Palacio de los Gosálvez en Casas de Benítez.
Yo no soy ningún ángel.
Yo no soy ningún santo.
Pero lo que estás haciendo
es que me está matando.
[Santos que yo te pinte, Los Planetas]
Anoche me tropecé con un imprescindible artículo en The Objetive acerca de gestión del patrimonio histórico y de la organización Hispania Nostra titulado «Hispania Nostra: amar el patrimonio para hacerlo sostenible».
Según Hispania Nostra, esmerarse, a nivel político, en la conservación del patrimonio permite cuidar la identidad histórica y potenciar un motor de desarrollo económico y social en todo el territorio.
Requiere, sin embargo, mucha sensibilización. Y, al menos en lo referente a los socialistas del equipo de gobierno de la Diputación de Cuenca, están muy lejos de entenderlo a día de hoy. En el último pleno del pasado miércoles, el diputado de obras no rodeó con eufemismos: «mire, Sr. Solana, su obsesión con los temas de patrimonio es crónica, nosotros ya dijimos, y vuelvo a repetir, que MENOS PIEDRAS». Y ese comentario se escuchó en el salón de plenos con la connivencia del presidente Chana y del diputado de cultura y patrimonio Valero, amigos de vender las bondades de la conservación de nuestra historia en sus discursos pero olvidadizos a la hora de asignar presupuesto al asunto. Ese es el nivel de sensibilización, ¡cuánto camino queda por recorrer!
Y mientras tanto, monumentos en deterioro irreversible, proyectos que quedan en el olvido por falta de financiación, una historia que se va perdiendo por la despoblación y la dejadez de muchos gobernantes, una identidad que se diluye y, en definitiva, un ir siendo cada vez menos nosotros.