Detalle del monasterio ruinoso de Villaescusa de Haro (enero 2011).
Eso de la patria, del amor a lo tuyo, del sentimiento de pertenencia a una esquina del mundo. El rincón en el que se cae dentro del tablero de casillas de agua o de tierra, aunque Dios no juegue a los dados, y no sepamos si sabe de ajedrez. Una patria no es una frontera legal, no se puede concebir como la línea discontinua de un mapa que separa regiones o países porque es algo más profundo, más del corazón y del alma y de esos sitios ficticios que inventamos para acotar nuestras certezas. Y por descontado las fronteras de una patria son personales y difusas, incluso ilimitadas.
En general se suele abstraer la definición de patria y ligarla más a conceptos que a trozos de tierra. Como dice un personaje de la genial Martín (Hache), emigrante argentino en Madrid, «uno se siente parte de muy poca gente; tu país son tus amigos, y eso sí se extraña.» O Bolaño, con su habitual desnuda sinceridad, «mi patria es mi hijo y mi biblioteca.» Incluso un emperador, Adriano, dueño del devenir de un pueblo vastísimo, se atrevía con la patria: “y entonces me di cuenta de la ventaja que significa ser un hombre nuevo y un hombre solo, apenas casado, sin hijos, casi sin antepasados, un Ulises cuya Ítaca es sólo interior. Debo hacer aquí una confesión que no he hecho a nadie: jamás tuve la sensación de pertenecer a ningún lugar, ni siquiera a mi Atenas bienamada, ni siquiera a Roma…» [bueno, hay que anotar que Memorias de Adriano es una autobiografía de Adriano escrita por Yourcenar, por lo que no sabemos si suscribiría esas palabras].
Pero, ¿si no aprecias lo que te rodea, lo más cercano, cómo vas a apreciar lo desconocido, lo más ajeno? Si estás incapacitado para amar tu casa, tu calle, tu barrio, ¿cómo vas a luchar por tu no región, tu no país, tu no raza? El amor es como una cebolla, con sus capas y su radio de acción concéntrico, no como un montón de arena que lo pones donde quieres, así al azar o por elección pero que cae aislado. Es como amar a los animales fuera de su ecosistema o plantar nenúfares en el desierto y esperar que crezcan fuertes y sanos. Sin sentimiento de patriotismo, entendido en el sentido de amor a tu tierra y no como forma de diferenciación respecto a los otros, es difícil amplificar y/o extrapolar el amor desde lo próximo hasta lo lejano.
Y cuánto sacrificio y dedicación y esfuerzo conlleva cualquier tipo de amor, sea tu patria la familia o los siete mil millones.
«La patria no son las banderas ni los himnos, ni los discursos apodícticos sobre los héroes emblemáticos, sino un puñado de lugares y personas que pueblan nuestros recuerdos y los tiñen de melancolía, la sensación cálida de que, no importa dónde estemos, existe un hogar al que podemos volver». Lo dice Vargas Llosa 🙂
Grande, sólo puedo aportar como referente el poema de Sabina
http://www.jsabina.net/03.html
Sí, ya lo sé, tengo que leer más.
Puestos ha recitar a los grandes, dice Peréz Reverte cuando le preguntan:
-Usted dijo un día que la verdadera patria de un hombre es su infancia, ¿por qué?
-No quiero hablar sólo de la infancia como experiencia, sino como un eslabón de la cadena que te une a la memoria, a todo el pasado de tu familia, genético, filosófico, a todo el sustrato del que uno proviene y se ha hecho, que te hace único tal y como eres hoy. Este es un camino genealógico que llega a ti mismo. La infancia, e incluso mejor, el recuerdo de esa infancia, te proporciona la conciencia de esa cadena ininterrumpida y entonces comprendes por qué esa patria es tan importante para ti. Las banderas, las patrias, etc., no son más que sustitutos. La única patria verdadera, la que cuenta, es la infancia con toda su carga de recuerdos: recuerdos del padre y la madre, de los muertos, de los ancestros, de los libros, de la historia, la memoria que conduce a eso que yo soy, he aquí la verdadera tierra que forma al hombre, he aquí la base a partir de la cual mi ser se convierte en devenir.
Cheers!
Ves yo hablando de grandes y poniendo ‘ha recitar», si me pillará mi profesor de E.G.B, don Pedro, me pegaría un buen capón 🙂
Cheers!