2017 o el año de la mitosis

Tour de France 2017
Lo importante es saber cómo caerse.

Como animal metódico vuelvo un año más a repasar algunos aspectos que considero reseñables del año que ya terminó, sin más preámbulos ni digresiones…

>>> TWITTER – Un puñado de tuits marcados para reír o llorar <<<

  • Sobre la playa – Me encanta la playa. Me molesta un poco la sal, la arena, el sol y la gente. Pero por lo demás es maravilloso.
  • Sobre Mr. Trump – Elect a clown, expect a circus.
  • Sobre Cataluña – Los del Parlament no son informáticos. Jamás sacarían una República a producción un viernes a las 15.30.
  • Sobre los toros – A la gente honrada se nos torea porque si no nos extinguiríamos.
  • Sobre el dolor – «Entre el dolor y la nada, prefiero el dolor» decía Faulkner.
  • Sobre la vida – Querida vida: por ahí no es.
  • Sobre la dignidad – Cada minuto que pasa me siento feliz de comprobar que el esfuerzo no siempre lleva al éxito, pero sí al amor propio y la dignidad.
  • Sobre la muerte – Faulkner escribió en «Mientras agonizo» que «la única razón para vivir es prepararse para estar muerto durante mucho tiempo».
  • Sobre la sonrisa – Lección de gente lista: la sonrisa desarma. Nunca sabrán si la tienes porque eres feliz, eres tonto o te ríes de ellos.
  • Sobre el amor – Serge Gainsbourg repetía continuamente la frase de Balzac según la cual en el amor hay siempre uno que sufre y otro que se aburre.
  • Sobre la edad – «El entusiasmo es el pan diario de la juventud. El escepticismo, el vino diario de la vejez», Pearl S. Buck.
  • Sobre el dinero – «El mundo se divide en dos categorías: los que tienen el revólver cargado y los que cavan», Sergio Leone.

>>> LITERATURA – Esa cosa vieja de papel y tinta <<<

Voy a remarcar el quinteto de libros que más me gustaron en 2017:

  • La España Vacía (Sergio del Molino) – un libro de la estantería perenne.
  • Mientras Agonizo (William Faulkner) – asfixiante obra maestra.
  • La lluvia amarilla (Julio Llamazares) – me quedé como enamorado al leer esta novelita, pensando todo el día en ella, sufriendo con un dolor nítido e íntimo. Andrés se apaga y con él muere su pueblecito pirenaico, Ainielle, en un monólogo perturbador sobre el tiempo que se va, la memoria que se evapora, las alucinaciones que centellean y la nieve que cubre con manto blanco la vida lenta.
  • Plataforma (Michel Houellebecq) – aunque no sea mi novela preferida del escritor francés sigue estando bastantes peldaños por encima de casi todo lo que se publica hoy. Una vez más, feroz e incisivo, mete la llaga en males contemporáneos como el turismo sexual, el terrorismo islámico, la desigualdad de la riqueza, la turismofobia y las vidas aburridas, ¡qué más quieres?
  • Sostiene Pereira (Antonio Tabucchi) – aunque esté escrita por un italiano esta novela está ambientada en Lisboa durante el régimen de Salazar. Pereira es un periodista tranquilo y aburrido encargado de la sección cultural de un periódico local. Y existe una posibilidad remota de que perturben la paz de un señor aburrido que solo come omelettes a las finas hierbas.

También el quinteto de los suplentes, aquellos que están bien pero podría haber sobrevivido sin ellos, la clase media:

  • En la orilla (Rafael Chirbes) – esta novela es tan notable y disecciona con tal precisión la crisis de estos últimos años, sus causas y consecuencias, que termina cansando en su genialidad. Ha sido demasiado tiempo de pesimismo y desilusión como para seguir rebozándose.
  • Instrumental (James Rhodes) – autobiografía de un músico de cuna pudiente que sufre abusos sexuales en su infancia y trata de salir del trauma utilizando como terapia la música clásica. Los intelectuales apalean a Rhodes con tanta inquina como éxito goza entre el público generalista, tanto su libro autobiográfico como sus conciertos. Debo ser muy poco intelectual porque me pareció un libro bastante ilustrativo y didáctico.
  • Luz de agosto (William Faulkner) – un novelón lúgubre y de personajes sucios que van incorporándose a nuestro imaginario a fuerza de desgarros y que, me temo, permanecerán ahí durante muchos años. La suciedad de Faulkner mancha.
  • Mientras haya bares (Juan Tallón) – a ver, lo compré por el título, evidentemente, y un poco también por la editorial (Círculo de Tiza) y porque el autor es joven y tendrá que sacarse un dinerillo para unas copas. Se lee como se mondan pipas; se saltan páginas lúcidas, se tropieza en anécdotas curiosas y ágiles que se olvidan a medida que se leen.
  • Pedro Páramo (Juan Rulfo) – la pongo aquí porque es mi lista y hago lo que quiero, aunque esté entronizada en la cumbre de la literatura universal. Realismo mágico con tantos vericuetos formales que mi paladar es incapaz de saborearla con intensidad. Comala mola más como mito que como lugar.

