Me decías, lo que media
entre tú y tu soledad
es un trecho que no puedo abarcar.
Yo le preguntaba al cielo,
sin disimular el miedo,
cómo voy a vivir
cuando te canses de mí,
cuando te canses de mí.
[Nacho Vegas, Cuando te canses de mí]
A las fiestas de septiembre vinieron dos chavales a poner sendos puestos, uno de colchonetas y otro de juguetitos y condumio. Uno olía mal, conversé con el otro, el de las colchonetas. Es curioso el mundo de «la feria», como lo llamaba él repetidamente, un mundo que él mismo no dudaba en calificar de rastrero y cruel, de malas intenciones y despiadado, sobre todo entre los mismos feriantes. Debe ser duro no tener una ducha a mano y dormir en una furgoneta todo el verano, por eso aunque no era ni mayor de edad estaba ya muy curtido. «A mí no me gustaba estudiar, pero sí me gustaba tocar los billetitos como taquillero, por eso pronto me puse a trabajar, dinerito fresco y libertad. Es lo que he elegido.» Sabía trampear y ser consciente de qué números hay que cuadrar, conocía las sucias tácticas de los rumanos que colocaban sus colchonetas al lado a menor precio y cómo debía mantener su bandera izada para ganar la batalla posicional. Su tío le había enseñado a lavarse y vestirse con dignidad a pesar de los factores en contra, por eso alrededor de las tres cuando no había nadie por el pueblo se acercaba a la fuente y se daba un remojón como podía. Le ofrecí el vestuario de la piscina municipal. Una parte de su familia lo marginaba por ser feriante, profesión denostada, malas compañías. «En la feria no se regala nada». Doy por hecho que entre él y su soledad también mediaba un trecho difícil de abarcar.
El objetivo de un político no es buscar el bien común, sino que es ganar. Aunque algunas veces conseguir ganar conlleve lograr el bien común. No sé si eso es una cita célebre de algún personaje célebre, pero podría serlo. En política también media un trecho difícil de abarcar entre el ciudadano y la soledad.
Hoy publica elmundo.es un artículo genial de Antonio Lucas sobre Ian Curtis, leedlo, es un gozo. «Ian Curtis pertenece a esa genealogía lunática de los nacidos para arder. Aquellos que trabajan a pleno rendimiento contra sí mismos. Y emocionan. Y desconciertan. Y exigen lealtad en esa compañía hacia el subsuelo.» Entre muchas otras perlas poéticas y lúcidas. Entre Ian y su soledad no mediaba ningún trecho, eran lo mismo. Su epitafio: «El amor nos destrozará».
La desgracia de Ian Curtis es que no murió a los veintisiete. Entonces sería de los del club. Ahora tiene que trabajarse la leyenda él solo.
Muy bueno el artículo. Tuve un compañero de trabajo que era acérrimo de los Joy Division. Y muy cansino. Alguna me hizo escuchar y, como insistía, le propuse que tantas escuchase él de Jobim o de otros autores brasileños yo escucharía de Joy Division. Y hasta hoy.
Respecto a los feriantes, un conocido nuestro de pelo canoso y organizador de carreras y fiestas los llama «Proyecto hombre». Cuando me toca ir no puedo evitar tararear aquello de los Ilegales -hay una cosa que se llama jabón. Mata a los piojos y elimina el mal olor.
Impenitente, eres cruel 😉 Sinceramente, este chico me dio buena impresión y no lo englobaría en «Proyecto Hombre». Al del otro puesto sí, cómo olía, ¡y encima servía comida!