Putin sigue bombardeando Ucrania aunque ya no salga en los telediarios, y no debemos olvidarlo. Nos bañamos en la piscina y nos quejamos del calor y de los mosquitos y de los nuevos precios del chiringuito, pero Putin sigue bombardeando Ucrania. Hay vacaciones y playa y verbena, pero también hay sangre y odio y guerra. Y una hambruna se cierne, a la vista, sobre África mientras China se pone chula.
Suponemos a Pablo Casado de vacaciones leyendo libros interesantes, a Teo atravesando el Pacífico a nado, a Macarena Olona sin rictus de concentración y enfado en un buen restaurante, a Adriana Lastra expandiéndose lejos del ruido, a Alberto Rodríguez tostándose al sol canario con las rastas al viento, a Luis Garicano pensando que son incontables los que quisieron cambiar el mundo y se cansaron antes. Hoy no queda casi nadie de los de antes, y los que hay han cambiado.
Estará Griñán implorando auxilio, y Puigdemont esperando una señal de bienvenida. Iba a decir que Quim Torra se evaporó en su mediocridad, pero he visto que nació en Blanes y ha respirado el mismo aire que Roberto Bolaño y eso debe notarse, y además tiene perros románticos y putas asesinas ateridas de frío. A Laura Borrás la han visto esta mañana en la agencia de viajes para irse al tiempo que Anna Gabriel regresa de Suiza al Supremo. Dónde descansará Mónica Oltra, a saber si coincide en una tumbona cerca de Boris Johnson o Mario Draghi. Polvo somos.
En Cuenca el tiempo pasa más despacio, como si no hubiésemos sido absorbidos por la moderna espiral de lo efímero y las stories de veinticuatro horas. Podemos sentarnos en cualquier estación de tren de la provincia a esperar un tren, pero la espera será tan infructuosa como la de Vladimir y Estragon esperando a Godot. Qué triste y amplia metáfora: el último tren ya pasó pasa nosotros.
Disfruta este verano, querido lector, e intenta mantener tu dignidad y coherencia. No seas como Chana, que criticó nuestro viaje a Bruselas de 48 horas para defender el tren alegando que él “se quedaba trabajando” y, sin embargo, su agenda pasó por un viaje a La Palma de tres días, unas vacaciones personales de cinco días a finales de julio y un goloso viaje a Puerto Rico programado para agosto. No seas como García-Page, que debería ya ser apodado como El Sermoneador por sus peroratas sobre cualquier asunto terrenal o divino y, a la postre, actuar como fiel siervo de los compromisos de su jefe en política nacional. No seas tampoco como Pedro Sánchez, capaz de alegar que se quita la corbata para revertir el cambio climático, ni que fuese Superman. Si existe una evidencia irrefutable es que a Pedro Sánchez le importan un comino tanto el cambio climático como la inflación, que equivale a decir que no le preocupa ni el planeta ni la economía; algún día sabremos qué le desvela, o quizá mejor no.
Disfruta este verano, querido lector, antes de que las cervezas cuesten cinco euros y las barras de pan dos. Antes de que se nos agrie el carácter después de filomenas, pandemias mundiales interminables, gobiernos hipócritas, guerras injustas, volcanes en erupción, incendios intencionados y calor sin mínima tregua. Ya vendrá el otoño a aflorar nuestras debilidades, la insostenibilidad económica de un país en quiebra generacional y la fragilidad de la convivencia de un viejo continente en declive.
Si los pueblos son el alma de España, qué duda cabe que las fiestas patronales son el músculo de nuestras pequeñas patrias. La fiesta vertebra al pueblo a través de nuestras relaciones personales, fortalece nuestra economía local y airea nuestro sentimiento de pertenencia. Intentamos vender mensajes de carpe diem desde la playa y la montaña, pero terminamos en las fiestas del pueblo como oasis de vida y libertad. Disfruta así, por último, querido lector, del homenaje veraniego al patrón o patrona de tu pueblo, cuaja la tradición de tu patria y forma parte del renacer del espíritu de libertad rural después de estos años contenidos.
Feliz verano.