convertido en una amplia alfombra de maleza. Miré arriba, a la bóveda, antes de crucería, ahora de cielo, y di una fuerte palmada que despertó a todas las palomas. Allí, en el centro, veía los confines de las ruinas de un convento histórico con el cielo como única bóveda y la luna como inmensa piedra angular atravesada por una afilada nube y las palomas, revoloteando alrededor, sumando un detalle lúgubre a la noche de noviembre. Hay fotografías que no necesitan ser reveladas porque se imprimen directamente en el carrete de la memoria más eterna.

2 opiniones en “Y que me perdone Buñuel por juntarlo con dominicos”

  1. Sí, me suena, pero no sabía que estaba relacionado con esa escena. Leí el origen de «Un perro andaluz» en la biografía de Buñuel. Cada uno había tenido un sueño: uno la escena que he descrito y el otro una mano de la que salen hormigas, pero no recuerdo de quién es cada sueño. Apuesto a que el de las hormigas es el de Dalí 😛

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