Hace ya tiempo me tropecé con un párrafo de Vila-Matas en, reconozco, el único libro que de él he leído y que ni recuerdo cómo se titulaba. Creo que llevaba «París» en el nombre, resultaría sencillo identificarlo gracias a google. Creo recordar que no me entusiasmó pero este fragmento premia de por sí mi admiración por el controvertido catalán. El párrafo en cuestión se me repite frecuentemente como una larga sobremesa de bocadillo de chorizo:
«Desde luego, es más bien complicado ser joven, aunque eso no implica ni muchísimo menos que uno deba andar desesperado. Claro que la madurez tampoco es que sea una maravilla. En la madurez conoces la ironía, sí. Pero ya no eres joven y la única posibilidad que te queda de serlo un poco estriba en resistir, no renunciar demasiado, con el paso del tiempo, a aquella húmeda imaginación del arcón de Neauphle-le-Chateau. Sólo te queda resistir, no ser como aquellos que, a medida que la intensidad de su imaginación juvenil va decayendo, se acomodan a la realidad y se angustian el resto de su vida. Sólo te queda tratar de ser de los más obstinados, mantener la fe en la imaginación durante más tiempo que otros.»
Supongo que será el libro en que cuenta que se fue a París siguiendo la estela de Hemingway y su «París era una fiesta». Coincidimos en que es el único libro de Vila-Matas leído, que ni fu ni fa y que tampoco recuerdo el título. Podemos añadirlo a El Niño Gusano y a Klaus & Kinski.
Respecto a la cita, recuerdo cuando comencé a alternar (como se decía antes) y empezamos a ir a la discoteca El Castillo. Éramos unos chavales y allí estaba Áureo Lavara (en con v, ¿no?), que ya hacía años que había dejado de ser soltero para convertirse en solterón. Y me producía mucha impresión verlo allí. Bien está resistir y mantener la fe en la imaginación, pero convertirme en un Áureo para la chavalada no es un estímulo precisamente.
Aunque, pensándolo bien, ya soy bastante Áureo dándome por aludido con la cita. Voy a recostarme en el sofá y a taparme con la manteja.
Impenitente, me has hecho buscarlo, se llamaba «París no se acaba nunca»…
Por cierto, Áureo se llamaba Noel Lavara. Otro más de esos casos que cuando te pones a revisar el censo electoral te provocan vértigos porque en el pueblo no vive ningún Noel 😉