Se cumplen cien años del nacimiento de Cortázar. Cuando yo era universitario, no sé si hace diez años o diez siglos, promovíamos en la residencia de estudiantes de vez en cuando actividades culturales después de cenar, generalmente «cinefórums» (algunos todavía están buscando dónde cayó el hueso que lanzó el mono junto al monolito de «2001», y dos siguen debatiendo si Rick Deckard es un replicante). Una de esas noches se planteó un pequeño homenaje a Cortázar con lectura de fragmentos de sus textos y el visionado de la entrevista que le hizo Joaquín Soler Serrano en el programa «A fondo». Al terminar de cenar un chaval de la residencia me preguntó: «¿ese señor del cartel va a venir esta noche a leer?». Y estábamos en la universidad, educación «superior».
Leímos «El almuerzo», entre otros:
No sin trabajo un cronopio llegó a establecer un termómetro de vidas. Algo entre termómetro y topómetro, entre fichero y curriculum vitae. Por ejemplo, el cronopio en su casa recibía a un fama, una esperanza y un profesor de lenguas. Aplicando sus descubrimientos estableció que el fama era infra-vida, la esperanza para-vida, y el profesor de lenguas inter-vida. En cuanto al cronopio mismo, se consideraba ligeramente super-vida, pero más por poesía que por verdad. A la hora del almuerzo este cronopio gozaba en oír hablar a sus contertulios, porque todos creían estar refiriéndose a las mismas cosas y no era así. La inter-vida manejaba abstracciones tales como espíritu y conciencia, que la para-vida escuchaba como quien oye llover -tarea delicada. Por supuesto la infra-vida pedía a cada instante el queso rallado, y la super-vida trinchaba el pollo en cuarenta y dos movimientos, método Stanley Fitzsimmons. A los postres las vidas se saludaban y se iban a sus ocupaciones, y en la mesa quedaban solamente pedacitos sueltos de la muerte.
P.S. Termino de escribir esto, busco en el blog si alguna vez he escrito acerca de Cortázar y justo me encuentro una entrada plagiada inconscientemente (¡incluso en el título!).
Qué pena no haber estado en tu residencia de estudiantes.
Nunca olvidaré cuando mi amigo Sanfélix vino y me prestó un libro. -Toma, te gustará. Era una selección de relatos de Cortázar que presentaba Borges en una colección. Después vino la colección completa (o casi) de relatos. Luego, un montón de esbozos y bosquejos de relatos todos ellos cortazarianos. Cortázar es un autor que te empuja a escribir. Lo lees y te dan ganas de coger el bolígrafo, de darle al teclado y de hacerlo bajo su influjo. Luego vino «Rayuela». Intenté también «Los premios» y «62. Modelo para armar», pero estos me los dejé. No pude.
Y ya nadie plagia a nadie, hombre. Ahora se rinden homenajes.
Espero ansiosa la crónica del enormísimo cronopio del 2020. Kiezitri metido en un bucle sin fin, escribiendo cada vez más literatura acerca de ese mismo acontecimiento universitario. Los lectores nos damos cuenta de los giros, de los inventos nuevos, pero el escritor cree que está relatando fielmente la realidad. ¡Muy Cortázar todo!
No sabía que seguías escribiendo este blog, al final se saca tiempo ¿eh?
Impenitente, estoy contigo en que Cortázar te empuja a escribir, pero también te desmotiva cuando al rato ves que no estás a su altura, al menos no a su altura poética. Creo que Rayuela es más leyenda y que su literatura está más en sus relatos y fragmentos de capítulos.
Vito, más borgiano diría yo, no? Ese bucle sin fin… xD