¿Qué es la globalización para mí? ¿Qué hace por mí? Gracias a las avanzadas infraestructuras de telecomunicaciones puedo estar en todo el mundo de forma simultánea. Aunque parezca ciencia-ficción, puedo pasear esta soleada mañana de sábado por París gracias a Google Street View. Sería capaz de estar en poco tiempo tomando café en New York, aunque ahora ya no haya vuelos en Concorde.
Conozco el modo de vida de tribus aborígenes australianas, indígenas del Amazonas, ejecutivos de Hong Kong, niños de las favelas de Río de Janeiro, Kobe Bryant o médicos nórdicos. No hay fronteras y el mundo se hace pequeño. Los negocios son globales, el dinero de hipotecas subprime firmadas en Estados Unidos influye en el patrimonio de mi primo. Conozco a gente de cualquier rincón del planeta, y puedo estar en contacto con ellos a cualquier hora. Algunos aprovechan para comprar juegos en Japón y un humilde trabajador de ojos achinados empaqueta un envío a Pedro Muñoz. El precio de un kilo de trigo en Villaescusa de Haro, Cuenca, influye en la cantidad de comida que podrá pagar un padre de familia en Calcuta, La India.
Los entramados sociales y comportamientos se exportan entre aquellos con acceso a los global mass media, y por eso veo por mi pueblo pasear a jóvenes con camisetas XXXXL de los Knicks, colgantes de oro y música made in Detroit, y por eso veo cómo hay grupos de música ingleses que despiertan fervor mundial antes de sacar su primer disco. No sé si esta sucesión de ejemplos consigue mi propósito, creo que uno puede hacerse una idea de las consecuencias de la globalización en su vida, en nuestra vida, habitantes del mundo ADSL y televisión.
Pero hay otro mundo, y está en éste. En la imagen vemos a un Paco (equivalente al Chamán de la selva) que dirige un rito ancestral de origen inca en el cerro Huanac, Acomayo, Cuzco, Perú, en el que se hacen ofrendas a la madre tierra y a los Apus (espíritus de los antepasados que viven en los cerros) antes del inicio de una actividad vinculada a la naturaleza. En concreto, este ritual se celebra en honor del Programa Willay, que persigue acercar las telecomunicaciones a lugares remotos de Perú. Parece una paradoja que este señor andino, aislado y desconocedor del mundo más allá de su pequeño ámbito de influencia, rece para que las generaciones venideras se comuniquen a través de mensajería instantánea con sus OLPC.
¿Cuánto cambiará la perspectiva del mundo de los pequeños peruanos con este tipo de avances? ¿Qué sentirán al leer en la Red noticias que hablan de miles de millones de dólares cuando ellos sólo se preocupan de comer? ¿Qué es la globalización para ellos, ahora y después?
esperemos que a ellos la globalización no les llegue de esta forma tan feroz y que se sigan manteniendose como son, pero que por el contrario les abra una ventana al resto del mundo!! 🙂
pues yo digo lo que dios (oppenheimer), que todo es bueno, pero sin excesos 😉
cuando voy al supermercado y en el estante de la manquequilla veo 500 tipos diferentes y no sé distinguir cuál es mantequilla, margarina, de soja, baja en calorías… y veo Flora, entonces pienso «bendita globalización» 😀