I Duatlón Cross del Queso en Aceite – 28 de junio de 2015
Cuando pierda todas las partidas,
cuando duerma con la soledad,
cuando se me cierren las salidas
y la noche no me deje en paz.
[Resistiré, Dúo Dinámico]
Bienvenidos a la era de la vida sana, con sus zapatillas de entrenamiento para pisada pronadora y plantillas de gel personalizadas y sus meriendas de actimel y fibra. Una era en la que te miden por tu peso, tus marcas y los kilos de coliflor que comes a la semana y no, evidentemente, por tu trabajo, tu ideas o tu libertad. Donde es más relevante publicar en redes sociales que has superado un trail de 84 Km que promocionar la envidia ajena subiendo las fotos de tus vacaciones en Formentera o presumir de un reto profesional superado. Ignoramos si será una moda pasajera o un signo de nuevos tiempos, pero la repulsa al tabaco, al alcohol y al tocino se siente en cada esquina, donde al girarla ves a un runner con el móvil en el brazalete o a un biker equipado como si fuese un SEAL.
¿Y por qué hemos pasado del sedentarismo a esta etapa de ultra-maratón? Unos dicen que por la crisis, factor que podría considerarse el catalizador pero no el motivo real, otros que es una moda más, otros que es un asunto de bienestar natural. Una vez que has roto la pereza del primer día, el resto es mera cuestión biológica: las endorfinas que segregamos al practicar deporte nos proporcionan el bienestar necesario para repetir. Es curioso que las endorfinas sean sustancias que se liberan automáticamente como reacción a los dolores y que precisamente se sienta un agradable bienestar como antítesis al dolor y no como una sensación satisfactoria en sí misma. Dicen que el nivel de endorfinas en el organismo está relacionado con nuestra felicidad y nuestra calidad de vida, con cómo de activos y alegres somos.
Como todo en esta vida, también tiene sus peligros: la adicción. Hace poco tiempo se realizó una interesante investigación al respecto. Tomando grupos de ratas en distintas jaulas, dándole a todas comida durante tan sólo una hora en el día, estando las 23 horas restantes sin nada que comer ni hacer. A un grupo le pusieron ruedas para correr dentro de sus jaulas y al otro no se le puso dicha rueda. De este experimento se terminó descubriendo que el grupo que no tenía nada que hacer se adaptó a comer y a dormir sin hacer mucho más. Sin embargo, las ratas que tenían la opción de correr en las ruedas lo hicieron, de tal forma que corrían hasta más de 25 kilómetros al día. Tant fue así que dejaron incluso de comer por seguir corriendo y en dos semanas las ratas de este grupo se murieron de hambre, lo que permite inferir la conclusión de que las ratas se volvieron adictas a correr. Y que esa adicción transformó la práctica de deporte del bienestar al ansia y la angustia.
A mí eso no me pasará porque combatí bajo un sol seco y duro para conseguir un frasco de cristal de queso en aceite de más de 250 gramos y no conformarme con un botecito de apenas 100 gramos. Seré la rata que corre y come. Y gana.
Ya sé para qué querías el peso del bote grande. Te gustará leer y escribir pero no dejas de ser de ciencias. Antes morir que dar un dato erróneo en gramos o en milímetros.
No estoy de acuerdo con lo de la vida sana. Las palizas que nos pegamos son buenas para la cabeza y (aunque aquí tengo mis dudas) para el corazón. Para todo lo demás es malo. ¿Adictivo? No. Simplemente se trata de encontrar el equilibrio. Y el equilibrio está en nosotros mismos. Los que se pasan de ese punto que hemos fijado sí que son adictos y están desequilibrados y son unos inconscientes. Los que no llegan a nuestro punto de equilibrio son una panda de aberronchos o runners o globeros. Nosotros somos modélicos. Un ejemplo a seguir.
Y, por supuesto, en nuestro modelo tienen cabida la cerveza, el queso y la panceta. Correr y comer riman y no es por casualidad.
Tú tranquilo, impenitente, que yo ni soy adicto ni soy runner, solo soy un hombre con 250 gr. de queso en aceite 😉