Hace poco tiempo terminé de leer un libro de cine que tenía por título 2001: la Odisea del Cine. Me atrajo su título cuando lo compré, y más todavía su precio: lo encontré en una feria de libros de ocasión por 3 euros. El ensayo en cuestión está escrito por Alfonso Basallo, periodista y profesor universitario zaragozano, que realiza un análisis profundo de las causas que desencadenan la despersonalización del Séptimo Arte. A través de una crítica ácida y sin pelos en la lengua repasa los principales motivos del declive del cine afrontándolos desde una perspectiva social:
El origen del problema hay que buscarlo en dos enfermedades que aquejan a la sociedad contemporánea: el consumismo, consecuencia natural del capitalismo; y la obsesión por la seguridad. El consumismo ha traído al séptimo arte la trivialización. La trivialización se refleja hasta en la fisionomía de las salas. En cuanto a la seguridad, es evidente que el miedo al fracaso hipoteca la creatividad.
No duda en despreciar al público actual y criticar casi todo el cine actual: desde las películas de Clint Eastwood hasta La Guerra de las Galaxias pasando por Cadena perpetua y El silencio de los corderos:
Exaspera constatar el papanatismo de las masas (antaño llamadas público) ante basura disfrazada de espectáculo o pedantería que se vende como arte. […] El contraste entre aquel vivero cultural y el manso y acrítico consumismo de ahora es muy elocuente. Como lo es el abismo entre el compromiso y el llamado “pensamiento débil”.
Basallo señala como causas de la decadencia dos factores: la tiranía de la imagen en la actualidad y la separación de arte e industria. Así, de la primera denuncia:
¿Cómo un devorador de Rambos y Terminators, telediarios, violaciones, muertes en directo y en diferido, risas enlatadas (¿se puede enlatar la risa?), estruendo, alaridos y chorros de fuego va a poder saborear a Keaton, tan silencioso, tan elocuente; a Lubitsch, tan sutil; a Robert Bresson, tan austero; a Nicholas Ray, tan pictórico; a Stanley Donen, tan elegante; a Truffaut, tan romántico; a Fellini, tan onírico; a Billy Wilder, tan humano; a Kurosawa, tan humanista?
Y de la segunda causa, señala:
Si algo caracterizó el período más floreciente del cine clásico fue la simbiosis entre exigencias comerciales y planteamientos artísticos. Hacer cine era una aventura; ahora es marketing.
Se trata de un ensayo radical, directo y regado con referencias a los grandes clásicos, desde El crepúsculo de los dioses a El puente sobre el río Kwai pasando por La fiera de mi niña o Centauros del desierto. Quizá llega a ser demasiado purista y generaliza en exceso en lo referente al cine actual. Probablemente no sea un libro imprescindible, pero merece la pena leerlo porque refleja claramente la opinión de muchos cinéfilos: cualquier tiempo pasado fue mejor.
si estamos de acuerdo que los clásicos buenos son, y cuanto más tiempo pase mejores son -más se les valora-, pero no hay que ser tan pedantemente apocalíptico, que las sociedades cambian y el arte que demandan tb; Buster Keaton será lo elocuente que quieras, pero qué quieres que te diga, yo creo que hoy se nos queda un poco corto. Y que disfrutemos viendo volar por los aires un puente (que si está bien narrado y filmado arte es igualmente) no quiere decir que ya no nos emocione Kurosawa!
ains, si leer a este tío tiene que ser como escuchar la cope… xD
Con esa foto del sujeto mirando al infinito y con el borde difuminado solo te ha faltado poner debajo «Descanse En Paz».
A mí me ha recordado a Antonio Alcántara, ya saben,personaje de Cuéntame cómo pasó.
Saludos.