La muerte es una transición, como un descanso entre vidas. A lo que muere solo le queda la espera, porque su única esperanza es la finitud de la inexistencia. Y esa fe es inquebrantable por necesidad, no por consciente elección. Siempre es más fuerte lo inevitable.
También este rincón cibernético se agarró a esa esperanza en la resurrección, como ansiando el misticismo de un ave fénix que pudiese resurgir de las tinieblas de la oscuridad y el olvido. Y la noche era nítida y opaca, como los quince años que el blog se mantuvo sin que el gestor de contenidos de wordpress se actualizase y los varios meses de abandono.
A saber porqué, ya formalmente clausurado, saqué del letargo al blog para alojarlo en un rinconcito dentro del dominio local villaescusadeharo.com, supongo que por la pena de la extinción y la amnesia. Qué paradoja, tantos años de desidia para, en un rato, ser capaz de migrarlo dócilmente a otro dominio y actualizar su plantilla de diseño, como amortajando con las mejores galas. Esperando un tiempo apropiado; es más relevante la oportunidad que la necesidad.
Todo ha cambiado, ya no merecen la pena la vanidad ni la publicidad, solo la intimidad y la necesidad de un modo de expresión sin ambición ni aspiración. Desde hoy, tras nueve meses de desamparo, regresa de las tinieblas este ente de aspecto moribundo pero espíritu llameante, igual que el último vecino de Ainielle postrado en su lecho pobre, igual que Pedro Páramo en un patio soleado de Comala. Con la virtud de la gratuidad y con la única responsabilidad de enmadejar un hilo de recuerdos que poder tensar cuando ya no haya historias nuevas.