Pienso mucho, hablo poco,
me he enganchado a un serial,
y cuando duermo además de solo, lo hago mal.
[Estado provisional, León Benavente]
El posmodernismo idolatra a la ruina, ve bello el presente precario y destrozado de una realidad desde un prisma de romanticismo vanidoso, ese que alimenta el ego del posmoderno en el convencimiento de que solo él valora la destrucción en su medida de justicia y estética. Hemos llegado al punto de creernos dioses de opinión rodeados de arcángeles de certezas; y, sin embargo, podría documentarse el inesperado hito evolutivo del ser que huye hacia atrás, homo reditus. Imaginad la mutación de un gen que provoca que las cebras vayan a abrazar a los leones.
Mi madre tenía en su consulta una nota que subrayaba que «el máximo grado de inteligencia humana es la bondad. Es el mejor medio de asegurar la felicidad personal y la dignidad de la convivencia. La maldad goza de un prestigio intelectual que no merece». Sin entrar a considerar tan espinosa sentencia, sobre todo por su distancia con el tema en discusión, sí podemos afirmar que, a día de hoy, la ruina también goza de un prestigio intelectual que no merece. No lo merece porque la ruina simboliza la negación del futuro, o el deseo inconsciente de un presente eterno.
Que hoy se alabe la iglesia memorial Kaiser Wilhelm de Berlín tiene sentido solo como símbolo de la destrucción de la guerra de Hitler; pero, seamos sinceros, la conciencia del pasado se evapora a pasos agigantados. En cine triunfan las historias de perdedores de vida desesperada como Big Little Lies y en música se exprimen letras cargadas de hastío y decadencia. La fotografía que acompaña a cualquier artículo de prensa sobre la despoblación muestra viviendas derruidas en aldeas abandonadas desde hace décadas. En cualquier feria de arte contemporáneo exponen un montón de escombro. En eso se parece el arte a la política. Y las redes sociales se muestran como escaparate impecable de la desolación social.
La ruina se desprenderá y seremos polvo, mas polvo enamorado y consciente de su destrucción.