La del pirata cojo

A Greek Orthodox monk cleaned the Church
Monje limpiando la iglesia.

«Toda escritura es una marranada. Las personas que salen de la nada intentando precisar cualquier cosa que pasa por su cabeza, son unos cerdos. Todos los escritores son unos cerdos. Especialmente los de ahora».
[Antonin Artaud]

Es lo que tienen las asociaciones, que son incontrolables y azarosas. Por cuestiones de esas indescifrables de las sinapsis neuronales que hacen ¡click! al enlazar situaciones o anécdotas aparentemente inconexas. Me ha ocurrido viendo Casi Famosos, una interesante peli para estudiar la ciclotímica personalidad de las estrellas del rock, la cual he vinculado al carácter de un chico que conocí en los tiempos universitarios. Y de ahí he saltado a esa célebre canción de Sabina, La del pirata cojo, y las diferentes vidas a escoger, y a otra más apropiada, El blues de lo que pasa en mi escalera, en la que el genio describe de forma cruda las vidas que pudieron llevar sus compañeros de pupitre: «La más maciza de mi clase (¡que cintura!), cotiza la hermosura y, a sus cuarenta y pico otoños, hasta el moño del genio del marido, huyó con otro menos aburrido.» Y así que me he ido a recordar a gente con la que me he tropezado y sus devenires en esta época de la vida en la que, al menos en parte, cada uno ha abierto el surco a labrar.

Ese tenía todas las cualidades del cantante de éxito atormentado y despreocupado al que importaba infinitamente más aprender papiroflexia para regalar una mariposa de papel con un poema escrito en el interior a su chica que aprobar las asignaturas. Cómo casaba ese carácter con las descripciones que vemos o leemos de los grandes del rock y el pop. O esa chica hiperactiva llamada a altas cotas de popularidad por confluir en ella todas las virtudes de la sabiduría -sobrada de arrogancia, sí- y disponer de una visión privilegiada para diseccionar la realidad a su alrededor. Debería tener en sus manos un puesto de influencia o una columna relevante en prensa. O esa joven inocente e idealista con exquisita sensibilidad para la prosa poética que al final tornó las aspiraciones sesentayochistas por la necesidad de sexo y dinero y a la que se le podría haber augurado un éxito relativo en sensibles editoriales de pequeña tirada. O ese sublime genio del piano tan incontrolable que era evidente que a pesar de las cualidades le resultaría imposible hacerse un hueco en el panorama musical. O ese crack del fútbol con una tremenda calidad innata -y es de las pocas cosas que sé discernir- que se daba por hecho que sería una figura si moderaba sus vicios y sentaba la mollera a buen recaudo.

¿Qué ha sido de cada uno? No es cuestión de desvelar intimidades ni de juzgar la actitud personal de cada uno frente a las circunstancias. Más aún, sería harto injusto evaluar tan de antemano el resultado de una vida, sobre todo porque nadie debe -moralmente al menos no se debe- valorar al prójimo, eso es tarea restringida a la intimidad de la reflexión propia, a esos instantes de soledad en los que se sienta a la mesa la conciencia con el pasado, con la ambición y con la satisfacción, que es una cosa intangible que viene sin llamarla o se queda sin entrar aunque le des un toque.

Y yo que sólo quería ser un cerdo.

4 opiniones en “La del pirata cojo”

  1. Yo creo haber reconocido a algunos de los que hablas.

    Interesante reflexión. Más teniendo en cuenta que parte de una canción de Sabina : ). Lo que fuimos y lo que hemos llegado a ser.

    Ay, el tiempo…

  2. 3intheroom, y había muchos más. También estaba al que augurabas futuro funesto por su dejadez y apatía que sin embargo consigue enderezar las velas centrándose en una pasión provechosa como su amor a los animales. Y podría decirte qué ha sido de cada uno e incluso qué es lo más probable que suceda al ahora, pero no es lo interesante.

    Maco, he dicho que quería ser un cerdo no un cabrón ^^

    Quincam, el tiempo y la edad y las aspiraciones y las obligaciones, qué le vamos a hacer…

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