– Tú te tienes que poner ahí, en la línea, y no moverte. Después yo tiro a la manzana.
– Vale, pero ¿y si fallas? ¿Y si me clavas la flecha en el ojo?
– No pasa nada, te la saco.
– Claro, y me quedo tuerto.
– Bueno, pero si te vas no te doy la propina.
– ¿Y si te equivocas también en la siguiente flecha y me quedo ciego?
– Es lo de menos, te puedo cambiar por otro.
– Ya, pero es que si me he quedado ciego ya puedo ponerme siempre la manzana sobre la cabeza, no tengo nada más que perder.