La maldita Isla de Pascua

GSB en Isla de Pascua
GSB en la Isla de Pascua.

No tengo miedo a hartarme de ti, es lo que pretendo,
no tengo miedo a repetir errores horrendos.
De humanos es errar y errar y nadie ha visto el averno
no tengo miedo a repetir, no tengo miedo.

[Mañana, tarde y noche, Sr Chinarro]

Un ex-compañero de tesis y fútbol, que sabe que hay que empujar la bola cuando está en la línea de gol y que tiene las conexiones neuronales tan atípicas que estudia programación declarativa, me prometió hace años que iría a la isla de Pascua con la camiseta ganadora del pasado concurso de este blog en honor a una cita de Henry Miller que leyó por aquí:

«¡Personna non grata! ¡Joder, qué claro lo veo ahora! No había dónde escoger: tenía que tomar lo que había a mano y aprender a apreciarlo. Tenía que aprender a vivir con la escoria, a nadar como una rata de alcantarilla o ahogarme. Si optas por incorporarte al rebaño, eres inmune. Para que te acepten y te aprecien, tienes que anularte, volverte indistinguible del rebaño. Puedes soñar, si sueñas lo mismo que él. Y en cuanto te vuelves algo diferente, te encuentras en Alaska o en la Isla de Pascua o en Islandia

A la vista está que cumplió su promesa y cerró el círculo: gin soaked boy desterrado a la isla de Pascua. Por no soñar bien, por no balar bien. El doctor Rubio tampoco sabe echar cagarrutas esféricas y negruzcas, y se niega a resignarse a que los ricos hagan trampas y a que reinen los herederos. No creo que lea las noticias que deprimentemente suelen encaramarse a los diez primeros puestos de las noticias más leídas en cada periódico digital ni creo que sume uno a los telespectadores de los programas más vistos. Eso le puede causar un problema que magistralemente resume un pintor pedroteño: «o te aclimatas o te aclimueres». Y entre esas dos aguas nos movemos todos, matando y muriendo.

Ahora que a ese rubio manzano le crecen los frutos casi en las antípodas está aprendiendo a pensar del revés, como no podía ser de otra manera para un experto en Prolog, y a ver los sumideros de agua tragando con un giro inverso al que veía en los secarrales manchegos de toda la vida. Eso me contaron en el cole y me lo creí, pero no he bajado del ecuador para comprobarlo. En realidad, me da igual, es física, no química.

Él se gana las castañas en una universidad sudamericana de nombre divertido, Bio Bio, y ya es de los que teme más a los terremotos que a los políticos. De él, como de tantos amigos, pienso que acertaron al lanzar su destino hasta otras latitudes. También creo que tendrán complicado dejarse imantar por su patria, por sus cosas. Aunque en ello confiamos, siquiera sea por echar una cerveza en El Perro o darle otro pase de gol.

Un comentario en “La maldita Isla de Pascua”

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *