Va de cuento

Hace un par de meses propusimos una lista con una docena de libros imprescindibles. Ahora es el turno de su hermano menor, el relato. A continuación enumeramos un puñado de relatos con los que es conveniente tropezarse alguna vez…

8. Grace («A mayor gracia de Dios»), James Joyce, en Dublineses.

James Joyce diserta acerca de la religión y su valor moral en la cultura irlandesa narrando la historia de un borrachín dublinés -valga la redundancia- que tiene un percance debido al alcohol y al que sus amigos tratan de domesticar a través de la mediación de un sacerdote. El mejor relato del celebrado compendio de Dublineses con permiso de Los muertos.

His line of life had not been the shortest distance between two points.

7. El ojo Silva, Roberto Bolaño, en Putas asesinas.

Una narración desnuda y sincera, una prosa ágil y cotidiana con la que Bolaño narra una anécdota del Ojo Silva, un chileno que se exilia (como el autor) y vive una experiencia tremenda en la pobreza de la India.

Siempre intentó escapar de la violencia aun a riesgo de ser considerado un cobarde, pero de la violencia, de la verdadera violencia, no se puede escapar, al menos no nosotros, los nacidos en Latinoamérica en la década del cincuenta.

6. El centinela, Arthur C. Clarke.

El germen de la magnífica película 2001: una Odisea en el Espacio. Un grupo de astronautas descubre un artefacto mineral con forma de pirámide en la Luna que emite «señales» a un lugar remoto del infinito espacio. ¿Quién ha «colocado» al centinela en la Luna? ¿existen los alienígenas que reciben las señales que emite el artefacto? ¿qué propósito tiene, acaso es una señal de alarma con la misión de desactivarse cuando el Hombre llega a la Luna? En la cumbre de la ciencia-ficción, sin duda.

Los mecanismos de la pirámide, suponiendo que lo sean, son fruto de una tecnología que se halla mucho más allá de nuestro horizonte, quizás una tecnología de fuerzas parafísicas.

5. Los crímenes de la Rue Morgue, Edgar Allan Poe.

Una mujer y su hija son brutalmente asesinadas en su apartamento parisino. Hay que buscar al culpable y, para ello, la policía contrata al analítico detective Auguste Dupin, precursor del gran Sherlock Holmes. Dupin traza una explicación asombrosa del crimen en este relato detectivesco y tan negro como el resto de la prosa de Poe.

Así como el hombre robusto se complace en su destreza física y se deleita con aquellos ejercicios que reclaman la acción de sus músculos, así el analista halla su placer en esa actividad del espíritu consistente en desenredar.

4. El Aleph, Jorge Luis Borges, en El Aleph.

El Aleph es la obra maestra de un maestro del cuento, simplemente. Un relato genial y complejo que se pregunta acerca de la existencia y la eternidad a través del «aleph», un punto en el espacio que contiene todos los demás puntos.

La escalera del sótano es empinada, mis tíos me tenían prohibido el descenso, pero alguien dijo que había un mundo en el sótano. Se refería, lo supe después, a un baúl, pero yo entendí que había un mundo.

3. El Principito, Antoine Saint-Exupery.

Poco se puede descubrir sobre este relato largo o novela corta que abarca en tono aparentemente infantil cuestiones como el sentido de la vida, el valor de la amistad y el amor. El príncipe del asteroide B 612 forma ya parte del imaginario colectivo e, incluso a pesar de su empalagosa omnipresencia, sigue manteniendo su sencilla trascendencia.

Conozco un planeta en el que vive un señor muy colorado. Nunca ha olido una flor. Nunca ha contemplado una estrella. Nunca ha amado a nadie. Nunca ha hecho otra cosa que sumas. Se pasa el día diciendo, como tú: «¡Soy un hombre serio! ¡Soy un hombre serio!», lo que le hace hincharse de orgullo. Pero eso no es un hombre, ¡es un hongo!.

2. El perseguidor, Julio Cortázar, en Las armas secretas.

Extenso relato en el que Cortázar rasca en el alma humana narrando la decadencia de un saxofonista borracho y bohemio llamado Johnny Carter, inspirado en el gran Charlie Parker. Se desgrana su contradictoria personalidad y cómo logra encontrar en su genio musical el sentido último de la existencia. El estilo literario es avasallador, magnífico y directo, nada retórico.

De golpe dejó de tocar y soltándole un puñetazo a no sé quién dijo: “Esto lo estoy tocando mañana.”

1. 19 de diciembre de 1971, Roberto Fontanarrosa, en Cuentos e historias.

De largo el mejor relato sobre fútbol de la historia. Una narración directa y vibrante acerca del secuestro del viejo Casale para llevarlo a un partido de fútbol crucial en la pasional Argentina, patria del autor. Un ejemplo de cómo transmitir la pasión por el fútbol y los sentimientos que conlleva.

Yo iba a llevar, por supuesto, el gorrito que venía llevando a la cancha todos los últimos partidos y no me había fallado nunca el gorrito. A ése lo iba a llevar, era un gorrito milagroso ése. El Coqui iba a ir con el reloj cambiando de lugar, o sea en la muñeca derecha y no en la izquierda, porque en un partido contra no sé quién se lo había cambiado en el medio tiempo porque íbamos perdiendo y con eso empatamos.

Un comentario en “Va de cuento”

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