Y por último voy a señalar algunos de los que tampoco habría pasado nada si no los hubiese abierto, por si estoy a tiempo de recomendar su no-lectura:

  • La insoportable levedad del ser (Milan Kundera) – lo que resulta insoportable son sus toneladas de existencialismo pasado de moda y esa perspectiva de enfocar la vida de una pareja con altibajos emocionales.
  • La mirada de los peces (Sergio del Molino) – lo compré por ser del autor de La España Vacía y sin saber qué me encontraría, y lo que encontré fue un libreto de memorias de juventud del joven escritor en el barrio de San José de Zaragoza y una hagiografía de su profesor de filosofía del instituto. Supongo que tenía el dinero de la editorial encima de la mesa por el éxito de ventas de La España Vacía y luego pasan estas cosas.
  • Amberes (Roberto Bolaño) – amigo Roberto, con lo que yo te quiero y que me hagas esto, que me he gastado cientos de euros en tus libros para que tus descendientes no pasen penurias, como tú querías, pero no hacía falta llegar a esta novela poética de juventud, por mucho que te sintieses orgulloso de su prosa poética inconexa.
  • Bésame mucho (Carlos González) – esto va de bebés y la crianza. Carlos González viene a decir que a los bebés hay que quererlos mucho, abrazarlos mucho, y hacer siempre lo que pidan, bien sea teta, brazos o compañía; que ya crecerán y habrá que educar, pero en etapas posteriores de su desarrollo. Pues vale, muy bien, pero en un artículo me lo habías contado.
  • Para siempre (Susanna Tamaro) – es la novela dramática sobre la tristeza y el poder regenerador de la naturaleza que podría escribir una italiana, demasiada glucosa y conflicto existencial.

Y, por último, vamos a enumerar una serie de propósitos lectores de cara al 2018:

  • El disputado voto del señor Cayo (Miguel Delibes) – ya lo he empezado y, de momento, parece que lo escribió Delibes en un rato que no tenía ganas de trabajar. Eso sí, salta a la vista una percepción privilegiada de la política y su relación con las zonas despobladas: no gente, no votos, no interés.
  • Una habitación propia (Virginia Woolf) – más vale hoy en día ponerse en el bando del feminismo.
  • Corazón tan blanco (Javier Marías) – no he leído nada de Javier Marías y es hora de corregirlo.
  • El mundo de ayer (Stefan Zweig) – mi madre lleva años convenciéndome para que lo lea, y parece que la Europa actual lo recomienda con más ahínco.
  • Solenoide (Mircea Cartarescu) – mi olfato de listas de mejores libros del 2017 me dice que este año este libraco es el ganador, por eso lo he regalado para que luego me regrese prestado.
  • La alegría del amor (Javier de la Torre) – para trabajar el amor y la convivencia en el matrimonio a través de la catequesis.
  • El ruido y la furia (William Faulkner) – regresaremos a Yoknapatawpha algún rato si el tren lo permite.
  • La vida negociable (Luis Landero) – siempre viene bien exprimir a un antihéroe castizo.
  • Mortal y rosa (Francisco Umbral) – me encantó en su día y creo que se merece una relectura, creo que ahora lo entenderé mejor.
  • El último día del invierno (Miguel Pérez de Castro) – novela de un joven escritor villaescusero presentada en agosto y que está ahí en el escritorio esperando su turno.

>>> CAJA TONTA – Con la mente sintonizada <<<

Sigo siendo enemigo de llamar caja tonta a la televisión por identificarlo como el soporte que me permite disfrutar y sentir grandes emociones con películas y series de ficción.

Reconozco ya, muy a mi pesar, la grave crisis de creatividad que asola al cine tradicional y, no en vano, solo destacaría dos películas de las que he visto este año. Una, Verano 1993, española, humilde y precaria, de emociones sinceras en la narración del descubrimiento del mundo de una niña huérfana, dirigida por la joven catalana Carla Simón. Una película tan desnuda que en ocasiones parece un documental y ha sido seleccionada por España para los Óscar. La otra, en las antípodas, La La Land, el hito abarrotasalas anual que de forma cómica ganó el Óscar a mejor película por equivocación durante unos segundos. No es un peliculón de guión sobresaliente pero el buen rollo es contagioso y la interpretación de Emma Stone para enamorarse.

En el otro lado del ring, la madurez de las series de ficción, que cada vez atraen más inversión, guiones más atractivos y actores de mayor reputación. Destaco cuatro: The Young Pope, la historia de ese Papa tan bizarro como creyente, Black Mirror, capítulos hirientes de una distopía tecnológica que no entiendo cómo todavía no había visto, The Handmade’s Tale, otro mundo distópico creado por Margaret Atwood en la novela homónima sobre el sometimiento de la mujer en una sociedad cuasi estéril, y Stranger Things, esa miniserie ochentera maratoneable de la que todo el mundo habla y que no tiene más pretensiones que las que muestra a pecho descubierto.

Y para 2018, tenemos ya en el tintero: The Crown, The Leftovers, The Deuce, Big Little Lies y Fargo III.

Un comentario en “2017 o el año de la mitosis”

  1. Una costumbre muy saludable leer, mínimo, un libro de Faulkner al año. Este año he cumplido. En Navidad cayó «Las palmeras salvajes». Si alguna vez la lees comprenderás en su verdadera dimensión tu aforismo tuitero. De hecho termino de hacerle un homenaje.

    Muy buena la cita de Balzac. Me la apunto y la elevo a la categoría de subcampeona de dicho autor, sólo por detrás de «No existen los principios. Sólo las circunstancias».

    Capítulo de acuerdos: «Mientras agonizo» y «La lluvia amarilla».

    Capítulo de ligeros desacuerdos: «Sostiene Pereira» (sí, pero no tanto), y «Luz de agosto» y «Pedro Páramo» (sí, pero sí, pero sí en ambos casos).

    Y luego está «La insoportable levedad de ser un coñazo checo» (según Forges). Me la leí cuando tenía veinte años y confieso que me marcaron las vicisitudes de Tomás y de Teresa. Nunca tuve tentación de releerlo y creo que no la tendré.

    «Amberes» es un coñazo brutal.

    Y aquí a mi lado tengo a la fan número uno de «Black mirror». Me hace unas sinopsis muy bonitas.

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