La vida es como montar en bicicleta:
para mantener el equilibrio hay que seguir pedaleando.
[Albert Einstein]
Puedes estar a casi cuarenta grados a la sombra, julio a mediodía, con un alto grado de humedad por estar a la orilla del mar, prácticamente deshidratado y con el botellín de agua totalmente seco. Puedes ser consciente de que desde el fondo de la cala Salitrosa no tienes escapatoria si no a través de una ascensión con la bicicleta de varios kilómetros, bien al sur, bien al norte. Puedes estar exhausto, descamisado, sin fuerzas apenas ni para arrastrar la bicicleta a pie por un sendero pedregoso que roza un precipicio que cae al mar. El sudor cae continuo por las cejas y te pican los ojos, te arde la piel del calor abrasador, el corazón se desborda ante el sacrificio y los pulmones no dan abasto. Puedes sufrir e incluso pensar que vas a ser incapaz de llegar hasta arriba. Pero pedalada a pedalada, paso a paso, va quedando un poquito más camino atrás y un poquito menos delante, hasta que llegas arriba y te asalta el miedo de tu inconsciencia, a pesar de haberlo conseguido.
Da todo igual. Al día siguiente vas a estar deseando volver a superar el reto.
¿Inconsciencia? La mejor de las inconsciencias.
Alma, barro y endorfinas. Que no nos las quiten. Que no nos las toquen.