[Publicado el 20 de abril de 2020]
El Joker, en un interrogatorio policial en una de sus últimas películas, le dice a Batman: “you complete me” (“tú me completas”). Así, la némesis de Batman quiere ilustrar en solo tres palabras el sentimiento de la necesidad mutua entre ambos para construir la dimensión de su realidad. De forma análoga, cualquier Gobierno necesita a la oposición: cuanto más acertado sea el control de la segunda tanto más se motivará al primero “a ser mejor”, y viceversa.
Si bien la fiscalización de la labor de Gobierno recae en las Cortes -según proceda, en el Congreso de los Diputados, el Senado, las Cortes regionales, etc.- usamos por síntesis pragmática el concepto de “oposición” para hacer referencia a las funciones de control que llevan a cabo los representantes políticos cuya afiliación no forma parte de los gobiernos. La labor de la oposición, mediáticamente ingrata, incluye la ya citada fiscalización, la supervisión informativa y la proposición constructiva, si bien dichas propuestas suelen desdeñarse en exclusiva por orgullo y soberbia; como muestra, un botón: el rechazo de Sánchez a decretar luto oficial o de Page a respetar el cierre de la actividad presencial en la UCLM decretado por el Rector. En el contexto actual parece trivial identificar falta de cooperación de diferentes gobiernos en detalles tan evidentes como facilitar información acerca de la empresa y/o intermediario que vendió los tests de detección fallidos al Gobierno o acerca de la composición de los miembros del comité nacional de expertos contra la pandemia.
En ciertos foros se denigra de forma pueril a la oposición por, precisamente, llevar a cabo su labor. Solo una sociedad que rehuye sus propias responsabilidades y polariza la opinión puede escandalizarse de que el político asuma su cometido. Pero no debe olvidarse que la capacidad de engendrar crispación puede nacer en el seno de los propios gobiernos con portavoces como Adriana Lastra o Pablo Echenique, paradigma de incubadoras de crispación que se manifiestan desde la expresión facial para acabar vomitando en las cloacas de twitter.
Hay dos premisas tan elementales que casi sonroja tener que recordarlas: una, que todos somos humanos y por tanto cometemos errores que tenemos que reconocer y, dos, que todos estamos comprometidos con el objetivo común de escapar de la pandemia en el menor tiempo posible y con los menores daños humanos, sociales y económicos. Partiendo de ahí, y con autocrítica y sensibilidad, no parece descabellado pensar en la posibilidad de encontrar la confluencia en el camino.
Sin embargo, los diferentes gobiernos deben esquivar la tentación de reclamar unidad, lealtad y compromiso sin cumplir con sus correspondientes obligaciones. La obligación primordial consiste en proporcionar información de forma honesta, continua y transparente a la oposición y a la opinión pública. Porque la oposición puede admitir decisiones que se toman con carácter de urgencia y buena intención, y callar su discrepancia, pero no puede ser connivente ante la carencia o uso interesado de la información a la ciudadanía.
Se ha difundido entre vítores el apoyo explícito de Rita Maestre y Más Madrid al alcalde de su ciudad, Martínez-Almeida, pero no trasciende que ese apoyo está fundado en la confianza que ha generado el alcalde en la oposición por facilitar una comunicación fluida con el resto de fuerzas políticas durante todo este periodo. No parece de recibo, por contra, que el Gobierno central active mecanismos para controlar la difusión de la información “monitorizando las redes sociales”, se parapete en el estado de alarma para aparcar la ley de transparencia y de publicidad de la contratación pública y, en última instancia, no responda con claridad a las preguntas que lanzan los periodistas en las comparecencias diarias de los representantes del Gobierno. Este “modus operandi” de transparencia dudosa y comunicación escasa puede extrapolarse a las Cortes regionales de Castilla-La Mancha, cuya actividad fue suspendida hace semanas por Page para no rendir cuentas, y a la Diputación de Cuenca, cuya comunicación se publica con cuentagotas.
No nace esta opinión con la aspiración de criticar con alevosía a Sánchez, Page o Chana, cuya gestión será evaluada por la ciudadanía cuando proceda, ni tampoco con el objetivo de publicitar el compromiso institucional que desde el primer momento hemos manifestado y demostrado como oposición, sino como recordatorio a aquellos que ostentan la responsabilidad de gobernar de que la lealtad institucional requiere información y comunicación para que no se derrumbe como un castillo en el aire. Por el bien de todos contra el enemigo común.